En un año complejo y marcado por las crisis geopolíticas, el sector exterior español está demostrando una fortaleza creciente y consolidada, que le ha permitido sumar una nueva cifra récord en su volumen de ventas. El año terminará con unas exportaciones por valor de más de 280.000 millones de euros, una cifra que deja atrás el máximo histórico alcanzado en 2017. Durante los duros años de la crisis, el sector exterior se convirtió en uno de los escasos motores de la economía española. Impulsadas por la necesidad de buscar otros mercados y dado que el consumo interno estaba reducido a mínimos, las empresas apostaron por volcarse en el exterior y tratar de aumentar cuota de mercado en el competitivo terreno del comercio internacional. La clave para afrontar ese reto fue un ejercicio de disciplina en recorte de costes y salarios que exigió un fuerte sacrificio, pero permitió recuperar terreno en materia de competitividad.

El escenario presente no es comparable al de la crisis en términos macroeconómicos, pero ofrece una suerte de tormenta perfecta alimentada por conflictos geopolíticos, ofensivas proteccionistas y un entorno de apreciación del euro que está encareciendo sustancialmente las ventas en el exterior. Mientras la salida de Reino Unido de Europa constituye un proceso todavía plagado de incógnitas, con una factura que será especialmente abultada para Londres pero que también acusará la economía europea, la guerra comercial entre EE UU y China planea como una negra sombra sobre la evolución de las previsiones de crecimiento mundial, pese al acercamiento realizado en la pasada reunión del G20 en Argentina entre Donald Trump y Xi Jing Ping. A ello hay que sumar las dificultades de algunas de las economías emergentes, que están acusando la aún suave, pero tangible desaceleración que está sufriendo la economía mundial.

Es en ese escenario adverso donde el músculo de las exportadoras españolas ha mantenido, y aún aumentado, la velocidad de crucero, pero tienen ante sí el reto de seguir creciendo en cuota de mercado. La fórmula para llevarlo a cabo incluye apostar por mantener controlados los costes productivos para seguir creciendo en competitividad, pero también contar con un marco más flexible tanto fiscal como laboral que permita a las compañías exportadoras ganar en tamaño. Si la primera tarea es responsabilidad de las propias empresas, la segunda compete al Gobierno y a una agenda de reformas estructurales que España tiene pendiente todavía de completar.

Fuente: Cinco Días