La UE celebra este viernes la primera cumbre de 2018. Objetivo: diseñar la Europa posbrexit; en concreto, el modelo de designación del sucesor de Jean-Claude Juncker al frente de la Comisión Europea, la creación (o no) de listas transnacionales para las elecciones al Parlamento Europeo y el marco presupuestario posterior a la salida del Reino Unido de la UE.

La cita augura un choque entre la Europa de los grandes partidos (populares y socialistas) y la Europa alternativa que desea impulsar Emmanuel Macron. El presidente francés aspira a liderar una renovación del proyecto europeo que responda a los intereses de la nueva generación que está llegando al poder. La cumbre del viernes permitirá visualizar ese relevo generacional en numerosos gobiernos europeos. Pero Macron no tendrá fácil imponer sus criterios a la vieja guardia del Consejo Europeo. Este mismo jueves por la noche, será el primer tanteo porque Bélgica ha convocado por sorpresa una minicumbre a la que está invitados, entre otros, Alemania, Francia, Italia y España.

La extinción política de los líderes nacidos en la década de 1950 se ha acelerado y han pasado de dominar el Consejo Europeo a ser poco más de un tercio de los 27 líderes europeos (Reino Unido no asiste mañana).

Hace solo una década, el entonces presidente francés y principal representante de su cohorte, Nicolas Sarkozy (1955), se proponía acabar con el legado, para él funesto, de la llamada generación del 68 (los nacidos 20 años antes). Ahora, otro presidente francés, Emmanuel Macron (1977), lidera al grupo que ha empezado a barrer los restos de la generación Sarkozy.

A sus 40 años recién cumplidos Macron es uno de los miembros más jóvenes del Consejo. Pero su año de nacimiento no desentona. Los nacidos en la década de 1970 son la tónica cada vez más dominante en las cumbres europeas. Más de la mitad de los líderes europeos no habían nacido o tenían menos de cinco años cuando estalló el mayo francés que tanto molestaba a Sarkozy.

La nueva generación ha crecido tras la caída del muro de Berlín (Macron no había cumplido aún los 12 años) y su trayectoria política no hunde sus raíces en la guerra mundial y en la pos-Guerra Fría sino en la globalización, la revolución digital y la amenaza terrorista simbolizada por el 11S.

No dejaré a los grandes partidos el monopolio sobre Europa, advierte Macron

Los dinosaurios del Consejo (Angela Merkel, 1954; Jean-Claude Juncker, 1954; Mariano Rajoy, 1958…) tienen poco más de 60 años. Pero una década de crisis les ha sometido a tanta sobreexposición que su imagen se ha desgastado y contrasta con la de los primeros ministros nacidos al final del siglo XX.

La ola parece imparable y en poco más de año y medio la renovación podría ser casi completa. Juncker ya ha anunciado que no buscará la reelección. Merkel ya ha señalado a su posible sucesora. Y Rajoy se resiste al relevo pero tiene enfrente a líderes como Pedro Sánchez (1972) o Albert Rivera (1979) que pueden animar al PP a intentar rejuvenecer su liderazgo.

Además de la edad, el perfil en alza también ha evolucionado hacia líderes políglotas (como el irlandés Leo Varadkar, 1979), de origen étnico diverso (Varadkar y el portugués Antonio Costa, 1961) o de reconocida homosexualidad (el luxemburgués Xavier Bettel, 1973). La trayectoria profesional también se amplía e incluye a primeros ministros como el de Polonia, Mateusz Morawiecki (1968), hasta hace poco ejecutivo de la filial de Santander en su país.

El abanico político se ha diversificado. Populares (PPE) y socialistas (S&D), otrora omnipresentes, ya solo controlan la mitad del Consejo Europeo. Nueve países los conservadores y cinco los socialistas, menos incluso que los liberales (ocho). Han surgido además formaciones ajenas a las grandes familias como la de Emmanuel Macron (La Republique en marche) que empiezan a abrirse hueco. Los líderes de Letonia y Lituania, además del de Francia, ya no pertenecen a ninguno de los principales partidos.

Pero la renovación del liderazgo no implica una transformación automática de los resortes del poder. La cumbre del viernes será el primer choque entre los líderes tradicionales y el presidente francés en una larga batalla por el control de Bruselas a partir de las elecciones europeas de mayo de 2019.

«No dejaré a los grandes partidos europeos el monopolio del debate sobre Europa y sobre las elecciones europeas», advirtió Macron en su discurso del año pasado en la Universidad de La Sorbona.

Las elecciones de 2019 podrían quedarse sin listas transnacionales ni spitzenkandidat

El francés reclama listas electoras transnacionales para impulsar la implicación ciudadana en los comicios europeos. Pero esa idea asusta a los grandes partidos, en particular al PPE, porque visualizaría las contradicciones de unos grupos en los que conviven Merkel y Rajoy con el húngaro Viktor Orban.

La idea parece descartada para las elecciones europeas de mayo de 2019. El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ofrecerá en la cumbre la posibilidad de discutir esa idea «pero con vistas a las elecciones de 2024«. 

Populares y socialistas coinciden en combatir la abstención en las elecciones al Parlamento mediante la designación de candidatos continentales a la presidencia de la Comisión Europea, un sistema conocido con el término alemán spitzenkandidat que prácticamente les garantiza el control de ese poderoso organismo comunitario.

El proceso del spitzenkandidat resulta aparentemente más democrático, aunque algunos analistas ponen en duda su verdadero valor. Andrew Duff, antiguo eurodiputado, señala en un reciente informe para el centro de estudios EPC que las grandes familias políticas europeas «son en realidad un artificio cosmético, una especie de Potemkin bueno para los shows y para organizar congresos pero inútil para las campañas electorales».  Duff considera que «sería un error exagerar la representantividad de esta gente» en el proceso de selección del futuro presidente de la Comisión.

Las voces más federalistas de Bruselas temen que el regateo entre Macron y la vieja guardia se salde con una doble pérdida: ni las listas transnacionales defendidas por el presidente francés ni la designación de candidatos a la presidencia que defienden los grandes partidos. Un saldo que dejaría a la UE con un liderazgo 20 años más joven, pero con unos procedimientos y estructuras como los ideados hace medio siglo. Una apuesta tan anacrónica como arriesgada para el futuro del club en una Europa donde los ciudadanos reclaman una transparencia y representatividad acorde a la realidad del siglo XXI.

Fuente: El País