Hace un año, eran algo menos de 85.000 los inversores que confiaban en los fondos de renta variable japonesa. A punto de cerrar 2017 son ya cerca de 237.000, según los datos de la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva (Inverco). No parecen haberse equivocado en su apuesta anual. De media, la rentabilidad que han obtenido en los últimos doce meses se acerca al 16%. Una cifra importante si se compara, no ya con los fondos de renta fija —que a corto y largo plazo ofrecen revalorizaciones entre el 0,3% y el 1,3%— sino con otros fondos de renta variable, como pueden ser los especializados en valores estadounidenses y en general los internacionales (con rendimientos promedio en torno al 12%).

Así que la primera pregunta que surge es sencilla: ¿tan bien le ha ido a la Bolsa japonesa este último año? La respuesta es fácil: Simplemente, sí, le ha ido bastante bien. El índice Nikkei, junto a las 225 mayores empresas de la Bolsa de Tokio, ha subido en las últimas 52 semanas (un año) casi un 20%. Su carrera alcista se ha concentrado en los meses de octubre y noviembre, llegando a marcar máximos que no se conocían desde 1992. Según los expertos, esta revalorización se ha asentado en los buenos resultados de las compañías y también, en parte, en la debilidad del yen frente al dólar (que impulsa las exportaciones).

Además, tal y como explica Ayumi Kobayashi, gestor del fondo Schroder ISF Japanese Smaller Companies (que sumó un 29,44% en 12 meses, según los datos de Morningstar), «no hay que olvidar que el hecho de que las elecciones se cerraran con la victoria del primer ministro conservador, Shinzo Abe [el Partido Liberal Demócrata (PLD), pese a perder escaños, conservó su mayoría en la Cámara Baja] hizo que los inversores recuperaran la confianza en el futuro. Entendieron que se mantendrían las políticas fiscales y monetarias del Gobierno del PLD, las llamadas abenomics, por el nombre del primer ministro. Los inversores extranjeros no dejaron pasar la oportunidad y tomaron fuertes posiciones netas de compra». Según este técnico, a todo esto hay que añadir que «los últimos datos trimestrales sobre el Producto Interior Bruto japonés (PIB) correspondientes a septiembre de 2017 marcan un hito: por primera vez en más de 15 años se han registrado siete trimestres de crecimiento ininterrumpido. No solo eso. El país vivía desde hace más de 25 años con un exceso de capacidad productiva; los datos actuales indican lo contrario. Hay escasez de capacidad productiva, lo que obligará a un importante gasto de capital en 2018».

Japón llena el bolsillo de los inversores

La segunda de las preguntas es, tras las explicaciones anteriores, si le seguirá yendo bien a la Bolsa japonesa en 2018. ¿Volverán a triunfar los fondos de inversión especializados en este mercado? A juicio de Jun Tano, gestor del fondo Japan Smaller Companies de Fidelity (con una rentabilidad del 28,8% interanual, según Morningstar), «si el sentimiento de los inversores entorno a la marcha de la economía mundial sigue mejorando; en lo referente a Japón aún mejora más, entre otras razones por la continuidad de la política económica de Abe. Así que en el fondo de inversión seguiremos apostando por empresas que ofrezcan un crecimiento de los beneficios sostenible y que tengan unas valoraciones razonables».

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Para Sebastián Redondo, director de inversiones de Bankia Fondos, en la actualidad «Japón es uno de los mercados más recomendados. Su banco central va a continuar aplicando una política monetaria expansiva, lo que deteriorará aún más su moneda y permitirá que las empresas japonesas, sobre todo las exportadoras, continúen creciendo en beneficios y, en consecuencia, en revalorización de sus acciones. A la hora de invertir hay que, por tanto, seleccionar fondos que tengan cubierto el riesgo de cambio, como es el caso de Bankia Bolsa Japonesa, que evoluciona un 19,9% en los últimos doce meses».

Para Marc Garrigasait, curiosamente, la situación no es tan «ideal». Este gestor en Gesiuris del fondo Japan Deep Value —sus menos de 380 inversores han obtenido en los últimos 12 meses una revalorización del 35%, lo que les ha convertido en los más afortunados del panorama de fondos de inversión españoles— reconoce que la economía japonesa lleva mejorando entre dos y tres años; que se han reducido sus riesgos, que la tasa de paro es muy baja, pero… «seguimos sin esperar un boom en su economía, una explosión. El problema de la pirámide poblacional sigue siendo muy grave«. ¿Ha pasado, por tanto, el momento de invertir en este fondo? «No. Desde que se creó este fondo en agosto de 2016, su revalorización supera el 50%, frente al 15% del índice Nikkei. La razón de estas mayores ganancias estriba en que el fondo ha apostado por empresas pequeñas del mercado local en las que el 80% de su negocio es interior y solo el 20% son exportaciones. Ni Toyotas, ni Hitachi, ni Toshiba, ni Panasonic… Son empresas —en concreto se han seleccionado 38 valores que se mantienen en la cartera desde sus inicios— que están generando liquidez, que no tienen deudas y, sobre todo, que están muy infravaloradas en Bolsa y a las que en los próximos dos o tres años aún les queda mucho recorrido de revalorización».

Una última cuestión: decididos a apostar por Japón en 2018, ¿cuánto es recomendable invertir? Según Garrigasait, no hay un porcentaje de la cartera definido pero «para entre un 10% y un 15% de la cartera hay potencial de ganancias». Sebastián Redondo, de Bankia, explica que en su cartera de renta variable global, Japón pesa alrededor de un 14%. Por tanto, a su juicio, «ésta puede ser una buena medida para saber qué porcentaje debería asignar un inversor a esta zona. Para ser más claro, si un cliente decide invertir el 100% de sus ahorros en renta variable, debería asignar a Japón un 14%. Si invirtiera solo la mitad de su patrimonio en renta variable, entonces el peso ideal sería del 7%». Desde Fidelity se hace una aclaración sobre su fondo en Japón que tal vez pueda extenderse a todos estos instrumentos de inversión antes de aventurarse a tomar posiciones: «En principio la inversión debe tener un horizonte a largo plazo».

Fuente: El País