El norte de China, donde se encuentran las grandes ciudades de Pekín, Qingdao y Tianjin, asi como toda la gran provincia industrial de Shandong, ha sido siempre deficitario en recursos hidrológicos. En consecuencia, se viene resintiendo desde hace décadas de esta carencia, que provoca en 11 provincias de esta zona, lo que se llama “stress hidrico”, ya que dispone de menos de 1000 m3 de agua por habitante y año El problema para la Administración es que en esas 11 provincias, se concentra el 45% del PIB de China.

El déficit de agua Norte-Sur alcanza extremos importantes, ya que el 80% del agua de China esta en el sur, para el 50% de la población. El Gobierno chino ha puesto en marcha el gran proyecto de un trasvase gigantesco de 45.000 millones de m3 de agua desde el sur hacia el norte, por tres vías: la Este, la Central y la Oeste. La vía Central del trasvase y la Este, eran las mas urgentes, pues suministran agua a la capital Pekín, a Tianjin y también a la provincia de Shandong. En ellas se han concentrado todos los esfuerzos inversores, y su puesta en servicio, aprovechando en parte el viejo Gran Canal, se ha iniciado en 2014. La vía Oeste ha quedado aplazada ya que debería realizarse en el Tibet, en la cabecera de los dos ríos mas importantes de China, el Yangtze y el Rio Amarillo, con consecuencias internacionales importantes en las relaciones con el resto de paises del sudeste asiático, aunque se ha puesto como excusa la alta actividad sísmica de la zona, donde deben realizarse las obras.

Esta inmensa obra, que, en su trasvase central, une ya el sur con el norte a través de 1.155 kms de canales, embalses y estaciones de bombeo, ya está aportando a Pekín 11.000 millones de m3 de agua, lo que cubre 2/3 de sus necesidades de agua domestica y 1/3 del total necesario en la gran ciudad. Se calcula que el agua viaja durante 15 dias hasta llegar al punto final, donde se acumula en depósitos públicos, se vierte en manantiales subterráneos y llena lagos y ríos, hasta ahora secos.

El rio Yangtze, origen de estas aguas que se trasvasan, ya sufrió hace décadas el impacto ambiental de la construcción del mayor proyecto hidroeléctrico de la historia: la presa de las Tres Gargantas. Millones de personas tuvieron que abandonar sus pueblos y ciudades, se destruyeron tierras de cultivo, pastos y granjas sin número. Los lagos, charcas, humedales y demás acuíferos perdidos fueron miles. Todos los informes posteriores, señalaron un importante aumento de la contaminación del rio Yangtze aguas abajo. Ahora, décadas después, comienza una nueva agresión a este rio, con el enorme trasvase comentado, que reducirá de forma sensible el caudal del mismo, aumentando aún más la contaminación de sus aguas.

La consecuencia inmediata de este trasvase en las provincias y ciudades del Norte, ha sido el incremento del consumo de agua en particulares e industrias. Se ha perdido el foco en el ahorro de agua y en el tratamiento de aguas residuales e industriales para su reutilización, aspectos que venían siendo impuestos por la escasez hasta este momento.

No se ha actuado sobre la contaminación de los manantiales subterraneos. En el norte de China, el 50% de esas aguas están contaminadas, incluso para el uso industrial. Como referencia, digamos que en Europa, se recicla el 80% de las aguas de uso industrial, frente a solo el 50% en China.
Las autoridades han reaccionado subiendo el precio del agua trasvasada para reducir el incremento del consumo, pero parten de una situación difícil de gestionar. Los servicios públicos en China son tradicionalmente muy baratos: el agua, la recogida de basuras, la ausencia de tasas de reciclado, etc, imponen un panorama de precios baratos para todos estos suministros e impuestos locales. Cobrar un precio realista por el agua consumida es difícil e impopular, no digamos ya, cobrar un precio disuasorio. Así vemos, que son los ayuntamientos como el de Pekín, los que pagan el agua y no repercuten el precio real al consumidor.

Se alzan ya voces ecologistas en China, que llaman a comparar los impactos positivos en el PIB de este proyecto, con los gastos en impacto ambiental que esta originando. La conclusión para ellos, y ya se escuchan algunas voces oficiales en la misma dirección es: Invertir en desalación, en reciclado y en depuración de aguas industriales en las provincias del Norte. Reparar o hacer nuevas redes de distribución y recogida de aguas en los pueblos y ciudades, que disminuyan el enorme ratio de perdidas que existe hoy en dia en esas red de tuberias.

No hace muchos años, que los países europeos, entre ellos España, acometieron esta tarea de mejorar sus redes de saneamiento y distribución de agua en las ciudades. El sistema de concesiones, sobre todo, fue el motor de este proceso, y por ese mismo camino debería moverse China, que en los últimos años viene frenando lo que fue una via de éxito entre 2005 y 2015, cuando se aplicó con éxito la concesión privada a las instalaciones de Depuración de Aguas Residuales. Bien es verdad, que nunca se pudo entrar con la iniciativa privada en el sistema de distribución de aguas porque la ley en China no lo permite. Un cambio en esta materia mejoraría enormemente los malos ratios de perdidas que actualmente tienen en sus redes de agua, y permitiría disminuir los consumos y por tanto los trasvases de agua desde el sur hasta el norte.

El tradicional gusto de la Administracion china por los proyectos faraónicos, viene siendo una constante histórica. La presa de las Tres Gargantas, el gran Trasvase Sur-Norte, y mas recientemente, la Nueva Ruta de la Seda, son casos típicos de esta visión y no siempre son los planteamientos adecuados para China. Probablemente hoy en día, los nuevos gobernantes se los replantearían en alguna medida. El nuevo slogan: “Conservar y no Trasvasar” que ya usa la nueva Administracion China es un claro indicativo de la nueva visión que ha impuesto el presidente Xi Jinping.

Manuel Rodriguez Fernández es Ingeniero Industrial y Consultor de Negocios para China

Fuente: Cinco Días