La digitalización impacta en la economía, transforma la sociedad, impulsa el empleo. Estudios realizados en 2017/18 por IDC, Gartner, Forrester y nuestra compañía coinciden en que el aumento de la productividad y la conectividad global son –someramente– los grandes beneficios de la transformación digital.

Para muestra, un botón. Según IDC, Salesforce, la empresa de software de gestión empresarial nativa en cloud, creará 3,3 millones de empleos hasta 2022, directamente y con sus partners. Entre 2018 y 2022, dice IDC, los clientes de Salesforce generarán, en términos de PIB, 859.000 millones de dólares. Salesforce es una multinacional con presencia en muchos países y en cada uno de ellos aportará al PIB local. Salesforce ofrece muchas soluciones tecnológicas en cloud; todas ellas conexas, componen lo que Klaus Schwab, fundador y presidente del World Economic Forum, denominó The Fourth Industrial Revolution (2016) y ahora añade que esas tecnologías de la digitalización están Shaping the Fourth Industrial Revolution (2018), con impacto tangible en ventas y empleo. En el caso de Salesforce, hasta 2022, los sectores más beneficiados por sus tecnologías serán el financiero (164.000 millones de dólares en facturación y 585.000 nuevos empleos) y la industria manufacturera (159.000 millones de dólares y 638.000 puestos de trabajo).

Como dije, Salesforce es solo un ejemplo. La gran pregunta es qué sucede si metemos en la ecuación todo el sector tecnológico (hardware, software, conectividad, internet, telecomunicaciones, infraestructuras, etc.) y todas las tecnologías de la digitalización para ver el impacto en la economía real y en las empresas y en la sociedad de la transformación digital.

Según los estudios que hemos realizado, una mayoría de españoles no han oído hablar de la digitalización o la transformación digital. Eso sí, la penetración del smartphone es del 111% (INE, Eurostat), el 74% tiene ordenador conectado a internet en el hogar y el 98% de nuestras pymes están informatizadas (Radiografía de la pyme de Sage España, en colaboración). Pero, según el Observatorio de la digitalización de Vodafone, solo el 14% de las pymes y autónomos españoles, que son el 99,88% del tejido empresarial español, tiene un plan para digitalizar su empresa. En el caso del 0,12% restante, las grandes empresas, el 48% sí tiene planes de digitalización que ayudan a mejorar la eficacia y eficiencia de los procesos internos.

¿Qué significa la digitalización? La adopción por parte de las empresas de big data, inteligencia artificial, machine learning, cloud computing, internet de las cosas, economía compartida, analítica predictiva, el uso de plataformas y redes, robótica, impresión 3D… son conceptos que buena parte de la población general desconoce y aún son patrimonio de los expertos, hoy. Sin embargo, la adopción de un país de estas tecnologías con cientos de empresas proveedoras (Apple, Intel, Facebook, Amazon, HP, Oracle, SAS, IBM, SAP, Cisco, Telefónica, Microsoft, Sage, Indra, etc.) puede transformar económica y socialmente una nación.

Por eso, The World Economic Forum (WEF) habla de la cuarta revolución industrial: la primera, la de la máquina de vapor; la segunda, la de la electricidad y el motor de combustión; la tercera, la de la computación, que es la más cercana y la madre y el padre de la cuarta: la computación (TIC e internet), revolucionó la economía en la década de los noventa.

En Estados Unidos, siendo presidente Bill Clinton, el impulso de la computación (ordenador, impresora, teléfono móvil, todos conectados a internet y software de gestión empresarial) hizo que, entre 1993 y 2001, se crearan 24 millones de empleos nuevos de calidad. El PIB creció al 5% y las consecuencias para el comercio mundial, transporte de mercancías, transacciones financieras, etc., dieron lugar a la globalización, hoy objeto de debate entre el mundo desarrollado y los emergentes: simplificando, el mayor problema es el traslado de producción y empleos manufactureros de los países ricos a los pobres, debido a los menores costes laborales, causando desafección de la población hacia el sistema y la globalización y despertando proteccionismo, populismo y guerras comerciales. Tendemos a olvidar que las TIC sacaron a millones de personas de la pobreza en India, China o Vietnam, por ejemplo. Schwab, McAffe, Ruchir Sharma, Richard Baldwin…, premios Nobel de Economía que han estudiado el impacto de las TIC en la economía (Soslow, Spence y, este año, Paul Romer) dicen que las nuevas tecnologías digitales son disruptivas. Como lo son las revoluciones.

La cuarta revolución industrial no es una excepción. La automatización de producción y procesos, el uso de plataformas digitales, genera ansiedad en millones de trabajadores que temen perder su empleo, sustituidos por un robot. Y lo mismo le pasa al CEO, a quien la inteligencia artificial le pasa por la izquierda. La solución es sencilla: educación, formación en las nuevas capacidades profesionales que serán requeridas no ya en el futuro laboral, sino en el presente.

EE UU es la nación más competitiva del mundo (WEF, 2018) gracias a las TIC y la digitalización. Tanto Clinton en los noventa como Obama en 2009 unieron al sector público y la empresa privada para formar a los trabajadores en las nuevas tecnologías. Costó dinero: a Obama, una inversión de 100.000 millones de dólares en 2009/11 para formación TIC y otros 400.000 millones en 2012/16, en digitalización. Estados Unidos no ahorró costes, sabiendo que “lo barato, a veces, sale caro”. La inversión en educación TIC-digitalización a millones de trabajadores (2009-2018) ha rendido sus frutos en América: 15 millones de nuevos empleos y PIB del +4,1%. La tendencia continúa al alza.

Jorge Díaz Cardiel es Director de Advice Strategic Consultants. Autor de ‘Digitalización y éxito empresarial’ y ‘Digitalización, productividad y competitividad’

Fuente: Cinco Días