El mayor éxito empresarial de los últimos tiempos está trabajando arduamente para solucionar los problemas derivados del mal uso de los datos de más de 50 millones de usuarios. Pero, sobre todo, la hasta hace poco brillante e indiscutible estrella de las nuevas tecnologías fundada por Mark Zuckerberg tendrá que trabajar mucho y duro para ganarse la confianza de los usuarios, algo básico en su modelo de negocio. No es la primera crisis en la gigantesca red social, pero esta vez ha adquirido tal dimensión global que sus directivos y sus usuarios son conscientes de que estamos ante un antes y un después. Primero, porque las autoridades regulatorias se van a tomar por fin en serio el diseño de un marco que proteja a los usuarios. Y después, porque estos ya han empezado a mirar los milagros de internet y la inteligencia artificial con ojos más críticos, algo que también han empezado a hacer los inversores.

Es sabido que la inseguridad es el mayor enemigo de los inversores y estos han empezado a dar al botón de venta. El efecto contagio, además, les ha llevado a hacerlo sin discriminar entre tipos de negocio eventualmente afectados por las amenazas de mayor regulación. Además de la empresa de Zuckerberg, Twitter, Netflix, Alphabet, Apple, Amazon y Microsoft han experimentado fuertes sustos durante las últimas sesiones, con un descalabro inicial de 320.000 millones de dólares respecto a sus valoraciones a cierre de la sesión del 16 de marzo, la última antes de desatarse la crisis de Facebook, que por sí sola se ha dejado casi el 20% de su capitalización.

La casualidad ha convertido la pasada semana en trágica para las nuevas tecnologías, y el atropello mortal a una peatona por un vehículo sin conductor en pruebas de Uber ha disparado alarmas también sobre los proyectos de conducción autómata. Y mientras hay proyectos de la aplicación de la inteligencia artificial que empiezan a chocar contra el realismo, compañías como la fabricante de tarjetas gráficas Nvidia, que se ha especializado en aquel ámbito, también ven llegar las órdenes de venta. Al tiempo, crece el volumen de las voces sobre las responsabilidades fiscales de otros gigantes ligados a internet, como Amazon o Netflix.

Los avances tecnológicos son imparables, y así ha de ser. Pero así como en la crisis de las puntocom de principios de siglo se llegó a despreciar la necesidad de que las empresas tuvieran beneficios, ahora nos encontramos con culturas empresariales que aún deben pisar el suelo. El empleo masivo de datos de los usuarios de la mano del big data y la nube y el enorme poder que pueden alcanzar los grupos tecnológicos requieren una reflexión global que va a desembocar, con toda seguridad, en el cambio de paradigma de un negocio destinado a cambiar nuestras costumbres.

Fuente: Cinco Días