“La información coyuntural más reciente muestra un cierto agotamiento del fuerte crecimiento del consumo de bienes duraderos”, afirma el servicio de estudios de la institución. Y para demostrarlo el informe toma tres indicadores. Por una parte, los datos de comercio al por menor de bienes de equipamiento del hogar, cuya evolución ha llegado a caer cerca de un 2% durante 2017 tras haber avanzado a tasas de casi el 6% en buena parte de 2014, 2015 e, incluso, 2016. Por otra parte, las pernoctaciones hoteleras de nacionales también se resienten a finales de año y descienden ligeramente frente al incremento de los últimos tres años.

Por último, la brecha entre el stock de bienes duraderos que se desea y el que se ha adquirido ha vuelto a estar en negativo después de tres años en positivo. Es decir, según los indicadores del Banco de España, los consumidores ya tienen colmadas sus necesidades de este tipo de productos.

Durante la crisis, muchos ciudadanos retrasaron sus decisiones de compra a la espera de una mejora de la economía. Las compras que responden a bienes de primera necesidad aguantaron. Pero las adquisiciones de vehículos, electrodomésticos, muebles, reformas o viajes se pospusieron por miedo a perder el empleo. En consecuencia, el ahorro se disparó por precaución. Una vez acabada la crisis, esta “demanda embalsada” se desató y propulsó la recuperación, retroalimentada por una robusta creación de empleo. “Durante la etapa recesiva, el gasto en bienes de consumo duradero retrocedió un 4,8%, 2,6 puntos más que el conjunto del consumo, mientras que en la fase expansiva aumentó un 6,2% en promedio anual, 3,7 puntos más de lo que lo hizo el gasto total”, indica el documento. En cambio, “el gasto en los de primera necesidad ha mostrado oscilaciones cíclicas mucho menos marcadas, registrando tasas medias anuales del –0,7% en las fases de caída y del 1,3% en el auge”, concluye.

Aunque los salarios sean más bajos, un parado que logra incorporarse al mercado de trabajo siempre supone un incremento del gasto mucho mayor que si esa renta se repartiese entre varios que ya trabajan. Combinado con la caída de los tipos de interés, el desplome del precio del petróleo y una rebaja fiscal, esta espiral virtuosa hizo que la actividad creciese por encima de lo que esperaba cualquier analista. Entre 2014 y 2016, todos los organismos y casas de análisis tuvieron que revisar al alza sus previsiones de crecimiento para España. Y lo hacían una vez tras otra. Sin embargo, ahora este ciclo podría empezar a perder algo de fuerza.

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“A finales de 2016, de acuerdo con el modelo estimado, se habría cubierto la demanda embalsada a lo largo de la crisis, de manera que no cabría esperar que este factor siga actuando de dinamizador del consumo agregado de las familias en el corto y medio plazo”, avisa el Banco de España.

Las proyecciones de la entidad publicadas la semana pasada ya anticiparon que habrá una «menor intensidad de la creación de empleo» en 2018. Y por este motivo las familias también moderarán su consumo. «La propensión marginal a consumir es menor cuando las rentas laborales tienen su origen en un aumento de salarios reales que cuando proceden de la generación de puestos de trabajo, lo que tenderá a atenuar el dinamismo del gasto de las familias», remachaba. Con la incertidumbre añadida de Cataluña, esta conjunción de factores hará que, en opinión del Banco, la economía crezca el año que viene un 2,4% frente al 3,1% que ha pronosticado para 2017.

La otra cara del fuerte aumento de la demanda doméstica ha sido, por una parte, la proliferación del crédito al consumo, que se ha elevado un 5,1% durante los últimos doce meses frente a la caída del 2,8% en el saldo hipotecario concedido por la banca. Y por otra, la disminución del ahorro, que se sitúa a la mitad del pico registrado durante la crisis y cerca de sus mínimos históricos. Estas dos rúbricas demuestran que el consumo había estado creciendo incluso por encima de las rentas generadas. Es decir, ponen en duda que este motor pueda sostener tanto dinamismo durante mucho más tiempo.

Fuente: El País