El PIB mantiene su velocidad de crucero del 3%. El consumo ha perdido intensidad hasta el 2%. El empleo sigue creciendo al 3% , pero el salario medio está estancado. Por esa razón el aumento de los precios del petróleo ha mermado la capacidad de compra de los españoles. La sequía ha incrementado los precios de la luz y de los alimentos frescos y también mina la capacidad de consumo, especialmente de los 3 millones de jubilados con pensión mínima que está congelada desde 2012.

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Las exportaciones, eliminando el efecto estacional, están estancadas desde marzo, lastradas por las ventas de coches a Reino Unido tras el Brexit y también a Turquía donde la lira se ha depreciado un 30% contra el euro en el último año. La menor contribución de consumo y exportaciones se compensó con la inversión que se sigue beneficiando, gracias al BCE, de bajos tipos de interés y mejor accesibilidad al crédito. Junto con salarios estancados hacen que los beneficios crezcan.

España ha vuelto a demostrar que es una economía muy agradecida que cuando tiene estabilidad crece más que sus socios europeos. El debate debe centrarse en la calidad del crecimiento. La productividad por ocupado vuelve a estar estancada, como sucedió durante la burbuja y como ha sucedido durante los catorce años que ha gobernado el PP.

En una unión monetaria sin tipo de cambio propio el aumento de salarios debe ir acompañado de aumentos de productividad. Si los salarios suben más que la productividad es equivalente a una apreciación del tipo de cambio, las exportaciones pierden competitividad, la industria reduce actividad, se frena el ciclo de inversión y llega la recesión.

Lo que enseñamos a nuestros alumnos en la universidad es que para aumentar la productividad debe aumentar el capital por trabajador y la innovación. La prioridad en España es que se creen nuevas empresas innovadoras en sectores donde la demanda mundial crece. Y que las empresas existentes se hagan más innovadoras, mejoren su marca, su capacidad de aumentar precios y salarios ganando cuota de mercado y que conquisten nuevos mercados donde se concentra el crecimiento mundial que lamentablemente no es en Europa.

El estado debe centrarse en la inversión en infraestructuras, educación, ciencia e innovación. Esta semana hemos conocido datos de inversión en I+D+i que cae en términos de PIB. En 2003 la inversión en España suponía un 57% del promedio europeo, con Zapatero subió hasta el 71% y con Rajoy ha vuelto a caer hasta el 58%. Con Zapatero la inversión en infraestructuras del Estado fue de 54.000 millones y con Rajoy de 8.000 millones. Y 2016 registró la menor inversión desde 1992.

En la era de la tecnología global hay que tener un plan y ejecutarlo rápido y bien. Rajoy ha versionado el que inventen ellos de Unamuno por el «en economía no hay que cambiar nada». Si no cambiamos nada miles de empresas y de empleos tendrán serios problemas para sobrevivir y la precariedad y la desigualdad serán crónicas.

Fuente: El País