Hace siete años, alguien dijo que la socióloga estadounidense Amber Case (Portland, 1987) venía del futuro para contarnos en qué podríamos convertirnos si nos dejábamos seducir, sin reservas, por la tecnología. Fue después de una charla TEDx que la también definida como ciberantropóloga llamaba la atención sobre cómo los humanos estábamos dejando en manos de la tecnología demasiadas cosas importantes. La capacidad de memorizar, de recordar, de comunicarnos, de empatizar. Entonces, el uso de Whatsapp no estaba extendido, no existía Instagram y tampoco el concepto de imagen de marca aplicado a los individuos. Hoy, con todo esto sobre la mesa, Case reivindica volver a los básicos, a los objetos que duran; buscar espacios de reflexión y la tecnología calmada. Solo así, al recordar quiénes somos, podremos volver a conectar con nosotros mismos. “La naturaleza es la mejor diseñadora, tenemos que volver a inspirarnos en ella para vivir”, explicaba en su última visita a Madrid para la presentación de la nueva edición de la revista TELOS, de la que es portada.

¿Qué estamos haciendo mal?

Cuando me levanto por la mañana debo preguntarme si me dedico tiempo, si puedo meditar, dibujar, si escribo. Pero el caso es que mi día a día está tomado por las notificaciones del teléfono, del ordenador. ¿Entonces, qué tiempo de reflexión me reservo?

¿Y cómo resolvemos esto?

Dándonos espacios para pensar y viviendo experiencias reales. ¿Somos conscientes de la cantidad de alertas que nos rodean? Silencia el teléfono, desactiva las notificaciones. Ponlo en modo avión y decide tú cuándo quieres interactuar con él. ¡Recupera el despertador! Lleva un diario contigo, anota lo que haces, la gente con la que te cruzas, lo que te llama la atención. El cerebro sufre con la conexión constante. Haz un experimento si no lo crees: después de varias horas navegando, ¿serías capaz de recordar lo que has visto y cómo te has sentido?

Entiendo que la respuesta es que no…

MÁS INFORMACIÓN

No, así es, no se te queda nada en la cabeza. Y te preguntarás: ¿pero cómo puede ser, qué he estado haciendo tres horas?

¿La tecnología nos está fundiendo el cerebro?

La tecnología no es mala, pero su uso nos está desconectando y esclavizando. Llegamos a mirar el móvil de 1.000 a 2.000 veces al día. Tenemos que empezar redefiniendo nuestra relación con la tecnología: es una herramienta, muy útil, pero tiene que hacernos libres. El móvil es el nuevo cigarrillo: me aburro, lo miro. No mandes mensajes vacíos de emoción, invita a tus amigos a tu casa a cenar.

¿Observa alguna reacción en la sociedad ante esta hipnosis o vamos a peor?

Sí. Cada vez hay más casos de gente que necesita escaparse de esto, que ha estallado por la depresión, la ansiedad. ¡Muchos colegas tech se han ido a vivir a granjas, muchos incluso las han comprado! La gente necesita tener la experiencia de que está viviendo algo real. Y no es cuestión de romper con la tecnología sino de usarla de esta forma. Quizá podemos empezar ahora y evitarnos acabar en una granja.

O en un retiro de yoga o vipassana, que ahora se llevan mucho…

Sí, cuando hacemos algún retiro entonces nos damos cuenta de que tenemos tiempo para pensar (y muchas veces no nos gusta lo que vemos, nos angustia). Pero deberíamos poder hacerlo cada día, no condicionar estos espacios a tener dinero y poder pagar un retiro de yoga. Vivimos constantemente en atención parcial, nunca estamos presentes, por tanto no tenemos tiempo de reflexión.

Tampoco el horario laboral ayuda… al menos no en este país

La revolución industrial nació con ese concepto de que tienes que trabajar sí o sí más de 10 horas al día, pero con los móviles, además, sales y sigues trabajando. De ahí la importancia de desactivar las notificaciones, ¿acaso no nos merecemos tener libertad? ¿qué somos, robots sin derechos humanos? Esto es de locos y no debería permitirse. Francia lo ha limitado ya.

Pero entonces las empresas podrían decir que no somos productivos, o directamente que no nos gusta trabajar… 

Ni el trabajo ni la eficiencia mejoran la calidad de vida. Ser eficiente debería ser tener que trabajar menos. Y no solo trabajamos más sino que, como no estamos presentes, perdemos la noción del tiempo… Malo el jefe que considera que las horas trabajadas te hacen más o menos productivo. Nos vendieron que la tecnología nos haría la vida más fácil pero ahora trabajamos mucho más y tenemos menos tiempo de libertad.

Y esperamos a las vacaciones para tener esa libertad…

El problema de las vacaciones, cuando se trabaja de esta forma, es que en la desconexión uno se planta frente a una vida que no quiere. Repiensa su existencia entera, se promete que la va a estructurar, pero vuelve al trabajo y vuelve a no tener tiempo. Y el sistema nos exige ser creativos, innovadores, crear el futuro, pero la gente, sin espacios ni tiempo, sufre de ansiedad y depresión. Hay que parar y no solo en vacaciones. Antes lo conseguíamos, por ejemplo, leyendo un libro, pero cada vez se lee y se retiene menos, el cerebro se distrae.

Internet ayuda a conectar con más gente, a estar menos solos…

La sensación de estar conectado es como un espejismo peligroso. Te sientes solo, pero sientes que formas parte de un colectivo, por lo que no te dedicas tiempo. Y cuando por fin tienes tiempo para ti… te sientes fatal, porque te faltan experiencias auténticas. Al estar todo el rato conectados con otros nos olvidamos de que nosotros también contamos y nos merecemos tiempo en silencio, conectando con nosotros mismos.

Pero las redes ayudan a romper con la rutina, ver otros paisajes, países, restaurantes…

En redes tenemos que encajar, contarle a todo el mundo lo feliz que aparentamos ser. Pero no es auténtico, nadie se acuerda de ti cuando no publicas en redes. Internet es como Hollywood: en su caso, sin película de éxito no existes y en el mío, si no publico, no le intereso a nadie. Echo de menos las redes del principio de Internet, con pequeñas comunidades con gustos afines donde podías aún mucho más auténtico siendo anónimo.

¿Por qué cree que el anonimato en Internet nos hace más auténticos? ¿No sería al contrario?

Todos cargamos el peso de tener que ser la personalidad que hemos decidido construir y no puedes salir de ahí, tienes que alimentar tus redes. No me gusta la concentración de Internet que existe. Abogo por una red más distribuida, no monopolizada, con relaciones más auténticas entre las comunidades. Donde se pueda controlar mejor el abuso, porque a una empresa grande no le importas y no te va a proteger. Y sobre todo, donde no quepan las noticias falsas.

El tema de las noticias falsas parece imparable en este punto…

Claro, porque a los anunciantes les importan las visitas, pero cambiaría mucho la cosa si éstos tuvieran en cuenta la veracidad de una información antes de poner ahí su anuncio. Si les importara la verdad, no pagarían al medio que publica noticias falsas.

¿Qué necesitamos para vivir de forma más auténtica?

Necesitamos más humanidad en los servicios cara al público. Y tenemos que recuperar el valor de las cosas, cosas que duren mucho tiempo y que sirvan para todos no solo para gente joven con poder adquisitivo alto, pues parece que ahora solo se fabrica para este sector. La mejor tecnología tiene que ser la que más dure y la de mejor calidad, no la que cambia rápido

Escuchándola hablar pareciera que no tiene en cuenta que el sistema está hecho para fabricar, usar y tirar…

Sí, pero el mercado tiene que repensarse porque los recursos naturales se agotan. Si buscamos la calidad, subirán los precios, pero lo que compres durará más. Las calm technologies están dentro de este movimiento de parar para vivir mejor, más despacio, de forma más orgánica, más natural…

¿La clave está en volver a vivir en la naturaleza?

Si tuviéramos en cuenta la naturaleza, si la imitásemos, si nos inspirásemos en ella, haríamos mejores creaciones y seríamos mucho más felices. Ella es la mejor diseñadora, siempre lo ha sido. En este mundo industrial estamos muy aislados pero todavía podemos aprender mucho de la tecnología para mejorar nuestra calidad de vida.

Fuente: El País