Es difícil no ver las tensiones de estos días entre EE UU y China a través del prisma de la guerra comercial. Tal es el caso de la prohibición por parte de un tribunal de Fuzhou de la venta de algunos modelos de iPhone pocos días después del arresto de una directiva de Huawei en Canadá. El momento elegido por los reguladores de EE UU para reavivar la preocupación por las auditorías en China también parece curioso.

Todos son asuntos que vienen de lejos. Hace casi seis años que se informó por primera vez de los vínculos entre Meng Wanzhou, jefa de finanzas de Huawei, y una compañía que intentó vender equipos embargados al mayor operador inalámbrico de Irán. Las acusaciones contra ella, y los esfuerzos de extradición relacionados, también son consistentes con la forma en que los funcionarios de EE UU han perseguido a los supuestos infractores del bloqueo a Teherán.

Algo similar puede decirse de las demandas de patentes que afectan a Apple y el fabricante de chips Qualcomm. Se extienden por todo el mundo desde hace años. El fallo del lunes afecta a ciertas características de versiones antiguas del iPhone. Apple ya ha cargado contra las conclusiones y ha iniciado la apelación.

Y los guardianes del mercado y la contabilidad de EE UU llevan más de una década despotricando contra la opacidad de los contables chinos. Una misiva publicada el viernes dice que se han hecho pocos progresos en la inspección de las auditorías de 224 empresas de China cotizadas en EE UU con un valor de mercado total de 1,8 billones de dólares. Es posible que se reclame más información a Alibaba o Baidu, o que se les apliquen restricciones.

Es demasiado fácil creer que los motivos de esta coincidencia son políticos: las tensiones comerciales también están creando daños colaterales generalizados en otros lugares. En cualquier caso, demuestra la interdependencia tecnológica entre ambos países en cuanto a suministros, mano de obra, ingresos y capital. También es una prueba de que no hace falta un bazuca para dañar a Apple o Alibaba. Hay muchas formas más sutiles de infligir dolor.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

Fuente: Cinco Días