
Carlos Ghosn, defenestrado presidente de Nissan, protagonizará hoy su primera aparición pública desde que el pasado 30 de diciembre se fugara de la justicia japonesa y buscara refugio en Líbano. Acusado de malversación financiera, Ghosn mantendrá desde Beirut su inocencia frente a un sistema japonés que tilda de “injusto”. Un día antes de su comparecencia ante los medios, la defensa del empresario arremetió contra Nissan, a quien acusó de fabricar deliberadamente falsas acusaciones para impedir una mayor integración entre la empresa japonesa y Renault.
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“Decir que Nissan llevó a cabo una robusta y exhaustiva investigación interna es una perversión de la realidad”, asegura el comunicado de prensa difundido en la tarde del martes.
«La investigación se inició y llevó acabo con el propósito específico y predeterminado de derribar a Carlos Ghosn y así evitar que integre aún más a Nissan y Renault, algo que amenazaba la independencia de Nissan, una de las compañías más emblemáticas de Japón”, añade el documento.
La rocambolesca huida del magnate del automovilismo de 65 años, poseedor de tres nacionalidades: francesa, brasileña y libanesa, ha dejado un gran revuelo tras de sí: ha dejado en evidencia a los servicios de seguridad japoneses; a siete personas investigadas en Turquía, país donde hizo escala; y pone en un aprieto al Gobierno libanés, que ha recibido una orden de extradición por parte de Interpol.
Citando informaciones obtenidas por las autoridades de Turquía, el semanario francés Le Point señala como cómplices de la fuga al exmilitar estadounidense Michel Taylor y a Georges Zayek, excombatiente de lo que fuera la milicia cristiana Fuerzas Libanesas. Según esta versión, Ghosn abandonó solo su residencia, pese a encontrarse en libertad condicional y bajo estrictas medidas de vigilancia. Tomó a un tren hacia Osaka, donde embarcó en un jet privado hasta Turquía dentro de una caja perforada con orificios para permitir la entrada de oxígeno. Allí cambió de avioneta para finalmente aterrizar en el aeropuerto de Beirut, donde supuestamente cruzó el control de policía con un pasaporte francés. Desde entonces permanece junto con su esposa, Carole Ghosn, en el domicilio que mantienen en la capital libanesa.
De poco han servido sus alegaciones. “Mi familia no tuvo nada que ver”, aseguró nada más pisar suelo libanés. Sin embargo, fiscales de Tokio obtuvieron el martes una orden de arresto contra su esposa Carole por “presunto perjurio”.
El empresario fue detenido por primera vez el 19 de noviembre de 2018, acusado de fraude fiscal, por el que pasó 108 días en prisión provisional. Ghosn estaba acusado de desviar fondos de la compañía para fines personales, así como de ocultar durante años parte de su salario para eludir impuestos. Por medio de este entramado, el empresario brasileño se habría embolsado presuntamente hasta 9.200 millones de yenes, más de 70 millones de euros.
Tras reunirse el martes con el presidente libanés, Michel Aoun, el embajador de Japón en Líbano, Takeshi Okubo, solicitó una “mayor cooperación por parte de las autoridades libanesas” con el objetivo de evitar “repercusiones negativas” en las relaciones entre ambos países.
Al igual que Francia, Líbano no dispone de ley de extradición para sus ciudadanos, por lo que Ghosn puede estar tranquilo y saber que no será entregado a la justicia de ese país.
“Este hombre ha sido francés hasta hoy, y solo se acuerda de que es libanés cuando se convierte en un ladrón y es perseguido por la justicia”, protesta en Beirut Hussein Hutet, comerciante de 47 años. Lo hace en una ciudad que hoy vive la jornada número 84 de protestas anticorrupción, en las que se piden la caída en bloque de una clase política a la que el movimiento de protesta acusa corrupta y responsable del saqueo de las arcas del país.
Fuente: El País