El dólar pasó de intercambiarse por 45 pesos argentinos a hacerlo por 53 tras conocerse el resultado de las elecciones del pasado domingo y nada indica que la depreciación del peso vaya a detenerse aquí.

Desde fuera puede costar entender la importancia de estos comicios ya que no sirven para elegir a ningún cargo político. Las Elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) adelantan los resultados de las elecciones presidenciales que se celebrarán en primera vuelta el próximo 27 de octubre. Aunque su objetivo sobre el papel es que los partidos puedan presentar más de una lista y los votantes expresen sus preferencias entre ellas, en la práctica cada formación política acude con una lista de consenso y, pese a que la participación es algo menor que en la cita electoral que de verdad elige al presidente, su obligatoriedad hace que los resultados sean similares en ambas votaciones.

La lista del kirchnerismo obtuvo el 47,6% de los votos frente al 32,1% que consiguió Mauricio Macri. Esta diferencia hace muy difícil que el actual presidente revalide su cargo e incluso sería posible que no haga falta acudir a una segunda vuelta si la lista más votada superara el 45% o si estando por encima del 40% la diferencia con el segundo partido más votado fuera de diez puntos porcentuales. En definitiva, las PASO han supuesto casi la confirmación del final político de Macri tras una legislatura marcada por la inestabilidad.

Su Gobierno comenzó hace poco más de tres años con un conjunto de medidas liberalizadoras que sobre el papel parecían adecuadas, como así han reconocido organismos como el Fondo Monetario Internacional en sucesivas ocasiones. A corto plazo los resultados no se verían, pero gracias a la combinación de una política monetaria contractiva con tipos de interés más altos y una política fiscal expansiva con un ligero aumento del gasto público, sería posible reducir la inflación al tiempo que el maltrecho crecimiento del PIB apenas se resentiría. Esta receta keynesiana ha sido probada en multitud de ocasiones y en ausencia de otros condicionantes suele presentar buenos resultados en el plazo de un par de años.

Las políticas no dieron los resultados esperados debido a dos causas principales: la falta de credibilidad del Gobierno después de una larga sucesión de malos gestores y la necesidad de que las políticas se combinasen con actuaciones de reforma centradas en el largo plazo para acabar con el ciclo pernicioso que lleva al país a experimentar una sucesión de alta inflación, depreciación del peso y recesión. Los problemas estructurales de Argentina se observan en casi cualquier indicador que se consulte. Un ejemplo es la posición en la clasificación de facilidad para hacer negocios, que estudia alrededor de 190 países, y en la que Argentina se sitúa cerca del puesto 120 en todos los años de la última década sin que se observe ninguna mejora.

Desde el fin de la convertibilidad del peso con el dólar, la devaluación de la moneda local ha sido casi una constante, pero se mantuvo a una tasa controlada por el banco central que hacía previsible el movimiento de las divisas y no afectaba demasiado a las exportaciones. Esta política cambiaria permitía que se anticipasen razonablemente bien las variaciones en el tipo de cambio. La flotación sucia del peso argentino, pese a no ser lo más deseable en la mayoría de los casos, aportaba algo de estabilidad a su economía. Una de las primeras medidas del Gobierno de Macri fue liberalizar el tipo de cambio, que perdió más de un tercio de su valor de forma inmediata. Desde entonces, siguió depreciándose y tras la inestabilidad del pasado verano parecía que el enésimo rescate del FMI había puesto punto final a la inestabilidad. Sin embargo, la inflación continúa por encima del 50% y el desempleo no disminuye.

Las políticas económicas de corto plazo no han tenido éxito y a pesar de las medidas de austeridad que tuvieron que ponerse en marcha el déficit público se ha disparado sin control, haciendo que el nivel de deuda pública crezca hasta niveles muy elevados para un país que tiene que pedir prestado en dólares. Esto reduce la sostenibilidad de la deuda en un contexto como el de la guerra cambiaria entre China y Estados Unidos, que a pesar de que la puesta en marcha de los aranceles se posponga hasta el 15 de diciembre, sigue afectando especialmente a países que exportan materias primas e importan productos manufacturados.

El resumen de los resultados de las políticas de los últimos años es más inflación, más devaluación, más deuda pública y el empobrecimiento de la mayoría de la población. No resulta extraño que los votantes no hayan revalidado su apoyo al actual equipo que gestiona la nación. A pesar de la ine­fectividad de las políticas de Macri, los inversores internacionales lo prefieren a la alternativa, que supone regresar a políticas populistas. Este tipo de políticas que el tándem Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner llevarán a cabo probablemente mejoren de forma coyuntural la economía, pero solo acabarán por agudizar la crisis intermitente que padece Argentina y que ningún Gobierno elegido en las urnas se atreve a afrontar.

Un país que necesita reformas de gran calado que aumenten la competitividad, reduzcan las trabas a los negocios y pongan en valor sus puntos fuertes no puede permitirse de nuevo una oleada de nacionalizaciones, aumento sin control del gasto público y todavía más restricciones a la inversión internacional.

Juan Luis Santos es profesor en la Universidad CEU San Pablo e investigador asociado en el IAES y en el grupo de sistemas complejos en Ciencias Sociales

Fuente: El País