En la cultura popular, pocos mitos han cobrado tanta vida como el de que las startups son sinónimo de glamur y llevan asociado, de manera casi indefectible, el éxito en su ADN. Pero la realidad refleja cifras que no se corresponden con esta imagen. Al menos cuatro de cada cinco nuevas empresas fracasan antes de cumplir su tercer cumpleaños, y solo estamos hablando de supervivencia. Los números son ridículos si hablamos de aquellas que terminan pegando el pelotazo.

Fernando Zallo (Guernica, 1958) conoce los datos y no se deja llevar por el discurso tradicional. Dirige la red de business angels de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE), que lleva funcionando desde 2008 y levantó, solo el año pasado, más de cuatro millones de euros para una veintena de proyectos de los más de 600 que pasaron por sus manos. Y es que, en la era del emprendimiento, resulta imprescindible calibrar el filtro.

Fernando Zallo, director de ESADE BAN.

¿Cuales son los errores más comunes que has visto entre emprendedores?

La falta de complementariedad en los equipos. Los proyectos caen por el equipo, no por la idea. Si es bueno, es capaz de pivotar, pero si no se entiende y se pelea… no hay iniciativa que aguante esto. También existen demasiadas empresas donde todos son de la misma cuerda, hacen lo mismo o son demasiado afines a un tema concreto.

Otro problema habitual es la falta de foco. Emprendedores que plantean proyectos que no tienen un mercado suficientemente grande o que no solucionan un problema real. Muchos simplemente cogen un desarrollo que habían creado con una finalidad y no les salió bien y lo aplican en otro sector que no tiene el problema que pretenden resolver. Y, por supuesto, la excesiva copia de modelos de fuera: coges algo que funciona en EE UU y lo traes sin pararte a pensar si aquí existe ese mercado.

Escasean las ideas originales.

En estos años, hemos visto que los proyectos llegan por oleadas. Hubo una época en la que casi todo el mundo vendía modelos de vertical retail. Primero vino BuyVip, luego Privalia y después llegaron 50.000 más. Ahora pasa con el transporte de última milla: Glovo, HappyBox… Y es cierto que hay un momento donde las startups empiezan a llegar tarde, pero también es cierto que el primero no es necesariamente el mejor.

En ocasiones, el pionero acierta, pero no tiene por qué ser así; a veces es simplemente el primero que ha arriesgado y que se la acaba pegando. Y resulta que los buenos vienen después. El momento es un factor esencial. Algunos proyectos llegan tarde, otros demasiado pronto; los que triunfan son los que llegan en el momento correcto.

Es habitual que los medios se vuelquen con empresas que completan una ronda de financiación, pero una startup capaz de valerse por sí misma no suele ser noticia. ¿Por qué la inversión tiene esa especie de encumbramiento?

Muchos inversores ponen su dinero sin pedir referencias del proyecto y luego vienen las sorpresas

Es cierto que existe esa imagen y no es positivo que se vea de esta manera. Un emprendedor que pueda evitar tener inversores, debería hacerlo, porque le van a traer demasiados problemas. Le van a exigir, pueden influir en su manera de trabajar y le van a presionar para que obtenga rentabilidad. Hay trabajadores autónomos a los que les va bien con uno o dos clientes y se les ocurre la idea de montar una empresa, conseguir financiación… Pero, ¿para qué quieren montar una empresa? Nos estamos maleducando al pensar que todo el mundo tiene que ser emprendedor.

¿Es un problema de educación?

Por supuesto. De ahí la importancia de combinar equipos de ingenieros con gente de empresa. Muchos ingenieros tienen una idea y crean una aplicación porque creen que la única manera de salir adelante es lanzando su empresa y saliendo al mercado, cuando, en muchos casos, trabajando para un tercero les puede ir mejor.

Entonces, ¿quién debería ser emprendedor?

Un emprendedor es una persona que tiene un proyecto ambicioso y que tiene la desgracia de necesitar más capital para crecer. Los proyectos que van a un mercado grande, resuelven un problema que nadie más ha solucionado, tienen que dimensionarse… es lógico que busquen financiación. Pero, si no es tu caso, ¿para qué meterte en este embolado? Mantente pequeño si puedes ganar un buen sueldo y disfruta. Conozco mucho proyectos que han elegido seguir a pequeña escala y siguen funcionando. Crecer no es siempre la mejor opción.

¿Cuales son los errores más comunes que cometen quienes invierten en startups?

El error más común es precipitarse, no contar con una tesis de inversión e improvisar: no tener una estrategia, en definitiva. Y este también es un problema de educación. Muchos empiezan a apostar su dinero de forma despistada e ingenua. En una primera aproximación, vienen a mirar y se terminan enamorando de los proyectos. Entonces, empiezan a invertir mucho y pierden el foco.

No es sencillo cerrar la puerta a la emoción.

Cuesta, sobre todo, porque estás hablando con personas y romper la barrera que hayas podido establecer con ellas te hace perder el foco a la hora de valorar los aspectos que tienes que valorar. Y no es sencillo analizar objetivamente un equipo humano.

Comentabas que existe un problema de educación en inversión.

Sin duda, aunque se está creando conciencia. Hace ya un tiempo que se habla en las escuelas de negocios del concepto de formar en inversión, pero hay un largo camino a recorrer. Mucha gente ni siquiera hace algo tan elemental como pedir referencias del emprendedor. Invierten en una empresa sin saber de dónde viene y luego vienen las sorpresas. Las aceleradoras hacen una labor muy útil formando emprendedores; los inversores también deben pasar por ahí para saber cómo tienen que evaluar los proyectos por los que apuestan.

¿Y cómo se enseña esto? ¿Estamos hablando de una nueva disciplina?

En absoluto. Creo que la forma de invertir de un business angel es muy parecida a la de un venture capital. Este pasa los primeros cinco años invirtiendo, luego otros cinco desinvirtiendo, tiene una tesis muy clara, un horizonte de retorno de la inversión y tiene que dosificar sus inversiones en el tiempo para llegar a tener un porfolio suficiente. El inversor particular hace lo mismo, solo que a otra escala.

Fuente: El País