Berlín, Fráncfort y Bruselas decretaron recortes y reformas para salir de la crisis con la promesa de completar la eurozona más adelante: el palo quedó claro, pero la zanahoria no aparece. La última excusa del Norte de Europa es que no habrá medidas para compartir riesgos hasta que haya medidas claras de reducción de riesgos: los activos dudosos en la zona euro se han rebajado en más de 100.000 millones en el último año, y aun así la zanahoria sigue desaparecida. Alemania parece dispuesta a dar algún paso en la buena dirección; el resto de socios del Norte, capitaneados por Holanda, se niega en redondo. El FMI se ha metido este lunes en ese espinoso debate con una propuesta que va en la línea que piden Bruselas y París, pero también Madrid y Roma. «Con un coste relativamente modesto, una capacidad fiscal anticrisis podría reducir un 50% del impacto negativo de una crisis en uno de los Estados miembros», ha dicho Lagarde en un discurso en campo contrario: en Berlín.

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Lagarde ha citado los «vientos en contra» que amenazan la recuperación mundial: el ascenso del populismo y «la visión cortoplacista del proteccionismo». Y ha subrayado que si Europa quiere convertirse en una de las «brújulas» para navegar las agitadas aguas de los riesgos geoeconómicos, no tiene muchas alternativas: debe unirse más. El FMI reclama un paso adelante en la unión bancaria, con un fondo de garantía de depósitos común: tampoco ahí los acreedores se fían y se oponen, de momento, a esa medida. Y sobre todo recomienda activar un «mecanismo fiscal central», una «capacidad fiscal»: el Fondo evita llamarlo por su nombre, un presupuesto anticrisis del euro, porque sabe de primera mano que hay varios países que se oponen por razones ideológicas a ese keynesianismo de nuevo cuño. Pero esa es la idea.

El francés Emmanuel Macron apenas ha esbozado su propuesta, a la espera de pactar con Alemania. Bruselas presentó en marzo su proyecto: una capacidad fiscal que se active cuando el paro rebase una determinada cifra, para mantener los niveles de inversión pública cuando lleguen las vacas flacas y a cambio de comprometerse a hacer reformas.

Frente a ese esbozo, el FMI da algunos detalles extra del diseño que prefiere. Reclama contribuciones del 0,35% del PIB de cada país, y apunta que solo se podría activar en los socios que cumplan las reglas fiscales: todos los países de la UE tienen a día de hoy un déficit público inferior al 3% del PIB salvo uno, España. Y lo más importante: el Fondo sugiere que ese mecanismo anticrisis podría endeudarse. «Contribuiría a suavizar el ciclo económico y mejoraría el funcionamiento de la unión monetaria, en especial cuando la política monetaria es insuficiente», ha apuntado Lagarde, que ha precisado que el nuevo fondo funcionaría como una especie de seguro: «Los países pagarían una prima durante las coyunturas favorables según los beneficios que reciban en las coyunturas desfavorables».

«Es algo similar a elevar el costo del seguro tras un accidente de coche. Esto ayudaría a evitar que se generen transferencias permanentes», una de las grandes obsesiones de Alemania, según afirmó Lagarde en una charla en la sede del think tank DIW. Europa luchó contra la crisis solo con estímulos monetarios: el FMI sugiere que es imprescindible una mejor combinación de políticas fiscales y monetarias para reforzar la resistencia de la zona del euro y prevenir así otra crisis. La OCDE, el G-20, el BCE y la mayor parte de los economistas del Atlántico Norte están de acuerdo en que ese es el enfoque. Pero nadie sabe cómo ponerle el cascabel al gato.

Fuente: El País