«Se acabaron las vacas sagradas en Wall Street. Es necesario un cambio de cultura a todos los niveles. No lo dice un inversor descontento». Así se despacha John Flannery, el nuevo consejero delegado de General Electric (GE), tras analizar la delicada situación por la que atraviesa la empresa, uno de los símbolos tradicionales del poder industrial de Estados Unidos. La crisis que sufre el grupo es tan profunda que le va a llevar a desprenderse de su producto más icónico: las bombillas.

Es inusual escuchar un lenguaje tan duro por parte de un ejecutivo, pero refleja perfectamente el momento extraordinario por el que atraviesa GE, considerada durante décadas como un puerto seguro para los inversores. El nuevo consejero delegado mataba además, con este golpe de realismo, la era de su predecesor Jeff Immelt. “Sabemos lo que pasa y donde están los problemas”, dice, “y vamos a atajarlos”.

La reestructuración que acaba de lanzar Flannery va a llevarle a vender la línea de negocio que fue el germen del gigante industrial. Es como si el operador de telecomunicaciones AT&T renunciara al teléfono o el fabricante General Motors decidiera seguir adelante sin Chevrolet. El origen de GE se remonta a cuando Thomas Edison inventó la primera bombilla incandescente para uso comercial en 1879.

Un año después fundó Edison Lamp Company y empezó a fabricarlas. El inventor convertido a empresario consolidó los diferentes negocios y los fusionó con Thomson-Houston Electric Company, para formar la General Electric actual. El problema es que las nuevas bombillas LED no solo consumen menos, también duran más. Ahora este producto representa solo el 2% de los ingresos.

«Mirar al pasado no es productivo», insiste Flannery. La idea es concentrarse en los negocios de aviación, salud y energía para simplificar y concentrar su estructura. Eso le llevará a salir de negocios como las locomotoras, como ya hizo con los electrodomésticos y la producción de plásticos. En paralelo debe hacer funcionar la masiva compra de Alstom, que rinde por debajo de lo esperado.

Peor de lo imaginado

Robert Nardelli, que dirigió la división de transportes de GE antes de ponerse al frente de Home Depot y de Chrysler, dice que es doloroso ver como se desmantela una compañía tan legendaria. Admite, sin embargo, que Flannery no tiene otra opción que concentrarse en las marcas más fuertes dada la situación por la que atraviesa el grupo, «que es peor de la que se podía haber imaginado».

El conglomerado sigue generando ventas que alcanzaron los 90.700 millones en los primeros nueve meses del año. Es una cifra de negocio que más que triplica la de Goldman Sachs. Pero tras varias reestructuraciones y cambios en su cúpula ejecutiva, la compañía se muestra incapaz de restaurar la confianza de los inversores. Es el valor que más pierde del Dow Jones este año.

GE es la única firma que ha sobrevivido desde la fundación del Dow Jones, en 1907. Es más grande que PepsiCo, Boeing, Disney, Merck o IBM, pero tiene el precio más bajo por acción. Los títulos de Boeing son los más caros, a 270 dólares la unidad, frente a los 18 dólares del grupo industrial. También se negocian más de diez veces por encima Goldmad Sachs, UnitedHealth y 3M.

Su poder está ahora en entredicho tras 125 años de historia. No solo es el pobre rendimiento de sus acciones; además, hay otras compañías que reflejan mejor la fuerza que mueven los mercados, como Fedex, Apple, Walmart o Berkshire Hathaway. Por eso hay dudas sobre si debería estar entre los 30 valores que forman el venerable índice.

La compañía lleva meses en el limbo y los inversores buscan respuestas tras ver como sus acciones se desplomaron un 42% este año. Flannery ha empezado recortando a la mitad el dividendo para conservar efectivo. La última vez que adoptó una medida así fue en 2009, en plena crisis financiera. La otra fue en 1939, durante la Gran Depresión. Además, ha reducido el tamaño del consejo.

En desgracia

Flannery insiste en que la compañía tiene una «oportunidad única» para reinventarse y que la estrategia debe centrarse en enfocarse en hacer funcionar lo que tienen. Pero Wall Street quiere más para salir de la espiral. «GE necesita limpiar la casa lo antes posible», advierten desde Melius Research. «Es una compañía en desgracia». La reestructuración en curso, anticipan, durará al menos cinco años más.

La voz de alarma de John Flannery es, además, un ataque a los mayores orgullos de GE desde su fundación. La compañía presumió siempre de tener los mejores gestores del planeta, algunos convertidos en figuras de culto, como el legendario Jack Welch. Jeff Immelt, sin embargo, se convirtió en el consejero delegado al que todo el mundo gustaba odiar, como dicen los analistas de Morningstar.

Immelt se retiró en agosto. Llevaba al frente desde septiembre de 2001. Entonces las acciones se pagaban cerca de los 50 dólares. Tras la crisis financiera, tuvo que realizar una transformación profunda de su cartera mientras trataba de navegar una economía global adversa. Se desprendió así de la división de medios NBCUniversal y desmanteló la financiera GE Capital, que llegó a ser la mayor de la compañía.

Recortando el dividendo logrará, para empezar, ahorrar 4.000 millones al año. También está retrasando las obras de su nuevo cuartel general en Boston, dejó en tierra la flota de aviones privados que usan los directivos, eliminó coches corporativos para ejecutivos y está revisando los paquetes de compensación, para que se ajusten más al rendimiento. “Esforzarse está bien”, concluye Flannery, “pero no es suficiente”.

Fuente: El País