El puerto de Barcelona vive un momento dulce. Las cifras del año 2017 batieron récords en todos los indicadores: con un tráfico total de más de 61 millones de toneladas y un crecimiento anual del 26%, ya es el puerto que más crece de Europa.

Las ganancias de la entidad y la reducción de su deuda animan a nuevas inversiones. Una de ellas será la ordenación de los cruceros que pasan por el puerto barcelonés, un acuerdo al que han llegado el Ayuntamiento y Port de Barcelona para concentrar las terminales de cruceros en el muelle Adosado, un espacio escondido que limita la presencia de los grandes barcos en la ciudad.

La reordenación de los cruceros pasa por aglutinarlos en un mismo sitio. En la actualidad hay ocho terminales en las que pueden atracar hasta nueve cruceros a la vez. El acuerdo reduce el número de terminales a siete, que podrán tener siete barcos al mismo tiempo. Aunque el nuevo proyecto suprimirá las terminales para embarcaciones pequeñas, se construirá una zona donde amarrarán cruceros de gran cabida, así que no se descenderá el número de cruceristas, que el año pasado llegó a 2,7 millones de pasajeros.

El proyecto prevé que entre 2022 y 2023 se terminen los usos comerciales y las operaciones de cruceros y ferris en las terminales más cercanas a la ciudad, las de Maremàgnum y Drassanes. En 2026, cuando termine la concesión de la terminal norte, también se suprimirán los usos comerciales de la zona norte y este del muelle de Barcelona. Así, las grandes embarcaciones acabarán concentradas en el muelle Adosado, y el puerto vivirá una transformación urbanística que abrirá al público no solo los muelles de Drassanes y Barcelona, sino que también creará una nueva bocana de 14.000 metros cuadrados de espacio para la ciudadanía.

“Desde el ministerio vamos a acompañar al ayuntamiento y al puerto en este acuerdo, yo sé lo importante que es para una ciudad que un espacio como el puerto sea accesible”, recalca el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna.

El rediseño de la terminal de cruceros era una prioridad de Barcelona en Comú, el partido con el que la alcaldesa Ada Colau ganó las elecciones municipales en 2015. Ante un número de visitantes por mar que parecía “excesivo”, era necesario limitar la presencia de los cruceros para frenar el malestar de organizaciones y entidades sociales.

300 millones para accesos ferroviarios

Los accesos ferroviarios al puerto de Barcelona, una obra pendiente, han sido en los últimos años un desencuentro en las relaciones entre el Ministerio de Fomento y los gestores de la infraestructura catalana. Recientemente, el ministro Íñigo de la Serna, calificó de “joya de la corona” al puerto barcelonés, y anunció que retomaría el estudio inicial sobre esta obra. Para ello, duplicará el presupuesto previsto y llegará a los 300 millones de euros aunque no hay fecha para su ejecución. El nuevo proyecto incluirá un trazado de doble vía con ancho mixto para las vías ibéricas e internacionales. Esta novedad obligará a replantearse los accesos viarios, un proyecto que empezó en 2014. A la espera de las tramitaciones, el ministerio explica que Adif implantará el tercer hilo en el actual acceso ferroviario.

Sin embargo, los responsables del puerto aseguran que la actividad de cruceros se está estabilizando, y que Barcelona, el cuarto puerto mundial en esta actividad, se consolida como un puerto base: aunque todavía son mayoría los barcos que solo hacen escala en la ciudad, crecen con fuerza los turistas que llegan a Barcelona, pasan unos días de visita y luego se embarcan en un crucero, o al revés, que aprovechan que el destino final es la capital catalana para visitar más la ciudad. Además, en 2017 el aumento de cruceristas se notó especialmente en temporada baja, mientras que en los meses de más afluencia turística los visitantes por mar bajaron.

Desestacionalizar
Este cambio de tendencia, según el presidente de Port de Barcelona, Sixte Cambra, “es un éxito en el objetivo de desestacionalizar la actividad”. Aunque los cruceristas solo representan el 8% de los turistas que pasan por la ciudad, su impacto económico es muy importante para Barcelona: gastan el 20% de lo que gastan todos los turistas.

Según un estudio reciente de la patronal CLIA, en 2016 cada pasajero generó 518 euros de facturación, un 20% más que dos años antes. Los usuarios de cruceros, con un poder adquisitivo mayor que otros turistas, son también muy importantes para la actividad hotelera y contribuyen a la creación de empleo: en 2016, según el informe, el sector contribuyó en la creación de 9.056 empleos.

Fuente: Cinco Días