El bailarín Fabrice Edelman, de rostro afilado y barba de cobre, hace precisos y sinuosos movimientos con sus brazos y sus piernas, como si cada uno tuviera vida propia. Al hilo de su evolución corporal van brotando sonidos, o palabras de los proverbios del poeta William Blake cuya sonoridad también puede modificar con su cuerpo. La enigmática presencia de Edelman es un instrumento musical, una máquina de retorcer versos.

Estamos en las instalaciones de la Compañía Nacional de Danza (CND), donde el Instituto Stocos tiene una residencia y ensaya su nueva obra, El matrimonio del cielo y el infierno, basada en la obra homónima del poeta Blake (1757-1827), precursor del Romanticismo inglés. La conexión metafísica entre el bailarín y los efectos sonoros no es fruto de la magia (una disciplina, por cierto, muy del gusto de la época de Blake y del propio Blake), sino de la tecnología: el cuerpo de Edelman lleva sensores en brazos y piernas y así sus movimientos pueden regir lo que se escucha. Lo profetizó Arthur C. Clarke: “Cualquier tecnología suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. Es el caso de esta danza que produce fenómenos asombrosos.

“Con esta tecnología hasta el gesto más mínimo puede disparar un sonido, lo que hace que el que baila tenga una autoconciencia corporal aún mayor de lo habitual”, explica la bailarina Muriel Romero, coreógrafa de la pieza y fundadora del Instituto Stocos junto con el compositor Pablo Palacio.

Un momento del espectáculo ‘El matrimonio del cielo y el infierno’.

En este Instituto investigan las relaciones entre el gesto corporal, el sonido y la imaginería visual, para ello combinan danza, música electroacústica, psicología cognitiva e inteligencia artificial. “Buscamos que la presencia de los bailarines se expanda a otras modalidades sensoriales”, explica Palacio. Se podría decir que exploran nuevas sinestesias: “¿Cómo puede sonar un movimiento?”, se pregunta el músico, “¿cómo captar la esencia de un movimiento y transmitirla a un rayo láser?”. Desde estos enfoques la tecnología llega a todos los ámbitos de la vida y también de las artes: hay robots que escriben poesía o pintan cuadros, aquí los cuerpos danzantes se funden con las máquinas para realizar nuevas creaciones y convertir unas percepciones en otras.

Los artífices del Instituto nos muestran un vídeo en el que los movimientos de un bailarín se convierten en bel canto: sus muñecas están conectadas con la voz de sopranos y los tobillos con la de tenores. En uno de sus anteriores trabajos, Piano & Dancer (2016), la bailarina Romero interactuaba con un piano mecánico. De alguna forma tocaba el piano sin tocarlo, solo con su baile. “El piano corporeizado como realidad aumentada de las cualidades expresivas de la danza”, según definen. En Phantom Limb (2014) una serie de redes neuronales artificiales también servían para conectar la danza, el sonido y el vídeo generativo interactivo. ¿Es Muriel Romero una bailarina posthumana, cuya evolución ha dejado lo biológico para avanzar por lo tecnológico? Podría ser.

Imagen tomada durante un ensayo de la obra ‘El matrimonio del cielo y el infierno’.

Además, el Instituto Stocos es el socio español del consorcio europeo WhoLoDance (Whole Body Interaction Learning for Dance Education): se trata de crear una base de datos que recoja todos los paseos de danza, recogidos de bailarines sensorizados (o en vídeos de precisión) mediante técnicas de captura de movimientos. Por ejemplo, Muriel Romero ha provisto a la base de datos de los pasos básicos de las disciplinas clásica y contemporáneas. El proyecto también incluirá el flamenco, la danza tradicional griega y otros géneros del continente. “También se trata de preservar la herencia cultural europea”, dice Palacios.

  • Nuevas posibilidades en el escenario

¿Podrá coreografiarse a través de la máquina gracias a la tecnología WhoLoDance? De hecho, ya se puede. “Tiene la ventaja de que los pasos se pueden combinar, ralentizar, segmentar, observar desde diferentes ángulos”, dice Romero. La limitación es que por el momento solo permite simular un bailarín y no un cuerpo de baile completo de varios, lo que permitiría mayor riqueza espacial de la coreografía.

El Instituto Stocos ofrecerá un seminario sobre el proyecto WhoLoDance (desarrollado dentro del programa de Industria Comunicación y Tecnología Horizonte 2020) en el Centro Internacional de Artes Vivas, en las Naves de Matadero Madrid, los días 17 y 18 de abril. Además, la obra El matrimonio del cielo y el infierno se podrá ver en las mismas naves del 14 al 22 de abril. Una obra cuya temática además viene al pelo a esta disciplina. “Tiene que ver con la mezcla de cuerpo y tecnología”, dice Pablo Palacio. “Blake ya propuso una serie de ideas revolucionarias para su época: una inteligencia sin cuerpo, la razón que proviene de la energía corporal, etc, superando la tradicional división platónica o neoplatónica. También esa idea propia de la Ilustración de la división entre observador y observado, entre la mente y el cuerpo”, explica. “Aquí se une la abstracción tecnológica, el procedimiento analítico, con la experiencia concreta e intuitiva… como el cielo y el infierno”.

MÁS INFORMACIÓN

Fuente: El País