Prestar es el pan y la sal de los bancos. Sin embargo, las autoridades monetarias dan poca levadura para que la masa crezca. Justo cuando parecía que las cosas iban a cambiar (endurecimiento monetario con subida de tipos de interés), el BCE ha apagado el horno para que siga frío. Todo en torno al crédito parece una llanura. Esa es la sensación que da cuando se traza cualquier gráfico sobre evolución del crédito y condiciones de demanda y oferta de financiación.

Se ha debatido muchas veces sobre el papel del crédito en los procesos de recuperación posteriores a una crisis. Lo que está sucediendo estos años en España y buena parte de Europa tiene algo de crecimiento económico con escaso crédito, pero esto está pasando en un entorno financiero adulterado y requiere un análisis más profundo. Coinciden varias tendencias que apuntan en direcciones contrarias y que, sumadas, producen una sensación de inmovilidad crediticia.

Por un lado, los tipos de interés permanecen muy bajos, lo que debería ser un estímulo para la demanda de crédito. Sin embargo, ni los salarios ni las expectativas de renta acompañan. Además, algunos hogares y empresas anticipan (aunque habría que confirmar empíricamente hasta qué punto) que los tipos de interés reducidos no son eternos y que conviene aliviar la carga de la deuda mientras que esta situación permanezca, realizando amortizaciones anticipadas de la misma.

Algunos de estos agentes contrajeron estas deudas cuando los tipos de interés eran significativamente más elevados y, por lo tanto, han podido experimentar los beneficios para su carga de deuda de las bondades del Banco Central Europeo. Todo esto hace que el stock de crédito siga cayendo, porque incluso cuando hay flujos de crédito nuevo, suelen ser menores que las devoluciones de deuda.

Aun así, existe un mínimo de financiación crediticia que, en cualquier economía, es necesario para sostener la contribución de la inversión al crecimiento. El BCE lo proyecta para el conjunto de la eurozona y, en estas semanas, ha sentido una presión muy importante para mantenerlo. Ha constatado que el crecimiento económico se resentía y que esa situación le pillaba con el paso cambiado, iniciando el desmantelamiento de su expansión cuantitativa. Así que ha decidido abortar (retrasar) los planes y, al mismo tiempo, preocuparse de rellenar los vasos de liquidez a largo plazo que ahora comienzan a vaciarse. De ahí ese nuevo programa TLTRO-III, que no es otra cosa que un mecanismo estabilizador que prolonga la expansión cuantitativa.

¿Qué dicen los datos sobre crédito en España? ¿Qué cabe esperar de la financiación de las entidades financieras españolas a corto y medio plazo? Esta misma semana, el Banco de España ha publicado los datos sobre financiación a empresas y familias. En el enlace que da acceso a los datos, señala que “el crédito a familias crece un 0,4% en febrero en tasa interanual y la financiación a las empresas un 1,7%”.

Esto, siendo cierto, precisa de ciertos matices. Porque, en realidad, los préstamos bancarios a empresas han disminuido un 1,1% en tasa interanual en febrero y lo que ha aumentado son los valores representativos de deuda un 10,9%. El flujo efectivo neto de financiación que entró a las empresas en febrero fue de 2.763 millones. Pero el saldo de los préstamos a empresas sigue adelgazando. En cuanto a las economías domésticas, el grueso de su financiación, la destinada a vivienda, ha descendido.

El saldo del crédito a vivienda cayó un 1,1% en febrero en tasa interanual. Sí aumentan “otros créditos”, principalmente los de consumo, hasta un 5%. Pero la suma de ambas tendencias refleja un flujo negativo de financiación de 1.566 millones de euros a los hogares en febrero. De nuevo, una llanura, aunque con ligera pendiente descendente.

Cabe preguntarse qué esta sucediendo con los factores de oferta y demanda. Es ilustrativo el análisis que el Banco de España realiza en su encuesta de préstamos bancarios de enero (última disponible) en la que compara esas condiciones con las que el BCE ofrece para la eurozona.

E indica que “las condiciones generales de los nuevos préstamos se suavizaron de forma generalizada, tanto en nuestro país como, más moderadamente, en el conjunto de la eurozona”. Pero también que “la demanda de crédito en España se habría reducido en el segmento de financiación a las sociedades y en el de los préstamos a hogares para adquisición de vivienda, y habría dejado de crecer en la destinada a consumo y otros fines”. Esta relativa depresión de la demanda tiene seguramente que ver con la desaceleración económica y la caída de expectativas. De ahí la necesidad de reavivar la llama (por pequeña que sea) antes de que se apague. Por eso, la expansión cuantitativa continúa.

Los bancos son actores que viven esta situación con particular dificultad. La presión regulatoria y la lógica prudencia en la gestión del riesgo hacen que no puedan relajar más los estándares crediticios. Y con los tipos de interés en zona fría, poco margen pueden generar en la financiación crediticia. Es una situación que no puede prolongarse indefinidamente. Y no solo por los bancos. Todos los agentes están condicionados por esta excepcionalidad monetaria y financiera. Es una hipótesis tenebrosa pero no descartable que nos hayamos acostumbrado tanto a la anormalidad financiera que no podamos salir de ella o que nos vaya a costar mucho tiempo hacerlo, transitando por esta llanura del crédito.

Santiago Carbó es catedrático de Economía de Cunef y director de estudios financieros de Funcas

Fuente: El País