Es la señora que vende tacos, birrias y gorditas en la esquina. También el cincuentón en bicicleta que reparte garrafones de 20 litros de agua a los demasiado vagos para cargar el peso hasta sus casas. El quiosquero que lleva décadas con su puestecito de prensa. También los innumerables tianguis de venta de ropa, películas piratas y maquillaje. En México, seis de cada diez trabajan en la economía informal, sin protección social de ningún tipo. Una cifra que coincide casi exactamente con el 56% de la población que no tiene ni cuenta corriente ni nada que se le parezca. Una oportunidad que la banca y los fondos de capital riesgo quieren llenar con empresas emergentes del sector de las tecnofinanzas o fintech.

Hace un mes se pudo ver una muestra de ello. La empresa ePesos, una intermediaria entre las microfinancieras y los sectores no bancarizados fundada en 2014 y ganadora de Open Talent de BBVA en inclusión financiera, logró seis millones de dólares en una ronda de financiación. Esta inversión la lideró Santander InnoVentures, el fondo de capital emprendedor en tecnología financiera del banco, junto con aportaciones de VilCap Investments, Pomona Impact, Fiinlab de Gentera y Sorenson Impact Foundation, un fondo de impacto social de Estados Unidos que realiza su primera inversión en México. 

“Nuestro producto está diseñado para la base de la pirámide, para ese segmento de la población que no tiene acceso a servicios financieros, un número altamente preocupante en México”, explica al teléfono desde Monterrey, Estado de Nuevo León, Ariel Olaiz, responsable financiero de la empresa con un MBA de la Harvard Bussines School. «Lo que hacemos es trabajar con microfinancieras como Compartamos Banco para que puedan ofrecer y colocar créditos a sus clientes a través de nuestra tecnología y plataforma, que es totalmente móvil y a la que puedes acceder desde cualquier dispositivo con acceso a Internet”.

El análisis que hicieron es que mientras la penetración de la banca tradicional es muy baja, la de los teléfonos intelegentese Internet crece a gran velocidad. De las 112.8 millones de líneas móviles activas en un país con 120 millones de personas, el 85% son smartphones. “La gente tiene la tecnología, pero no acceso a servicios financieros”, continúa. “Nosotros queremos romper este paradigma”. Para ello digitalizan un proceso, el de las microfinancieras, en el que antes, para los prestatarios no bancarizados, se usaba dinero en efectivo y en mano.

Negocio en auge

Actualmente operan en el negocio fintech mexicano cientos de empresas. Según el último recuento realizado por la aceleradora Finnovista en junio de 2017, México es el primer lugar en empresas de tecnofinanzas en América Latina, seguido por el otro gigante en población de la región, Brasil. En total son 238 empresas, con 80 nuevas incorporaciones en los últimos 10 meses. Este sector concentra un cuarto de la inversión de capital riesgo en la región.

El país está ahora en el proceso legislativo de crear una ley que regule el fintech. El procedimiento se encuentra estas semanas en la Cámara Alta, con los legisladores contando con la colaboración y asesoramiento de las empresas. María Ariza, directora de la Asociación Mexicana de Capital Privada, aseguró durante un evento el pasado septiembre que desde 2010 los fondos han invertido ya 215 millones de dólares.

Para explicar el funcionamiento, Olaiz prefiere poner un ejemplo práctico. El usuario, que digamos tiene una tienda de ultramarinos –abarrotes en el vocabulario mexicano-, recibe 10.000 pesos, unos 500 euros, de una microfinanciera a través del monedero electrónico de ePesos. Con ese dinero en su cuenta de ePesos, puede mandárselo a otro usuario, pagar los servicios como la luz, el agua o el gas, que están incluidos dentro de la plataforma, hacer una transferencia a una cuenta tradicional o acudir a un banco de su red de colaboradores a retirar efectivo. Una vez gastado y cuando hay que empezar a devolverlo, se puede hacer tanto en la red de bancos colaboradores o en una cadena tipo Seven Eleven o Farmacias del Ahorro. Ellos no se encargan de revisar la documentación ni viabilidad del negocio, sino que quien lo lleva a cabo es la actividad microfinanciera. Para autodefinirse como empresa, Olaiz escoge el término carretera de pagos.

  • Competencia

Pero, ¿por qué un banco como Santander da dinero a una compañía que en un principio podría parecer que va a ser competencia? “Esto no puede mirarse con los ojos de que es competencia o si se van a quitar el negocio; esto es inevitable y o los bancos hacen esto o acabarán desapareciendo”, afirma categórico desde España Fermín Bueno, uno de los fundadores de Startupbootcamp Fintech, un concurso de startups fintech y de Finnovista y gran conocedor del sector en la región. “Santander prefiere canibalizarse y tener una presencia clara en los líderes fintech de la región; los players grandes saben que el futuro pasa por aquí y por eso los grandes promotores tienen fondos de capital riesgo”.

Las entidades financieras, argumenta Bueno, llevan décadas de operación y son entidades muy pesadas, muy reguladas, con unos sistemas informáticos y una cultura corporativa que no fomenta la innovación. Son los pequeños emprendedores los que pueden aprovechar la oportunidad de la digitalización del mundo del dinero para cubrir los segmentos no bancarizados. “Esto hace que puedan crear soluciones y modelos de negocio nuevos, inexistentes antes e inejecutables para las entidades financieras tradicionales”, sentencia, “la exclusión financiera ya no se soluciona con microfinancieras, sino con el apoyo a los empredendores”.

Fuente: El País