Josep Rosanas mira con cierta desconfianza y, al final, responde cauto: “Temo que eso vaya a ser un problema”. Desde hace 20 años, Rosanas es gerente del matadero Fribin de Binéfar (Huesca), a 40 kilómetros de Lleida. Vaticina qué puede pasar el año que viene cuando el grupo cárnico italiano Pini abra en la misma ciudad otro matadero y contrate a las 600 personas que ha anunciado. Este es el mismo número de empleados que ahora trabaja, directa o indirectamente, en la empresa que él dirige, la primera por facturación de la provincia, 262 millones en 2017.
En su despacho, Rosanas explica que notan algún problema para encontrar mano de obra. No muchos todavía. Para evitarlos, han recurrido a Adecco. Así que ese problema lo ha afrontado Herminia Lombarte, directora de la empresa de trabajo temporal en Aragón. Ella sí apunta que en la provincia “ya hace tiempo tienen desajustes entre oferta y demanda de empleo”. Lo dice el mismo día que el Diario del Alto Aragón abre su edición en papel con declaraciones de la federación provincial de constructores proclamando que tienen “verdaderos problemas” para encontrar trabajadores.
La provincia de Huesca tiene la tasa de paro más baja de España. Acabó 2017 con el 8,12%, tres décimas menos que Guipúzcoa. Llegó al 6,2% en verano, aún por encima del nivel precrisis. Entonces se llegó al pleno empleo, ahora ya roza ese porcentaje en que reducir más el paro es casi imposible. El presidente de la patronal (CEOS), Carlos Bistuer, cree que ya están ahí: “De 8.400 parados, unos 4.000, llevan menos de tres meses así, entran y salen del mercado laboral por la contratación temporal”.
Este directivo, propietario de un concesionario de coches Renault en la provincia y de agencias de venta de vehículos de la marca, cree que pronto llegará la presión al alza sobre los salarios. Esos sueldos, según los datos que aporta la secretaria general UGT en la provincia, Rosa Serrano, se sitúan en 23.669 euros anuales para el asalariado indefinido y 15.944 euros para el temporal. En España el sueldo bruto medio (englobando eventuales y fijos) es de 22.771,03 euros brutos al año.
En la provincia más al norte de Aragón, la tasa de actividad (el cociente entre quien trabaja o está dispuesto a hacerlo y los que mayores de 16 años) está en el 58% entre una población que se acercó a los 220.000 habitantes el año pasado, una cifra similar a la de hace casi 50 años, que ha superado un bache vivido en los años noventa del siglo pasado y comienzos de este.
«Somos pocos»
La falta de mano de obra de la que hablan Lombarte y Bistuer está relacionada con la falta de población. «Claro que hay una parte de despoblación en eso”, apunta el presidente del Consejo Económico y Social aragonés y profesor de la Universidad de Zaragoza, José Manuel Lasierra. «Somos pocos» es una respuesta recurrente al preguntar a empresarios, políticos o sindicalistas. Al subir al coche y encender la radio local, es fácil encontrar algún locutor o tertuliano apuntando ahí.
La densidad en la provincia ronda los 14 habitantes por kilómetro cuadrado, pero como apunta Joaquín Palacín, director general Ordenación del Territorio, hay zonas como Aínsa-Sobrarbe (una comarca pirenaica), en la que él reside que baja a 3,2: «Hablamos de densidades desérticas». Esto puede también puede verse en zonas más al sur incluso, en los Monegros. «Por eso hemos aprobado [en noviembre] la directriz contra la despoblación, para tratar de que haya un desarrollo económico y que la población se fije en el territorio».
“Este año sí que ha faltado gente para la poda”
«En la vendimia no, todo está muy mecanizado, pero este año en la poda [en noviembre] sí que me ha llegado que ha habido problemas para encontrar gente”, responde el secretario del consejo regulador de la Denominación de Origen Somontano, Francisco J. Berroy.
Él y la presidenta del Consejo, Raquel Latre, explican que las 32 bodegas de la zona, al sur de los Pirineos dan empleo a unas 300 personas y que de ellas viven, por el trabajo indirecto, unas 1.000 familias. El sector ha salido de la crisis, pero tuvo que reestructurarse: “Cuando llegó nos pilló con la casa hecha, pero estaba por pagar”.
Mientras lo explican, a Berroy le llega un mensaje al móvil: una farmacia necesita contratar a un dependiente.
Pero una vez se aclara el factor demográfico, aparece otra respuesta. «Huesca tiene una estructura productiva equilibrada, no vinculada al monocultivo de un sector o una empresa [Figueruelas, su planta de automóviles y la industria auxiliar siempre está presente, explícita o implícitamente, en cualquier conversación sobre la economía de Aragón]. Y también hay una estructura territorial relativamente equilibrada», profundiza Ramos. Las cifras de ese equilibrio se traducen en un PIB de 5.600 millones. En él, el sector primario pesa un 10,5%; la industria -en la que hay mucha producción eléctrica- se acerca al 18,5%; la construcción llega al 7%; y los servicios el 54%. Estas cifras, especialmente la última, se alejan de la gran hegemonía de los servicios en toda España (66,8%). También se ve en la balanza comercial: 900 millones en exportaciones entre enero y noviembre del año pasado por 517,5 millones en importaciones, es decir, un saldo positivo de casi 400 millones.
El equilibrio productivo también se traduce en un «relativo equilibrio territorial», señala Ramos. Bistuer, de CEOS, lo explica con otras palabras: «Aquí hay cabezas de comarca con mucho peso y que tiran de la zona». Eso se resume en una capital de provincia que perdió hace unas décadas su industria, que aglutina casi el 25% de la población y donde tiene protagonismo el empleo público, algo que lamenta Serrano, de UGT. Ella desearía que el sector secundario pesara más en la generación de empleo de la capital.
Esas cabezas territoriales de las que habla Bistuer comenzaron a tirar del empleo a comienzos de 2014. Los 83.100 empleos en la provincia marcaron el suelo de la crisis. Desde entonces se han creado 14.600 puestos de trabajo, más de lo que ha caído el paro (de 22.000 desempleados a 8.600).
A 59 kilómetros al norte de la capital está Sabiñánigo, donde el martes Iberfoil, del grupo de transformación de aluminio Alibérico, inauguraba la ampliación de unas instalaciones tras invertir 15 millones. Dos días después, el presidente del grupo, Clemente González Soler, responde por correo electrónico que sí han detectado «cierto déficit de trabajadores especializados en la industria, un problema generalizado en España». Lo mismo señala Fernando Torres, director general de Tatoma, una empresa dedicada a la fabricación maquinaria agroganadera en Monzón, y también José Antonio Ramos, del grupo químico Brilen: «Estamos volviendo a la situación anterior a la crisis, cuando la gente se iba a trabajar en la construcción y costaba volver a encontrar trabajadores”.
El tirón del esquí
Otro elemento que complementa al empleo agrícola es el turístico. Con una evolución estacional contraria a la del resto del mercado español, en las tres estaciones de esquí de Aramón (empresa semipública del Gobierno aragonés) trabajan ahora unas 1.000 personas. Hay otras dos estaciones privadas. Según el Ejecutivo regional, el empleo indirecto asciende a 13.000 peronas. Pero este trabajo, como recuerda la sindicalista Serrano, tiene un alto componente temporal y altibajos.
Evitar esto último es la tarea de Fernando Blasco, director de Turhuesca, una entidad dependiente de la Diputación, que intenta promover actividades que impulsen el turismo todo el año, quien pone como ejemplo de esto la existencia de tres restaurantes con estrellas Michelín en la capital. Él trata de dinamizar iniciativas turísticas y expone que gracias al turismo rural, el de aventura o la bicicleta la provincia ha conseguido que la actividad no se hunda en verano. «La temporada baja llega en octubre y noviembre», señala.
Tanto Blasco como su jefe, el presidente de la Diputación, Miguel Gracia, se muestran satisfechos con la evolución económica de la provincia. Gracia certifica lo que han señalado todas las fuentes consultadas para este reportaje –“hay problemas de mano de obra”. Él también señala donde ve la sombra sobre el futuro: “El riesgo está en la despoblación, que comporta un problema de sostenibilidad tremendo”.
Fuente: El País