Abrir una app, tocar un botón y poner un servicio en marcha. La primera ola de las aplicaciones bajo demanda ya ha cuajado en Estados Unidos, con Uber como su representante más polémico y reconocible. En América Latina proliferan las propuestas que saben aunar creatividad y sabor local. Lejos de convertirse en copycats con la esperanza de que el líder los compre cuando encare la expansión a su lugar de origen, comienzan a crear con las necesidades de sus paisanos en mente y, después, lo adaptan a los diferentes gustos y costumbres.

Así es como nació Hogaru, una app de Bogotá, creada por un local, Óscar Peña, y dos foráneos, el español Gonzalo Úcar y el italiano Matteo Cera. El trío fundador se conoció en 2012, después de trabajar como consultores en McKinsey, y comenzaron a fantasear con la posibilidad de sentirse algo más libres. “Sientes que quieres hacer algo más en la vida”, relata Cera junto a la estación del Caltrain en San Francisco, el lento tren que une la capital con las localidades salpicadas que configuran Silicon Valley.

Ha llegado allí tras su paso por Y Combinator, la incubadora más exitosa, de dónde salieron Airbnb, Instacart o Stripe. Son una de las pocas latinas que ha entrado tras un selectivo proceso. Platzi fue la primera, Rappi siguió su estela, en enero llegará una nueva. Se corrobora así el buen momento que viven las startups colombianas y que Cera y Úcar acertaron a predecir cuando se fueron con los ahorros y un par de maletas. Empezaron a estudiar varias industrias: banca, transporte, servicios… Fue así como decidieron entrar en la limpieza bajo demanda y crear Hogaru.

“Conocíamos Homejoy, pero no había nada parecido en nuestro entorno”, explica. A finales de 2013 tenían un plan. En 2014 llegaron los primeros inversores, cuando solo tenían un prototipo y ofrecían diferentes servicios basados en la demanda de América Latina. “Podían pedir un fontanero o un pintor, pero no tenía la misma recurrencia que si pedían una persona que limpiase”, explica el italiano. Cuando lanzaron su piloto en Bogotá coincidió con el estreno de Uber en el país. De aquella polémica inicial aprendieron lecciones en cabeza ajena: “Sabíamos que teníamos que dar algo más completo a nuestros trabajadores, con sanidad, seguridad social y dispuestos a escuchar sus problemas”. Y así es como han hecho posible lo que en el entorno se considera un milagro, conseguir una plantilla de más de 500 empleados, en su mayoría mujeres. En Hogaru las limpiadoras son empleadas, forman parte de la plantilla.

Matteo Cera en San Francisco.

“Creemos en las tech, pero hay que contratar a la gente. Los trabajadores se fidelizan y traen a personas de su confianza. Si solo llamas cuando te conviene, terminan por usar la aplicación para cerrar tratos al margen”, reconoce. A esta decisión inicial le han añadido una capa de tecnología. Usan patrones de inteligencia artificial para predecir cuándo el cliente volverá a solicitar el servicio y crear una agenda tentativa para los empleados, teniendo en cuenta los desplazamientos y preferencia de cada consumidor. Un cóctel que busca optimizar recursos y mantener el nivel de satisfacción.

El toque humano les ha permitido experimentar con nuevas líneas de negocio. “A veces nos pedían ayuda para comprar medicinas para los niños, otras para pagar alguna factura”, explica para desvelar cómo contemplan añadir sistemas de ahorro y crédito dentro de los servicios para empleados. También permiten comprar productos de limpieza y aseo, material de oficina o productos de alimentación. Una forma de aprovechar el desplazamiento y generar más ingresos.

Una de las claves de su éxito es que todos los limpiadores tienen el mismo móvil, lo pone la empresa. Así se aseguran que tienen conexión y que la aplicación funciona, sin tener que preocuparse del tipo de terminal que se use. Dentro de la aplicación de empleados tienen seguimiento de días libres, salario y bonus. “Este punto es importante porque incentivamos que se trabaje. Quitamos la tentación de absentismo con incentivos económicos”, reconoce. Cera cree que su salsa secreta, como les gusta llamar en el argot a los hechos diferenciales, está en el trato con los empleados: “Les damos bonos significativos por hacerlo bien, por no faltar y también por traer a más empleados».

Creemos en tech, pero contratando. Los trabajadores se fidelizan y traen a personas de su confianza. Si solo llamas cuando te conviene, terminan por usar la aplicación para cerrar tratos al margen.

Gonzalo Úcar

En Hogaru encaran 2018 con la mirada puesta más allá de Colombia, donde ya funcionan en Bogotá, Cali y Medellín. Quieren internacionalizarse gracia a la ronda levantada con inversión de The Venture City, Max Altman, un family office colombiano y varios inversores ángeles, así como Y Combinator que invierte en todas las startups que escoge en su programa a cambio de un 7% de la empresa.

Fuente: El País