Chris Hohn se hizo un nombre asaltando los atrincherados consejos de administración de las empresas europeas. Ahora el jefe del hedge fund activista TCI [accionista de Aena, Ferrovial y Atlantia, entre otras empresas] va a desplegar esas habilidades para un propósito más elevado. Planea votar en contra de los consejeros de empresas que no revelen cómo se verán afectados sus balances por el cambio climático, informó el domingo el Financial Times.

Hacerlo ayudaría al gobernador saliente del Banco de Inglaterra y nuevo enviado especial para el clima y las finanzas de la ONU Mark Carney a presionar por una mayor transparencia en torno a los riesgos financieros del calentamiento global. Sin embargo, para Hohn hay una delgada línea entre ser un pionero o un conejillo de indias.

El Grupo de Trabajo sobre Divulgación de Información Financiera relacionada con el Clima –del Consejo de Estabilidad Financiera–, del que Carney es un adalid, se basa en la noción de que con más información los mercados son más eficientes.

Si el organismo se sale con la suya, cada empresa no solo revelará sus emisiones de carbono, sino también un análisis de los riesgos que implicaría para su negocio un planeta más cálido, y qué activos podrían devaluarse por el paso a un mundo sin emisiones de carbono. Esto permitiría a los mercados separar mejor el grano de la paja, y valorarlos en consecuencia. Una mayor claridad podría traducirse en mayores múltiplos para los valores de los que Hohn es propietario, entre ellos la teleco Charter Communications, Airbus, Moody’s o la aseguradora de salud Anthem.

El problema es que esa claridad queda muy lejos. Carney, que el domingo fue nombrado enviado especial de las Naciones Unidas para la acción y las finanzas contra el cambio climático, afirma que empresas que juntas representan activos por valor de 120 billones de dólares ya apoyan la idea de la transparencia.

Pero en la mayoría de los sectores, la total transparencia sobre la resistencia estratégica –el área más importante– es limitada. Y a pesar de las advertencias de Carney, entre otros, sobre que la acción gubernamental debe hacerla obligatoria, eso no está claro todavía y quedan al menos 18 meses para que suceda, incluso en el Reino Unido.

Mientras tanto, el vínculo entre la transparencia y el éxito de la inversión no es directo. Incluso si todas las empresas divulgaran más información, el precio de las acciones de BP, por ejemplo, seguiría dependiendo en parte de si los políticos decidieran colectivamente abordar los riesgos climáticos fijando impuestos sobre el carbono y otras medidas ecológicas.

En un discurso pronunciado en octubre, Carney citó un estudio del Banco de Inglaterra y Pricewaterhouse­Coopers que encontró una correlación positiva entre los precios de las acciones de las empresas y la cantidad de información relacionada con el clima que divulgan.

Para Hohn, por su parte, presentar la inversión activista como parte de la solución al problema climático es un buen marketing. Especialmente porque tiene la virtud de ser verdad.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: El País