Un genio sencillo, un padre exigente. Toda persona es una dualidad. Ingvar Kamprad (1926-2018), fundador de Ikea, quien falleció la semana pasada, construyó durante 75 años un gigante planetario de los muebles, pero también una saga familiar que mezcla lo épico y lo mundano. Del mito forma parte su memoria enciclopédica o su inmensa habilidad para los negocios. Johan Stenebo, uno de los principales ejecutivos de la firma durante 20 años, cuenta en su libro La verdad sobre Ikea que nunca ha conocido a nadie más inteligente. Igual de legendaria resulta su austeridad y la exigencia sobre sus tres hijos (Annika, la hija adoptiva de su primer matrimonio, está fuera del negocio). Pronto Peter (Agunnaryd, Suecia, 1964), Jonas (Agunnaryd, 1966) y Mathias (Stenbrohult, 1969) entendieron que aquel hombre de mirada caída y gafas perennes era un padre distinto.

Esa diferencia procedía de sentirse un superviviente de los avatares de su vida (como el alcoholismo), de su empresa y del pasado. Durante siete décadas, Ikea ha sobrevivido a revelaciones dolorosas: corrupción en Rusia, destrucción de bosques, espionaje de empleados en Francia o las conexiones de Ingvar con el nazismo en los años cuarenta y cincuenta. «El error más amargo de mi existencia», se excusará. Resulta casi imposible para una empresa de esa ambición no hallar fantasmas. Pero Kamprad admitió sus fallos y mostró en público su fragilidad. Ese día entró en la mitología sueca, un país que valora la humildad y admira su éxito.

¿Pero qué ocurrirá ahora? Con la desaparición de Ingvar Kamprad se pierde esa mítica y le suceden unos hijos que han crecido en un mundo diferente al de su padre. Ni siquiera se han criado en Suecia, sino entre Dinamarca y Suiza. Pese a todo, Peter, Jonas y Mathias comparten con su progenitor la pasión por la invisibilidad. Se conoce muy poco de ellos. Apenas aparecen juntos en público y cuando lo hacen está orquestado. Solo han concedido una entrevista. Fue en 1998, dentro de un libro (La historia de Ikea) que autorizó su padre. Las respuestas eran conjuntas: nadie sabe quién dijo qué. Ese año Ingvar revelaba su estrategia para la sucesión. «No quiero que mis hijos compitan entre ellos por el derecho a dirigir la compañía. Pronto o tarde, tendré que nombrar a uno». Nunca lo hizo.

Poco a poco, los hermanos fueron despojándose del peso de las decisiones diarias. El padre diseñó una compleja estructura societaria que protegía a la compañía de posibles disputas entre ellos, esquivaba los elevados impuestos suecos y la blindaba frente a operaciones hostiles. Buscaba la «vida eterna» de Ikea. Por eso a cada vástago le dio papeles diferentes en el destino del imperio. Un reparto dirigido por los intereses y las destrezas de cada hermano. Mathias —según varias fuentes— es el más sociable, vivaz y el mejor dotado de los tres para los negocios. Vive en Londres, al igual que Jonas; trabajó en Habitat (la firma de muebles creada por Sir Terence Conran que perteneció a Ikea hasta 2009) y entre 2004 y 2008 dirigió con talento la filial de la empresa en Dinamarca. Habla cinco idiomas y no ha pasado por la universidad. Sin embargo, su papel real en la compañía surge difuso.

MÁS INFORMACIÓN

Por sorpresa, en 2016 renunció a la presidencia de Inter Ikea, la organización propietaria de la marca y las franquicias. La justificación parecía clara. El hijo se apartaba del día a día para centrarse en otras responsabilidades. Una por encima de todas: construir —junto a sus hermanos— la estrategia a largo plazo de la firma y transmitir su cultura a las nuevas generaciones. Este mutis, sin embargo, genera dudas. Stenebo todavía cree que son ellos quienes dominan la compañía. «No fueron criados ni formados por su padre para entregar el control de Ikea a alguien ajeno a la familia», contó al periódico sueco The Local. «El padre desconfiaba de cualquiera que no pertenecía a ella».

Esas frases interpelan a Anders Dahlvig, uno de los lugartenientes de Kamprad y responsable de Inter Ikea Holding. «Es el presidente, aunque puede ser despedido en cualquier momento. No es una marioneta, pero está bajo el control de los hijos. Yo diría que Mathias es quien lleva el timón de Ikea», sostiene Stenebo. Es arriesgado aseverarlo. El fabricante sueco es una empresa donde la niebla se agarra a la tierra. Resulta difícil descubrir la imagen nítida. En principio, Peter, acorde con varios trabajos periodísticos, iba a reemplazar a Kamprad. Parecía incluso mejor candidato que Mathias. El mayor de los hermanos, casado y con dos hijos, encajaba en el lego de Ikea. Estudió economía en una prestigiosa escuela de negocios de Suiza y durante 12 años dirigió las finanzas de la compañía en Bélgica. Es minucioso, concienzudo y diestro para manejar los números. Sin embargo, algo sucedió.

Como bastantes familias que mezclan dinero, memoria y deseo, los Kamprad han sufrido amores contrariados. Según el libro Ikea: Moving to the Future, de Lennart Dahlgren, antiguo responsable del fabricante de muebles en Rusia, hubo un enfrentamiento en 2011 entre el fundador y sus hijos por el reparto del dinero. Una pelea que fue desmentida por la compañía, pero que encontró abrigo en los periódicos. Lejos del pasado, esta semana los hermanos hacían algo excepcional. Enviaron una declaración a varios rotativos suecos que transmitía compromiso y nostalgia. «Nosotros, sus hijos, le prometimos mantener su legado y hacer lo posible para garantizar que los valores y el concepto único de Ikea pervivan en el futuro».

La familia primero

La familia puede ser minoritaria en los consejos de las fundaciones (Stichting Ingka Foundation, Stichting Ikea Foundation y Stichting Imas Foundation) que manejan la empresa, pero todavía son los guardianes de Ikea. Peter, quien desde hace años vive con su mujer, Laila, en Tervuren (Bélgica), es el presidente del grupo Ikano. Un conglomerado de 7.300 millones de dólares anuales —según Forbes— que maneja la fortuna familiar. En su interior, un banco, una firma inmobiliaria y tiendas de Ikea en Tailandia, Singapur y Malasia. Aunque quizá sea Jonas quien guarda mayor parecido con su padre. Dicen que es el más creativo y el más reservado. Estudió Ingeniería Industrial y Diseño de Muebles en la Escuela Superior de Arte y Diseño (ECAL) de Lausana y se sienta en el consejo de Ingka (el holding que maneja el Grupo Ikea) y de Ikano. «Es una persona tranquila», dice Stenebo.

Esa discreción choca contra los días que llegan. Toca decidir. ¿Alcanzarán algún acuerdo con gigantes como Amazon o Alibaba dada su debilidad en el espacio online? ¿Permitirán la entrada de un inversor extranjero?», se pregunta un economista que ha trabajado para la compañía. «Son decisiones de la propiedad, no de sus ejecutivos». Pese a las brumas, diríase que Peter, Jonas y Mathias aún controlan el futuro de Ikea.

Fuente: El País