Denis K, un “genio de la informática”, según lo definen los investigadores, cayó detenido el pasado 6 de marzo en Alicante. El sospechoso —con doble nacionalidad ruso-ucraniana— había traído de cabeza a las autoridades policiales españolas, europeas, y de otros países del mundo como líder de una banda creadora de virus que atacaban a bancos rusos y de otras antiguas repúblicas soviéticas. Según cálculos de la empresa especializada de ciberseguridad rusa Kaspersky , los daños pudieron llegar a ascender a 1.000 millones de dólares.

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El detenido, residente en Alicante desde 2014, lideraba una banda que desarrollaba virus informáticos que se infectaban en los sistemas informáticos de los bancos y de las empresas propietarias de cajeros automáticos. Según explicó el comisario jefe de la Unidad Central de Ciberdelincuencia Rafael Pérez, la banda liderada por Denis K se infiltraba en los bancos para vaciar los cajeros a distancia, modificar cuentas haciendo transferencias de alto valor o alterar los saldos de las cuentas.

Transferencias a criptomonedas

El líder transfería los fondos a criptomonedas. Los investigadores creen que llegó a atesorar unos 15.000 bitcoins –que a su cotización actual valen más de 120 millones de euros, pero que a finales del año pasado se pudieron llegar a cambiar por casi 300-. El hecho de que los fondos estén en criptomonedas hace muy difícil su recuperación por la opacidad de estas divisas y la imposibilidad de acceder a ellas sin conocer la clave secreta que los guarda.

La banda liderada por Denis K tenía una doble estructura. Por una parte, el bloque técnico, liderado por el detenido, se ocupaba de diseñar los virus que eran enviados por correos electrónicos masivos haciéndose pasar por empresas con las que los bancos tenían relaciones. Una vez descargado, entraba en acción otro miembro de la banda responsable de escalar privilegios dentro del sistema informático. La otra pata del equipo la formaban las llamadas mulas, aquellos responsables de recoger el dinero en los cajeros automáticos hackeados.

Fuente: El País