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«Los mares en calma no hacen marineros hábiles». Es su frase preferida a la hora de hablar de retos en marcha. Con ella termina las conferencias y conversaciones que versan sobre el desarrollo del continente africano, ese gran desafío. El modo en que este se produzca va a marcar la agenda internacional en los próximos años, asegura. Y África, para Carlos Lopes, economista y Alto Representante de la Unión Africana para la Negociaciones con Europa, se va a transformar de un modo veloz. Ya lo está haciendo.

Lopes (1960, Canchungo, Guinea Bissau), que fue también Secretario General de la Comisión Económica de Naciones Unidas para África (UNECA) entre un extenso currículo, ha venido desde Ciudad del Cabo, donde habita y es profesor (Mandela School of Public Governance), a hablar de su libro, África en transformación. Desarrollo económico en la edad de la duda, (editorial Catarata). Ha construido la obra alrededor de ocho claves que él considera imprescindibles para la metamorfosis del continente. Son retos que deben acometer los propios africanos, asegura. Por tanto se trata de una suerte de aviso para navegantes: cambiar la política, respetar la diversidad, encontrar y comprender el espacio propio de tal política, transformarse estructuralmente a través de la industrialización, aumentar la productividad agrícola, revisar el contrato social, adecuarse al cambio climático y beneficiarse de la llamada economía azul e incorporar y saber aprovechar las relaciones con China.

Pero antes de nada comenta Lopes que las narrativas sobre África que se usan (que usamos los periodistas) no son adecuadas porque tienden a ser engañosas, debido a la escasez de datos reales, a las percepciones negativas sobre su papel en la historia y a las visiones simplistas que se cuelan por doquier y están ligadas a menudo a la falta de estudios comparativos.

En Madrid, en una visita organizada por Casa África, habló con agentes de la Cooperación Española (un sector que, contará luego, debe transformarse), con las sectoriales de la CEOE y con distintos medios, en un momento en que la gran noticia económica africana es la firma del Tratado de Libre Comercio Africano (AfcFTA). La misma tarde de la entrevista, Nigeria, la gran potencia continental, se sumaba a la firma del acuerdo (y Benín, muy influenciado y dependiente de Nigeria, a continuación). Faltaba (y falta) Eritrea: “Es nuestra Corea del Norte, no tiene gran importancia económica”, dice. Con ello son ya 54 de los 55 países. “Es un paso muy grande para África. Se convierte en el mayor mercado sin fronteras del mundo”, comenta con entusiasmo en una de las salas de la Redacción de El PAÍS. “Es el acuerdo más grande en número de países, de personas afectadas e incluso en términos de volumen, aunque no comercial. Un esfuerzo considerable y entre africanos… En el futuro, en diez años, y dado que soy Representante de la Unión Africana, uno imagina que se podría firmar un acuerdo como el reciente de MercoSur entre Europa y África. Eso sería un mercado que engloba a un tercio de la humanidad… y es posible”.

Las narrativas sobre África que se usan no son adecuadas porque tienden a ser engañosas, debido a la escasez de datos, a las percepciones negativas sobre su papel en la historia y a las visiones simplistas

Pregunta. Hablando de mercados, usted matiza que la relación de África con China no es tal, que en realidad la estamos alimentando los medios, porque las inversiones o ayudas chinas en África sólo representan el 4% de las que tiene en todo el mundo…

Respuesta. Bueno, sí, hay estadísticas de infraestructuras que parecen fabulosas: 20 aeropuertos, más de diez mil kilómetros de vías férreas, 10 puertos, miles de kilómetros de autopistas… Existen. Pero todo esto tiene que ponerse en contexto. Y este es el exceso de capacidad de las empresas de construcción chinas que reciben subvenciones del Estado para poder trabajar en el exterior, en África… Se trata más bien de protegerlas, de protección de su empleo, de su existencia. Una parte de su producción ya no es necesaria en China, por dos razones. La primera porque tiene ya exceso de infraestructuras en muchas regiones, y la segunda y más importante porque China tiene ahora la obligación de responder a los retos medioambientales, por presión de su propia población… y no puede más usar las tecnologías que no son limpias y estas empresas…

P. Y estas, las no limpias, ¿se van a África?

R. Claro. Nos quedamos con infraestructuras que no están adaptadas a las exigencias de sostenibilidad. Pero hay una demanda tan grande en África, que la posibilidad de tener alguna es mejor que nada.

P. Seguramente ya le han preguntado mucho sobre ello, pero siempre que se habla de África es importante, ¿cuál es su posición respecto a la ayuda al desarrollo…?

R. Dos menciones. Como economista, tengo que subrayar que toda la Ayuda al Desarrollo del mundo hacia África es menos de un 1% de la fiscalidad africana… Así que, primero, con un poco más de eficacia de los aparatos de colecta de impuestos en un continente que tiene un nivel de actividad informal comercial muy alto; un poco de transformación estructural permitiría avanzar mucho, colectar más impuestos y en un porcentaje más alto que la Ayuda al Desarrollo. Esto para situar el volumen. Pero no se trata de dejar de tener tal ayuda sino más bien de que hay que transformarla en algo estratégico. El tipo de ayuda del pasado no tiene ya sentido. Lo que hace falta hoy en día, que África se está industrializando y tiene retos muy grandes, comerciales, ecológicos, de tipos de educación y creación de capacidades… estos retos deberían ser la prioridad de la Ayuda al Desarrollo, para que ese cambio estructural le permita a África marchar por sus pies.

P. ¿Y el segundo punto?

En el futuro, en diez años,  uno imagina que se podría firmar un acuerdo como el reciente de MercoSur entre Europa y África

R. Tenemos un problema de diagnóstico muy grave… Si uno mira el África de que se habla, parece conocida por números, pero es más bien una proyección. Los números que cuentan para hacer un diagnóstico son tres. Los primeros datos son los de la Economía, nacionales con estándares internacionales… Y solo 16 países tienen sus cuentas nacionales con datos actualizados. Lo que significa que hay una aproximación sobre la economía africana, su estructura, tamaño, etcétera. La segunda serie de datos, muy importante, es conocer a las personas. Con censos de población o registros civiles. Pero el 60% de africanos no tiene ningún documento de identidad según el Fondo de Naciones Unidas para la Población (PNUD). Y la tercera es conocer el territorio. Solo un 1% de las tierras están registrada en los catastros. No se conoce la tierra, ni la gente, ni la economía… ¿Qué es lo que se conoce? Proyecciones. Y no tener buena capacidad de diagnostico aumenta considerablemente el riesgo. Un inversor que tenga interés en el continente no tiene datos seguros. Este es un problema gigantesco. Y no me perdí, esto es para responder a las prioridades de la ayuda al desarrollo. Ella debería preocuparse de esto.

P. ¿Pero no cree usted que el problema de la Ayuda al Desarrollo es que además desincentiva al final de todo el proceso a los inversores públicos o privados? Suele ser ayuda ligada. Y en sectores que demandan muchas inversión: infraestructuras, hospitales, escuelas…

R.  Hay mucha perversión. Y no es porque exista un pacto para disminuir el riesgo y permitir que el sector privado pueda hacer mas inversión. Si fuera eso aún sería estupendo. Esto es lo que hacen los chinos… Lo que sucede es que hay una industria de la Ayuda que tiene sus defensores y que no quieren mudar de paradigma. Esta industria depende políticamente de sus defensores en los países donantes pero también en los receptores. En África tenemos dos tipologías de regímenes en este momento. Un grupo de países reformistas; en la clasificación del Banco Mundial del año pasado, hay tres africanos: Yibuti, Ruanda, Togo… Luego en los países que más crecen, también entre los diez del mundo, seis africanos, etcétera. Estos hacen reformas. Participan en la discusión sobre transformación. Y luego existe otro grupo que son los que viven de la renta. Y esta es de dos clases. La renta de los commodities y la de la ayuda al desarrollo. El comportamiento es igual: no transformar, el quedarse con el ranran, vivir sin esfuerzo de una fuente que alimenta el gasto público. Puede ser alimentación o petróleo. Este es el 80% del gasto público nigeriano, por ejemplo. Pero el petróleo representa solo el 10% del PIB de Nigeria, esto quiere decir que el otro 90% no pasa por transacciones públicas, no paga impuestos, porque no les interesa, porque es un régimen rentista. Vive de esa renta, no hace esfuerzo para modernizarse. Lo trágico es que hay países africanos que se comportan con la Ayuda al Desarrollo de la misma forma. No es petróleo pero como si lo fuera.

P. Para poder enfrentarse a todos estos desafíos y acometer reformas en gobernabilidad, infraestructuras, industrialización que tiene África, los gobiernos tienen que hacer un esfuerzo tremendo. Pero no parece haber tanto relevo político como sería deseable… Por ejemplo, en Camerún…

R.  Pero, eso son las excepciones. En los últimos 24 meses tuvimos 19 cambios de líderes, uno casi cada mes y medio. Es muy fuerte. Muchos de estos líderes del cambio vienen de la calle… Lo que pasa con países como Camerún y otros es que están bastante aislados de la transformación estructural. Hoy en día, con el poder de la comunicación, de los teléfonos, la población joven… antes no tenía ejemplos africanos de lo que querían y ahora te dicen ‘por qué hacen esto en Ruanda y en mi país no…`.

P. Estos cambios de líderes son cambios dentro de un marco institucional estable o por el contrario estos son alteraciones del marco institucional…

Eric Quaye Ade, un pescador ghanés en las aguas del Golfo de Guinea, donde ha trabajado durante casi veinte años.Eric Quaye Ade, un pescador ghanés en las aguas del Golfo de Guinea, donde ha trabajado durante casi veinte años. AFP

R. En un capítulo del libro, Cambiar la política, comento que aún no estamos en lo que es deseable pero es una indicación de que hay dinámicas de contestación y de cambio. Eso no significa que ya estemos en lo deseable. Lo resumo en una frase: ‘Deberíamos hacer una africanización de la democracia y no una democratización de África…’. La idea es que la democratización de África implica importar modelos pero sin respetar aspectos propios que son fundamentales, así que en plan provocador yo diría que para la transformación estructural hay necesidad de hacerla un poco como se hizo en Asia. Y lo que se hizo allí no es posible sin un grado de centralización de las decisiones más amplio del ejemplo europeo.

P. Es sorprendente cuán democráticos son a veces los órganos locales en el continente, en cada pueblo, aldea hay siempre foros…

R. Hay que apropiarse de todo esto que es muy nuestro. Es lo que yo llamo africanizar la democracia. Lo más importante de la calidad de la democracia es el respeto a la diversidad, si un régimen logra esto, todo lo relacionado con etnias, lo racial, la desigualdad… Si logra resolverlo, la calidad de la prestación gubernativa es más aceptable. Es lo que hacen países como Mauricio, Botswana, Cabo Verde, Ruanda, que lo está intentando… Fue el problema principal de Etiopía. Cómo hacer para que la calidad de la democracia no se limite a convocar elecciones. Lo que importa son los valores democráticos, que eso sí son universales. Pero no el tipo de instituciones, que son prestadas. Lo que dice Paul Kagame [presidente de Ruanda], y esta es su teoría, no la mía: ‘Hay un tiempo para la democracia consensual y hay otro para la democracia competitiva’.

Los retos comerciales, ecológicos, de tipos de educación y creación de capacidades en África… deberían ser la prioridad de la Ayuda al Desarrollo

P. Los tiempos políticos son distintos en los distintos países, hay que tenerlo siempre en cuenta. Cada uno tiene una situación diferente. Especialmente difícil es ahora la zona del Sahel. Aparte de la influencia del cambio climático, de la incapacidad o de la necesidad de transformación interna, todo el tema del yihadismo, terrorismo, puede afectar mucho al desarrollo en conjunto.

R. El problema del Sahel para mí va más lejos. Es el problema del pastoralismo. Todos los países tienen problemas de integración de los pastoralistas en la economía moderna. Todos. Es un problema sociológico, de integración. Ellos son los primeros afectados, en términos de disposición, porque no tienen una tierra fija. Y por eso tienen que encontrar otras formas de suprevivencia y una de ellas se llama yihadismo. Es una estrategia de supervivencia. Son muy fáciles de captar.

P. En el libro habla del desplazamiento al Sur, de cómo el Sur está adquiriendo influencia, pero ¿Europa se está enterando de todo lo que pasa en el Sur, de la transformación en ciernes o vivimos aún en formato neocolonial?

R. Creo que los problemas internos de los estados europeos les tienen distraídos. Hay un problema de envejecimiento y de fertilidad y esto impide la manutención del sistema de protección social actual… Hay que encontrar otras fórmulas y eso es una transición difícil, porque al tiempo tenemos la transición tecnológica y la climática o ecológica. Esto crea una dinámica disruptiva muy fuerte que dificulta la relación de Europa con sus socios. Y esa falta de discusión sobre el modelo de cambio en sus relaciones con los demás crea el populismo. Es muy fácil para los populistas usar la migración. Y lo digo así sin dudarlo. Sólo un 6% de los africanos que migran a Europa lo hacen ilegalmente, eso quiere decir que el otro 94% que llega lo hace legalmente. Por tanto, vamos a arreglar el problema, 6% no es mucho. Lo que se ve en el Mediterráneo es parte de ese porcentaje. No es un número que sea imposible de arreglar. Estamos hablando de una población anual de unas 300.000 personas y eso es perfectamente reglable y es posible políticamente con la ayuda de la Unión Africana….

P. Pero ante el drama de las muertes del Mediterráneo, la Unión Africana, incluso los embajadores… no dicen nada, no protestan, ¿es que no tienen nada que decir al respecto? ¿Por qué?

R. La parte humana es muy sentida en África. Pero no se puede hablar con toda la libertad. Porque de hacerlo habría que hablar claramente de cosas que interferirían en la relaciones con Europa. Por ejemplo, se podría decir, yo puedo, porque soy académico, podría decirse que los centros de detención en Libia o en otros lugares son contra el derecho internacional… Existen porque hay un problema gigantesco que fue creado por la forma como se hizo la intervención contra Gadafi, en contra de lo que quería hacer la Unión Africana… Es un tema delicado políticamente, por eso es mejor no hablar para no crear una fricción con Europa. Ese es el punto uno. El punto dos, que es un poco más cínico, es que África se beneficia de la migración. Todos. Las remesas están en alza histórica…

P. Pero también la ayuda al desarrollo que se disfraza de dinero como compensación, por ejemplo, Marruecos, Senegal…

R. Claro… es un sistema de incentivos perverso. Vamos a tener 80.000 millones de dólares de remesas de migrantes en el continente. La ayuda total de Europa a África está alrededor de 20.000 millones. ¿Cuál es lo más interesante?

Miembros del equipo de la Fundación de Radio Infantil 'Bigger than Life' con sede en Alexandra se sientan en una sesión de capacitación el 16 de marzo de 2019 en Johannesburgo.Miembros del equipo de la Fundación de Radio Infantil ‘Bigger than Life’ con sede en Alexandra se sientan en una sesión de capacitación el 16 de marzo de 2019 en Johannesburgo. AFP

P. El que marcha, si le va bien, ayuda… Si el proceso se hace bien beneficia a todos..

R. Se podría manejar. Pero no se habla de lo bueno. Hay más migrantes chinos en Europa que africanos. Pero no se habla de eso. Además está esa idea falsa de que cuando se desarrolla un país ya no hay migrantes. Esa idea de ‘vamos a ayudar a África porque si no van a venir’. La movilidad no funciona así. Los que migran no son los más pobres.

P. Otro tema mencionado en su libro es el gran potencial que tiene África con respecto a la economía azul. Es decir, como el continente puede aprender de todo lo que se ha hecho mal en Europa en industrialización, en turismo… No cometer los mismos errores de desarrollo.

La falta de datos es un problema gigantesco. Sólo 16 países de los 55 africanos tienen sus cuentas nacionales con datos actualizados. Un inversor trabaja con proyecciones

R. La ventaja de los atrasados es que no necesitan hacer lo mismo que los demás hicieron para llegar donde están. Se puede adoptar inmediatamente la última tecnología, el último desarrollo.. No tiene sentido hacer industrialización con energía fósil … En la economía azul, tenemos un potencial muy grande porque en África aún no está destruida su capacidad en muchos sectores. Pero se necesita una estrategia y esta es parte central de la agenda del UA, la agenda 2063. Es una oportunidad grande para el continente.

P. Desde el punto de vista del contrato social, África tiene que adaptarse a sus grandes necesidades sociales. ¿Qué país de los 55 de continente lo está haciendo bien? ¿Ghana es el modelo?

R. Sí, lo es. Hay muchos países que lo están haciendo bien. Se habla de Ruanda, de Etiopía, no se habla tanto de Namibia… O de un país como Togo que tenía niveles sociales muy bajos y en cinco años ha hecho una progresión espectacular. Y otro como Mauritania, que ha cambiado muchísimo, aunque se suele hablar sobre él solo de esclavitud. Logró cambiar. En el libro, cuento que estamos en una ruta donde la solidaridad entre generaciones tendrá una dimensión más y más global porque la juventud va a estar en África y el resto del mundo será viejo. El capital de juventud es un bien común. Y solo se puede entender si existe una solidaridad intergeneracional más allá de las fronteras nacionales. Por ejemplo, vamos a tener mucha necesidad de cuidados. Con máquinas se podrá hace una parte importante, pero los cuidados son humanos. La Agenda 2030 de Naciones Unidas es igual a los principios filosóficos de Rousseau: cuidar del planeta y de las personas. Se necesita un contrato social amplio.

Fuente: El País