“En quince días han llamado casi veinte personas para desmontar la oficina porque se van. Después para comprar vienen pocos…” Cristian Amenedo tiene la piel de las manos mate de tanto trajinar. Lleva quince años en la tienda familiar de compra-venta de muebles de oficina. En su local, en la zona donde antes estaban los Encantes, se amontonan las mesas y los archivadores, sillas, una bola del mundo de un tamaño megalómano, y un ejército de estanterías. Es lo que mejor coloca, “a veinte euritos, porque la gente que se va necesita guardar las cosas en trasteros”. Pero para el resto del material no encuentra salida: hay muchos vendedores y pocos compradores. “Se ha notado mucho esto de la independencia. Es una faena de locos” y aunque reconoce que su negocio siempre corre peligro, ahora le cuesta cuadrar las cuentas. Le salva, confiesa, que trabaja solo.

“¡Jeeeefe!”. Llega un cliente que tiene una estantería apalabrada y Cristian sale disparado como si fuera a colocarle todo un despacho. “¿Ves? Una estantería. Es que no vendo otra cosa”.

A escasos trescientos metros del negocio de Cristian, la familia de Lourdes Castellví lleva 75 años vendiendo muebles de todo tipo. Ellos también han notado que el mercado se ha frenado. Octubre no fue bueno y noviembre ha sido peor. “Lo decía siempre mi padre: calles mojadas, cajones vacíos. Hay elecciones, se paran las ventas; atentado, se paran; huelga, no hablemos ya; inestabilidad política, todo se para…” Según Lourdes, los números son peores que el año pasado.

La preocupación en PIMEC Comerç –la confederación que representa a los pequeños y medianos comerciantes de Cataluña- es evidente. Por eso durante las últimas semanas de octubre hicieron un estudio para ver cómo afectaba la situación política al bolsillo de sus asociados. “Nos sorprendió”, dice su Secretario General, Àlex Goñi- “sabíamos que octubre era malo, pero es que las percepciones resultaron realmente muy malas y han seguido en noviembre”. Explica Goñi que quien tiene que hacer una inversión en casa prefiere esperarse. Por eso las tiendas de decoración, las de electrodomésticos o las empresas de reformas están sufriendo especialmente. Aunque la bajada de ventas ha golpeado a todos los sectores. Según el informe de PIMEC, seis de cada diez comerciantes tienen claro que la inestabilidad política es la causa. Y lo malo es que no ven visos de recuperación para la campaña navideña. “No es que la gente no gaste, es que no tienen alegría. Como decimos aquí ‘no tens cap’, no tienes la cabeza para comprar… estás en otras cosas, con otras preocupaciones”.

La preocupación del cava

“¿Podemos ser optimistas? Complicado”. Octavio Redondo, vende cava artesano catalán desde su web, El Club del Cava. “Debido a la situación política y social, el consumo de cava ha descendido en el territorio español”, cuenta, “y perjudica a unas empresas que nada tienen que ver con las decisiones políticas que se están tomando”.

Las navidades no solucionan la papeleta de los últimos meses. Es más, temen que el fantasma del boicot agüe la fiesta de un producto que tendría que consumirse más en estas fechas. Es una historia que se repite, dice Redondo, desde 2005. Les salva el mercado extranjero. Y, sin embargo, tampoco es fácil triunfar en Europa. “Tenemos dos duros competidores”, explica, “los vinos espumosos italianos que se venden muy bien por su precio y el champagne francés que, con su prestigio, ocupa una zona premium”.

Con semejante panorama, las bodegas tradicionales y los pequeños distribuidores, como él, se ven en apuros: “no es la mejor situación para las empresas, porque somos pequeños y no tenemos el musculo financiero para afrontarlo”. Y porque la solución tampoco depende de ellos.

Se nota esa falta de alegría consumista en las calles. Más allá del frenético hormigueo del circuito comercial del paseo de Gracia, en los barrios las luces de navidad iluminan unas fiestas que no existen. En las pequeñas tiendas de moda del Born, los pocos clientes que entran reciben una atención en otros tiempos impensable. En una de las zonas más comerciales del Poblenou gentrificado, los comercios de diseño languidecen con el reflejo de las bombillas de colores en los escaparates. Carlos Armengol tiene una tienda productos portugueses y está preocupado porque, como el resto de sus vecinos, no cree que las fiestas resuciten las ventas. “Estamos a unos días de navidad y nada. Está todo el mundo a la expectativa y cuando la cosa está a la expectativa se queda todo parado”. Cuenta que una empresa portuguesa con delegación en España que suele encargarle cestas para los clientes este año no ha llamado. “Supongo que con la situación como está han dicho: este año todos quietos. Y no es que estés a favor ni en contra del procés. Yo estoy a favor de pagar cuentas. A final de mes, las facturas me van a caer igual”.

Como el resto de los comercios de la zona, Carlos y su socio Ricardo lo notaron especialmente en el mes de octubre. No entraba nadie. Lo único que les quedaba era poner la tele en el ordenador y buscar la última hora. “Cada día a las siete de la tarde pasaba algo. Cuando no salía Rajoy, salía Santamaría o Puigdemont diciendo la suya… o iba la gente al centro para pedir la libertad de los Jordis”. Y las jornadas históricas no son buenas para el negocio. Ni lo es esto que califica como una calma tensa que está borrando las navidades.

Ese mismo octubre sin clientes se repetía en muchos comercios. Como en la tienda de vinos y catas de Vivian Tavares: “He vendido un 15% ciento menos que el año pasado y eso que entonces acababa de abrir. Este año tenía un poco más de esperanzas, pero no se notan las fiestas. Ni lo noto yo, ni lo nota nadie”. Esta brasileña, que lleva quince años en Barcelona, reconoce que tiene un poco de miedo, pero prefiere tirar de optimismo. No le queda otro remedio. “Estamos en un impás, es como el vacío, el agujero negro en el que nos han metido y nadie sabe muy bien”.

Todos tienen marcado el día 21 en el calendario. Pero con una interrogación. ¿Qué pasará después? Pase lo que pase, lo que tienen claro es que tendrán que seguir pagando sus facturas y luchando por sus negocios.

Fuente: El País