Entramos en un espacio abierto con forma de semicírculo lunar que mira hacia el cielo barcelonés desde una duodécima planta. Escritorios, peceras, zonas comunes, un laboratorio y hasta un rincón para pensar (o imaginar) ocupan este lugar entre las nubes. En Alpha se vuela alto y se vuela lejos, aunque la nave no se mueva. Se encuentra dentro de una imponente torre, que no es de marfil sino de cristal. Un rascacielos con vistas al mar y a la principal arteria de la ciudad: la avenida Diagonal.

Alpha es la primera factoría de moonshots de Europa. Es a Telefónica lo que Google X es a Alphabet: su filial dedica­da a “inventar y crear tecnologías que puedan hacer del mundo un lugar radi calmente mejor”. Bajo esas premisas se puso en marcha hace escasos meses, tras dos años de gestación y como una apues­ta a largo plazo. “Hemos estado limitados muchas veces por nuestra capacidad de imaginar nuevas respuestas y de hacer­nos nuevas preguntas, pero cada vez más nos atrevemos a hacerlo a lo grande y a tomar retos que hace 20 años nos pare­cían imposibles. Y está dando resultados. Organizaciones como Alpha tienen senti­do para hacer realidad estos moonshots”, sostiene Pablo Rodríguez, director de Alpha y uno de sus padres creadores.

Búsqueda de soluciones tecnológicas (tarjetas blancas) a una serie de problemas (tarjetas amarillas) en la preparación de un ‘moonshot’ de Alpha.

¿Y qué es un moonshot? “Un sueño que vives, que puede ser real”, afirma Rodrí­guez. Moonshot es el nombre que reciben los proyectos de Alpha, que deben reunir al menos tres (más una) características. Una: tener un gran impacto en la socie­dad, que afecte a más de 100 millones de personas. Se guían, entre otros, por los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por Naciones Unidas. Dos: que requiera un abordaje transformacional, no incremental. Tres: que afronte un pro­blema difícil de resolver, donde la ciencia y la tecnología tengan un gran valor que aportar. Más uno: si cumplen estas con­diciones, se plantea qué puede aportar Telefónica para resolverlo. Y se presenta el proyecto al consejo de administración para su aprobación.

El objetivo de Alpha no es hacer muchas cosas sino “muy pocas, muy bien y con mucho impacto”. De esas pocas cosas ya se conocen dos, sus primeros moonshots, uno en el ámbito de la salud y otro en el de la energía. “Son dos de los principales problemas de la humanidad y donde creemos que hay muchas oportu­nidades”, señala Rodríguez.

  • Salud bajo control

Con una población cada vez más enve­jecida y avances que aumentan la esperanza de vida, la incidencia de las enfermedades crónicas —principal causa de muerte en el mundo— sigue creciendo. Algunos tipos de cáncer, enfermedades del corazón, obesidad o diabetes son unas de esas enfermeda­des de la abundancia. Están estrecha­mente ligadas a nuestro estilo de vida: fumar, hacer poco ejercicio o llevar una dieta descuidada están entre sus princi­pales causas. Por eso, Alpha se propone el ambicioso reto de ayudar a las perso­nas a cambiar dichos comportamientos.

Un trabajador, con su portátil en la sede barcelonesa de Alpha.

“Creemos que tenemos el control pero realmente no es así. Hacemos muchas cosas y asumimos otras sin ni siquiera pensar”, afirma Oliver Smith, que dirige la estrategia de este moonshot. Smith comenta la importancia de los sesgos cognitivos que distorsionan nuestras percepciones y condicionan nuestras decisiones. A ello se dirige la familia de productos que están desarrollando, cuyo fin es facilitar que cada cual pueda asumir el control de su comportamiento diario. Tratan de combinar los avances en neurociencia, psiquiatría, psicología, informática móvil, aprendizaje auto­mático y ciencia de datos para lograr un profundo entendimiento de cómo somos, qué sentimos y cómo tomamos decisiones en función de la que sea nues­tra situación en cada momento.

Su primera aproximación es una apli­cación móvil conectada a dispositivos de medición de actividad, cuya primera versión esperan abrir este 2018. Smith pone un ejemplo: “Si estás tratando de consumir menos alcohol y sales con tus amigos, la aplicación te sugerirá que pidas un zumo, pero si tienes un mal día tal vez te diga que no te sientas mal si bebes, ya que una noche no lo va a arruinar todo”. Como idea suena bien pero ya hay muchas apps que dan reco­mendaciones genéricas de este tipo. Smith puntualiza que su producto está personalizado para cada uno y que ofre­cerá consejos precisos en el momento adecuado, a través del canal correcto y con el tono oportuno.

También buscan que la comprensión del sistema sea pasiva. Es decir, que sea capaz de entender lo que le sucede al usuario sin que este tenga que hacer nada. “Su efectividad vendrá determina­da por su capacidad para entender quién es cada persona, qué tipo de personali­dad tiene y si está normalmente triste o feliz, si está alta o baja de energías, si está teniendo un mal día, etcétera. Y así saber qué emoción es mejor pulsar en cada situación”, explica Smith. Para ello, Alpha trabaja con centros de investigación y universidades en el desarrollo de un estu­dio que les permita llegar a conclusiones a partir del cruce de datos entre cómo alguien usa su teléfono y los indicadores extraídos por un dispositivo de medición de actividad en el mismo instante.

Al contrario de otros espacios de innovación que intentan aparentar, Alpha tiene ciertos aires de austeridad. Las pocas distracciones visuales dejan paso a la concentración y al intercambio.

El otro moonshot de Alpha busca conectar a la red eléctrica a los próximos mil millones de personas. Nos habla de él Pablo Rodríguez, ya que en el momento de realizar este reportaje apenas acababan de contratar a su responsable. “Queremos facilitar el acceso a la energía a poblacio­nes de países emergentes que hoy están utilizando queroseno, velas, gas y otras fuentes de electricidad sucias e ineficien­tes”, asegura el director de Alpha. Mejorar la vida de personas “que emplean gran parte de sus ingresos en dar a sus hijos tres horas más de luz para que estudien por la noche o que necesitan energía para montar su pequeño negocio”.

  • Noventa días en el amazonas

Parte del equipo de Alpha ha pasado mes y medio en el Amazonas viviendo con familias, viendo cómo es su día a día, qué necesidades de energía tienen, y explo­rando desde las zonas más rurales y remo­tas hasta las periurbanas, que colindan con las grandes urbes. “Este gran apren­dizaje —señala Rodríguez— es clave para definir la ruta a seguir”. En ella tendrán un papel protagonista dos tecnologías: las energías renovables y las baterías y sis­temas de almacenamiento. “Queremos aprovechar dos tendencias: el abarata­miento de la energía solar —que permite la generación de energía local— y el de las baterías”. La estrategia es desacoplar la producción del uso mediante sistemas de almacenaje para no tener que depender de la disponibilidad de esta energía.

En cuanto a la distribución, Rodríguez asegura que “falta una visión de cómo reinventarla, cómo crear redes de ener­gía distribuidas aplicando principios de Internet que permitan abaratar el coste de llevar energía allí donde se necesita”. Habla de crear soluciones en cuyo pro­ceso de generación y transformación tengan un papel las personas, y crear una comunidad en torno a ello. La estra­tegia es trasladar la filosofía P2P, que se ha traducido en movimientos orgánicos de colaboración social —compartimos nuestros coches, nuestras casas— y que ha pasado del código abierto al block­chain y la descentralización basada en la confianza y en la reputación”.

Aplicado esto en el ámbito de la ener­gía, se traduce en la posibilidad no solo de generarla localmente sino de compartir los recursos sobrantes y generar, con ello, un sentido de comunidad. El reto, comenta Rodríguez, es escalar esta idea y llevarla a lugares donde sea muy fácil de usar y de mantener, y que sea seguro.

  • Genios de todo el mundo

Llegar hasta aquí, hasta estos moonshots, requiere entre seis meses y un año. Un equipo de seis personas se dedica en cuerpo y alma a escogerlos. Lo lidera Maurice Conti, un futurista que vino de Silicon Valley para hacer­se cargo del área de Innovación de esta fábrica. “Empezamos con entre 30 a 50 conceptos, ideas locas pero que también sean realistas”, señala el CIO de Alpha. Y siguen varias metodologías: investiga­ción, inmersión profunda, futurización (es decir, prever y concebir cómo será el futuro como vía para responder a qué se debe hacer ahora), visitas a organizacio­nes y centros de desarrollo, talleres con todo tipo de públicos, etcétera.

Antes de tomar la decisión final se aseguran de tener la mejor versión posi­ble del concepto. “Hacemos pruebas, creamos prototipos, pedimos valida­ción externa de los mayores expertos en el campo y, sobre todo, tratamos de echarlo por tierra con todo el entusias­mo posible y de todas las formas que se nos ocurran. Si no lo logramos, lo presen­tamos a la junta”, explica Conti.

Una vez aprobado el moonshot, comienza un proceso de reclutamiento para formar el equipo para un proyecto que puede extenderse entre cuatro y sie­te años y “que abre una oportunidad de negocio de varios miles de millones de euros”, según Pablo Rodríguez. Se esco­ge a un director de orquesta, que suele ser un profesional con un gran nivel de conocimiento en el campo a abordar; con capacidad emprendedora para lle­varlo al mundo real, a escala y de forma sostenible, y con aptitudes para crear equipos multidisciplinares.

En un mismo proyecto pueden con­fluir científicos con artistas, emprende­dores sociales, diseñadores e ingenieros. “Es un equipo diverso de genios de todo el mundo que trabajan juntos en un pro­pósito que los une”, comenta el fundador de Alpha. “Algunas personas aquí son increíblemente especialistas en su cam­po. Por ejemplo Thiago Simas, un experto en neurociencia computacional. Tal vez sea uno de treinta en su campo en todo el mundo”, comenta Peter Williams, direc­tor de Operaciones de Alpha.

A los empleados de esta factoría se suma una red de conocimiento de cerca de 250 personas que Williams considera clave: “Son individuos brillantes, cola­boradores con perfiles variados: desde premios Nobel hasta jóvenes universita­rios o miembros de la comunidad local”. Williams remarca que no tiene sentido pretender que todo el talento esté en su edificio y que no cree que una fábrica de moonshots pueda funcionar si se limita a sus propios empleados. Por eso espe­ra que Alpha siga ampliando su red de conocimiento.

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Fuente: El País