Quienes hoy reclaman con apasionado convencimiento la igualdad de todos los españoles no tuvieron en el pasado ningún miramiento a la hora de pactar prebendas y privilegios territoriales con el nacionalismo catalán y vasco con el fin de conseguir unos votos que les mantuvieran en el poder. Quienes en los años noventa no observaron ninguna quiebra en la soberanía nacional al legitimar con sus oscuros pactos la desigualdad territorial son los que ahora se rasgan las vestiduras y gritan que la soberanía nacional es de todos. ¿De todos? Al menos, el secesionismo catalán va de frente.

El PP y el PSOE fueron siempre por la espalda, y siguen yendo por la espalda, cuando deciden apoyar en estos días el llamado cupo vasco, es decir, una financiación autonómica que lesiona la igualdad de los españoles tanto o más que el referéndum ilegal del 1 de octubre. Ojalá la crisis secesionista sirva para poner sobre la mesa un cambio radical en la financiación de las autonomías.

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Y para hablar de algo que sí es necesario: la igualdad de los españoles y el fin de los privilegios, y no solo de los privilegios territoriales. El PP y el PSOE tienen una larga historia de desamor con los españoles y de mucho amor al poder a cualquier precio y a sus privilegios como funcionarios públicos: mucho amor a sus grandes sueldos, a enjundiosas jubilaciones que ningún español alcanzará nunca con su trabajo. De esa igualdad ni el PP ni el PSOE hablan nunca. Por eso, repugna la hipocresía a la que asistimos estos días, con el Gobierno de Rajoy defendiendo los privilegios de una determinada autonomía para obtener su silencio, para que se calme, para que se calle.

Porque si la igualdad de los españoles solo sirve como arma retórica para que el PP reclame la unidad de España ante el secesionismo, señores, ya es hora de acabar con la unidad de España, porque los primeros interesados en finiquitar esa España no son los secesionistas sino las clases medias españolas. Mantener la unidad de España a base de chequera es políticamente repugnante tanto para quien paga como para quien cobra. Sin duda, de todo esto tiene que venir una refundación del Estado español en donde cada comunidad pague según su riqueza. Esta sería la ocasión para abrir un debate sobre la igualdad real de los españoles. ¿Somos iguales a la hora de cobrar? ¿Por qué no cobra lo mismo un maestro de escuela pública en Jaén que en San Sebastián? ¿Cuánto cobra un senador? ¿Es honesto y sano que un senador cobre el triple que un profesor de instituto? Si tanto cree el PP en la igualdad, ¿por qué tolera que un mozo de escuadra gane mil euros más al mes que un guardia civil? Porque por la lucha por la igualdad de los españoles sí vale la pena ponerlo todo patas arriba.

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Fuente: El País