El movimiento punk adoptó en los años setenta la famosa frase de la película Llamad a cualquier puerta, de Nicholas Ray: “Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cadáver”. Pero cada vez vivimos más, hay menos jóvenes y más población jubilada en relación al número de trabajadores. Necesitamos un sistema de pensiones lejos del nihilismo punk. En países como España, los números recuerdan una y otra vez (con crisis o sin ella) que el sistema no es sostenible en sus parámetros actuales.

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Estamos hablando de un pilar sagrado. Nueve millones y medio de pensionistas son muchos votos y recorridos vitales que respetar y cuidar. Esto impone demasiadas cautelas políticas. Es un problema futuro con poca cabida en un ciclo político. Pero la evidencia de caída de la tasa de sustitución (los ingresos que quedan para la pensión en relación a los del trabajo) y de que el sistema no cuenta con financiación suficiente es abrumadora. No podremos cambiar la realidad que impone la demografía del envejecimiento ni siquiera si se trabaja en la dirección de solventar los pilares macroeconómicos de sostenibilidad.

Aunque se alcanzara el pleno empleo, se redujera la precariedad laboral, aumentara la fecundidad o mejorara la productividad, la relación de jubilados-trabajadores va a seguir creciendo ¿Cómo pueden los españoles protegerse de esta caída cuasi inevitable en la tasa de sustitución? Quien afirme que el sistema se sostendrá con más solidaridad o cualquier otra fórmula no conoce los números o pretende confundir. Tampoco es posible que la solución sea fuera del sistema contributivo con impuestos a la banca u otras medidas injustas y temporales que generan otros desequilibrios.

Es prioritario desterrar las predicciones más agoreras de que las pensiones desaparecerán. Siempre las habrá, la lucha estará en hacer que sean dignas. La sostenibilidad comienza por el conocimiento. Por eso, el plan del Gobierno para que los españoles de más de 50 años conozcan su prestación futurible no sólo no debe retrasarse, sino que debe ampliarse a un espectro poblacional más amplio. Favorece enormemente la previsión. Los planes privados no serán un sustituto pero sí un elemento complementario ineludible. Y probablemente volverá a estar sobre la mesa la propuesta de una edad de jubilación más tardía, más flexible y en función de las necesidades individuales. Todo ello podría hacer el sistema más justo intergeneracionalmente.

Por supuesto, convendría transformar también el método de contribución. Entre otras propuestas, la de cuentas nocionales es particularmente atractiva porque se trata de apuntes contables que actualizan el valor de la pensión en cada momento y, por lo tanto, sirve para planificar y contribuir en directo durante toda la vida laboral. Es una forma también de reconsiderar el sistema actual que se calcula con las bases de cotización de los últimos 25 años trabajados (a partir de 2022). También es discutible que existan pensiones máximas y que aquellos que contribuyen de forma especialmente prolongada no puedan capitalizar sus esfuerzos. Si se genera conciencia colectiva, tal vez suenen los Sex Pistols durante el merecido retiro.

Fuente: El País