El caso del Banco Popular ha desballestado muchas verdades oficiales sobre la eficiencia del rescate bancario ejecutado desde 2012. La comparecencia del gobernador Luis Linde ante la comisión de investigación parlamentaria de la crisis financiera se centró el martes en la crisis del Banco Popular. Linde fue prudente, técnico y debió ahorrar datos (sobre la cuantía de la liquidez oficial pedida y prestada), por secreto profesional.

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Dada esa prudencia, inquieta más su diagnóstico de qué habría ocurrido si la entidad del Opus no hubiese hallado comprador, el Santander. En ese caso, afirmó, “habría entrado probablemente en liquidación”, con “una pérdida para todos los acreedores, entre ellos los depositantes”, y “es muy dudoso que el Fondo de Garantía hubiese tenido fondos suficientes” para afrontar esas pérdidas. Ese escenario “hubiese sido catastrófico para España y para nuestra economía, menos mal que no se materializó”, concluyó.

Eriza los pelos que, cinco años después del rescate general financiero, el verso dejado suelto, el Popular, hubiera podido objetivamente provocar ¡una catástrofe!

Así que el rescate no fue tan total y radical como se adujo. La solución no fue “exhaustiva e integral”, como se vanaglorió en el Congreso el ministro responsable. Peor: Linde dudó sobre si fue correcto no intervenir en 2012 el banco, inyectándole recursos y/o transfiriendo ladrillo a la Sareb: “Uno se pregunta si realmente eso fue una decisión buena o mala”, porque “era un problema demasiado grave y demasiado importante quizá como para salir adelante por su cuenta solo”.

El rescate no fue desde luego tan rápido, pues dejó un fleco —a lo que se ve peligrosísimo— potencialmente radiactivo hasta un lustro después. Del Popular, Linde sacó la lección de que “hay que adelantarse a los acontecimientos”. Lo que a todas luces no hizo el ministerio cuando en 2012 secuestró de facto al supervisor la responsabilidad sobre las cajas en crisis, y pese a que en igual foro se puso como ejemplo de “actuar con prontitud”.

Y además, el problema que vino a encauzar no estuvo tan “fundamentalmente concentrado”, limitado a las cajas. Pues el que fue uno de los grandes bancos, nada menos que el más rentable de España, quedó también atrapado —aunque con efectos retardados— por culpa del mismo virus que los demás: “El inmobiliario era su principal riesgo”, certificó Linde.

Otras presuntas virtudes del rescate han ido quedando en entredicho en anteriores sesiones de esta interesante comisión investigadora. La presunta transparencia tuvo más de indiscreciones ministeriales que de otra cosa. La eficacia administrativa, de erosión institucional, sobre todo en perjuicio del Banco Central. La prometida gratuidad para el contribuyente se ha convertido en una factura de decenas de miles de millones, aún por ultimar.

Y hasta la especie propalada por el ministerio de que Cataluña/Caixa fue el peor de los casos fue desmentida el martes por Linde: “El de Bankia era un problema mucho más grave que el de La Caixa (…) mucho más grave en todos los sentidos, (…) era la mitad del problema de la crisis bancaria”. Olé, torero.

Fuente: El País