Las autoridades de San Francisco han echado esta semana un jarro de agua fría sobre la incipiente pero prometedora industria de los robots para la entrega de pedidos. La Junta de Supervisores de esta ciudad votó por unanimidad establecer restricciones al uso de estos autómatas, con los que las empresas quieren explorar formas más económicas y eficientes de transportar paquetes y comida. La votación final tendrá lugar el próximo martes y, después, el alcalde de la ciudad, Ed Lee, tendrá 10 días más para firmar el proyecto de ley, vetarlo o permitir que la ordenanza surta efecto sin su firma, informó Bloomberg.

La buena noticia para ellas es que finalmente no se ha prohibido el uso total de estos androides como habían llegado a plantear algunos grupos como Walk San Francisco, preocupados por la seguridad de los peatones, especialmente los niños y los ancianos, que pueden cruzarse con ellos por las calles, y por temas de privacidad.

A partir de ahora, las empresas que explotan estos robots deberán obtener permisos para utilizarlos, y su uso estará restringido a las áreas urbanas menos concurridas. Además, los robots –que deberán ceder el paso a los peatones– tendrán que ser monitorizados por un humano que esté cerca y no podrán circular a más de 5 kilómetros por hora.

Tampoco se permitirán más de nueve autómatas transitando por las calles de la ciudad al mismo tiempo. Y las compañías fabricantes de estos robots, como Dispatch Robotics, Starships Technologies y Marble Robotics, deberán divulgar qué datos recopilan sus repartidores robóticos mientras efectúan sus entregas, pues van equipados con GPS y múltiples sensores y cámaras para hacer bien su trabajo y podrían ir registrando el comportamiento de la gente con la que se cruzan.

Según la BBC, a pesar de la proximidad a Silicon Valley, San Francisco se está quedando atrás frente a Estados como Virginia e Idaho, donde ya existen leyes que permiten la operativa de estos robots de entrega. La cadena británica destacó que la Cámara de Comercio de San Francisco había presionado contra la pretendida prohibición total de estos autómatas, argumentando que ello “podría crear una barrera para la innovación futura de la industria”.

Como informa Bloomberg, 2017 ha sido muy activo en lo que respecta a establecer leyes que cubren estos robots. Florida, Idaho, Ohio, Virginia y Wisconsin promulgaron normativas que permiten las entregas urbanas con estos autómatas, exclusivos hasta hace poco de las películas de ciencia ficción. En Londres, la regulación aún no les permite ir solos (deben circular acompañados por un humano) y en Estonia se está trabajando en ello.

La proliferación de robots terrestres (ya se ven también en Berna, Tallín, Hamburgo y Tokio) “hace necesario legislar su uso, igual que ocurre con los drones, que también empiezan a utilizarse para el reparto de paquetes”, coinciden los expertos consultados. Entre las empresas que los están usando como solución a la logística de la última milla están Just Eat, DoorDash, Postmates, Yelp Eat 24, Hermes y Ride On Express, todas de comida a domicilio, así que el temor a perder el trabajo empieza a calar entre los repartidos de carne y hueso.

Reinvención del espacio público

Robot repartidor de Marble. Robot repartidor de Marble.

Carril para robots. Renia Ehrenfeucht, profesora de la Universidad de México, planteó hace unos meses a The Guardian un escenario que lleva a la reflexión. “Si realmente hubiera cientos de pequeños robots en las ciudades, las aceras dejarían de funcionar como tales y empezarían a funcionar más como carriles bici. Dejarían de ser espacios para jugar o sentarse”. Esta experta avanza que podría requerirse una reinvención del espacio disponible, “posiblemente designando un carril” para estos autómatas.

Aceras. Ocurra o no ese escenario, el cofundador de Marble, Matt Delaney, apunta a la citada publicación que los robots de su empresa están siendo programados “para comportarse con cortesía con los peatones”. Y asegura que en la actualidad “la acera es una infraestructura que apenas se usa”.

Fuente: Cinco Días