Cuando los socialistas ganaron las elecciones por primera vez, en octubre de 1982, la aristocracia eléctrica, encabezada por el todopoderoso José María de Oriol, de quien decían que hacía y deshacía lo que se le ponía en gana en el sector, se echó a temblar. Temían que el rodillo socialista (había sacado 202 diputados) acabara con sus privilegios. Luego se nacionalizó la red de alta tensión (para lo que se creó Red Eléctrica de España); se paralizó la construcción de varias centrales y se puso en marcha un intercambio de activos que arregló muchos desaguisados. La mayor parte de las compañías estaban técnicamente en quiebra y se tuvo que aplicar cirugía para salvarlas. Entre ellas, que la empresa estatal Endesa se quedara con unas cuantas. El lobo rojo fue menos feroz de lo que podía haber sido.

Eran otros tiempos. El sector, que se ha desarrollado entre marcos estables y costes de transición a la competencia, ha cambiado mucho su paisaje (entrada de nuevos operadores con energías alternativas renovables) y de las compañías que se repartían entonces el mercado ya solo quedan cinco (Endesa, ahora privada; Iberdrola, fruto de la fusión de Iberduero e Hidrola; Gas Natural Fenosa, que integró su actividad gasista con la eléctrica gallega; la portuguesa EDP, que se hizo con el mercado de Hidrocantábrico circunscrito a Asturias, y Viesgo, que ha tenido viajes de ida y vuelta con distintos dueños) que han perdido aquella aristocracia, aunque, más que menos, hayan seguido pintando mucho en el panorama industrial y en las relaciones con las Administraciones de turno.

Y hasta ahora, que se han encontrado con un ministro liberal con ideas de acero llamado Álvaro Nadal que quiere seguir con las reformas, no se había producido un temblor de calado. Podía no hacer nada porque ya parece todo el pescado vendido; pero no va aceptar que le digan que está encamado con las eléctricas. De la confianza de Mariano Rajoy (que tras haber pasado su hermano gemelo, Alberto, por la Secretaría de Estado de Energía, pareció mandar un mensaje a las empresas de que “si no quieres caldo, toma dos tazas”), con vocación de perro pastor en un mundo lleno de lobos y ovejas, le va la marcha y no se arruga.

La tirantez se ha notado especialmente con el presidnete de Iberdrola, Sánchez Galán

Las medidas anunciadas esta semana lo atestiguan y ponen en evidencia las tensas relaciones que el ministro mantiene con las eléctricas. Todavía más evidentes con el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, con el que el que los enfrentamientos han ido in crescendo. El más notable fue el que se produjo tras anunciar la empresa su intención de cerrar las centrales de carbón de Lada (Asturias) y Velilla (Palencia) y que el ministro respondió con una orden ministerial en la que condiciona el cierre de las plantas (las de carbón y el resto) a que no haya problemas de suministro, no incida en el precio y no afecte al medioambiente. “Me preocupa que si no tenemos mecanismos para regular la política energética, luego no podamos hacerlo ante hechos consumados decididos por las empresas”, dijo. Luego lanzó otra andanada (“la política energética la hace el Gobierno, no las empresas”, dijo en una entrevista en EL PAÍS) y Galán, que suele aprovechar su presencia en eventos internacionales, le contestó desde Davos la semana pasada: “No se puede hacer política con la energía”.

Energía no le falta a Nadal. Alguna eléctrica ha encargado a sus jurídicos que estudien si las medidas son constitucionales, mientras hablan de inseguridad jurídica y poca credibilidad para el país. Pero de poco va a servir que se sucedan las llamadas a Moncloa; que pidan reuniones urgentes con el ministro; que los bancos de inversión adviertan de que crea incertidumbre… Las medidas no suponen cantidades escalofriantes (los 170 millones de recortes para las distribuidoras son algo más del 2% de su cifra de negocio y el cierre de nucleares ya se dotan a través de Enresa), lo que preocupa en el sector son las medidas que puedan venir.

Mientras tanto, se está a la espera del informe que haga la comisión de expertos sobre cambio climático y transición energética, prevista para finales de febrero. Se presume que se harán propuestas sin parapetos políticos en temas tan polémicos como el futuro de las nucleares y el carbón, los ciclos combinados, el equilibrio entre las distintas renovables, las centrales de respaldo… La realidad la pondrán los números y con la premisa de que debe haber suministro seguro y al precio más barato.

Alguna empresa ha pedido a sus abogados que estudien si las medidas con constitucionales

El ministro, que acudió al Congreso para hablar del almacén Castor, pidió a los grupos parlamentarios el apoyo para su aprobación. Nadie se pronunció de manera clara. Parece que a los grupos les tiemblan las piernas ante medidas que también pide la Comisión de los Mercados y la Competencia (CNMC), un organismo con el que precisamente no tiene excelentes relaciones el ministro.

Futurible para la cartera de Economía

M. Á. N.

Álvaro Nadal aparece, si, al final, Luis de Guindos deja el Ministerio de Economía, como uno de los candidatos a sustituirle. Claro, depende de que Mariano Rajoy quiera hacer una crisis de Gobierno o limitarla a una cartera. Si eligiera a Nadal, que fue su jefe de la Ofícina Económica y que se siente muy a gusto en la economía real, seguro que le aplaudían las eléctricas. Otros perfiles que se asoman como futuribles son los de Román Escolano, presidente del Banco Europeo de Inversiones (BEI), y Fernando Becker, ahora en la nómina de Iberdrola. Ambos fueron presidnetes del ICO.

Fuente: El País