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El rendimiento del bono español a diez años ha tocado este viernes mínimos históricos. La rentabilidad que exigen los inversores a la deuda pública nacional ha caído al 0,856%, batiendo el anterior mínimo marcado a finales de septiembre de 2016, cuando se situó en el 0,878%.

De acuerdo con los datos de mercado recogidos en Bloomberg, el rendimiento del bono español cerró la jornada previa en el 0,902%, si bien durante la sesión llegó a registrarse un 0,899%.

Según señalan los analistas, una conjunción de factores está contribuyendo a esta demanda masiva de títulos de deuda pública española. Por una parte, el bund o bono alemán ofrece una rentabilidad negativa del -0,109%. Es decir, los inversores tienen que pagar al Estado germano por tener estos valores considerados refugio. Italia genera mucha incertidumbre por su desafío a la disciplina presupuestaria europea y por la situación de sus bancos. Por esos motivos, la rentabilidad de sus bonos se dispara hasta el 2,623%, el triple que la española. Y la deuda de Francia brinda una rentabilidad bastante menor que la española, del 0,266%, al tiempo que no corrige el déficit público en medio de las tensiones sociales.

En ese escenario, España ofrece 97 puntos básicos más de rentabilidad que la deuda alemana —lo que en la jerga se conoce como prima de riesgo—; exhibe un crecimiento económico mayor que la media de la zona euro, y poco a poco reduce el desfase entre ingresos y gastos. Además, ninguno de sus partidos políticos cuestiona la arquitectura control europeo de las cuentas públicas. Y el resultado de las elecciones no ha causado preocupación alguna en los mercados. 

Por otra parte, la ralentización europea dibuja un horizonte de tipos muy bajos durante más tiempo. Y eso beneficia mucho a la deuda española, que ofrece algo más de rendimiento en un contexto en que los activos seguros apenas rentan. Otro tanto ocurre con la actual acumulación de riesgos como las tensiones comerciales. En el fondo, estas también juegan a favor. «Los inversores saben que los bancos centrales mantendrán durante más tiempo una política monetaria con sesgo expansivo y, por lo tanto, será difícil que incurran en pérdidas», apunta Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney.

Cuando se emite un bono, este representa un dinero que se va a devolver a un plazo más un cupón o interés. Pero luego ese papel con ese cupón cotiza en el mercado. Los inversores lo compran y lo venden a un precio que oscila. Cuanto más sube el precio del bono en el mercado, la rentabilidad del papel con el cupón es lógicamente menor. Y cuanto más baja, la rentabilidad que le queda al inversor es mayor. Ahora mismo la rentabilidad está muy baja porque el precio está muy alto. Y los inversores no perderán dinero en tanto que la cotización no caiga. Lo cual seguirá así en la medida en que los bancos centrales continúen con la política de tipos ultrabajos en un contexto de escasa inflación e incertidumbre sobre las perspectivas económicas.

En tales circunstancias, la deuda española se ha colocado en el radar de los inversores que tienen más aversión al riesgo. Han llegado incluso inversores japoneses muy conservadores, que no acudían desde los tiempos de la bonanza. En las dos últimas emisiones sindicadas del Tesoro se alcanzaron cantidades récord de demanda en la historia de la zona euro para sus respectivos plazos. En enero, se superaron los 46.500 millones para los títulos a diez años. Y en febrero se llegó a los 43.400 millones para el papel a 15 años.

Según explican fuentes del Tesoro, se está observando una mayor diversificación de inversores que ven a España como un país que crece y con un mercado de bonos grande y líquido. Gracias a estas extraordinarias condiciones de mercado, en los primeros meses de 2018 el coste de la deuda en circulación ha descendido por debajo del 2,4%, y el de las nuevas emisiones ha bajado al 0,6%. Se trata de cifras en mínimos históricos. Y ello a pesar de que el BCE ha dejado de comprar nuevas emisiones, si bien seguirá reinvirtiendo aquellas que venzan. A fecha de diciembre, el eurobanco posee unos 260.000 millones de euros en títulos del Reino de España, en torno a un 20% del total de la deuda pública española. Es decir, seguirá siendo uno de los principales compradores de bonos nacionales.

La caída de rentabilidades supone una buena noticia para las cuentas del Estado, que tiene mucha deuda que refinanciar y cuya factura de intereses asciende a los 29.752 millones, el doble de lo que se destina a prestaciones de paro y casi la mitad de lo que se gasta en sanidad. En marzo, el endeudamiento del conjunto de las Administraciones sumó los 1,199 billones de euros, 38.064 millones más que doce meses antes. En relación al tamaño de la economía, ronda el 98,7% del PIB y supone una de las mayores vulnerabilidades de España si en algún momento los inversores cambian de opinión y huyen de ella. El Tesoro español tiene que refinanciar al año en los mercados unos 200.000 millones de euros, cerca del 20% del PIB español.

Fuente: El País