En 1953, la cadena británica BBC grabó el viaje de un tren que cubría la ruta de Londres a Brighton. Repitieron el experimento en 1983 con la intención de buscar las diferencias entre ambos trayectos. En 2013, volvieron a la carga para cerrar un proyecto que disecciona en tres imágenes la transformación de las estaciones, la afluencia de viajeros y los trenes para un recorrido determinado. Sesenta años después, el trayecto se ha reducido de una hora a 52 minutos e incluye dos paradas que entonces no existían, lo que incita a una pregunta inevitable: ¿realmente han cambiado tanto los sistemas de transporte con el paso del tiempo?

La respuesta es obvia: por supuesto que lo han hecho, pero algunos de los cambios más significativos no son fáciles de ver desde el interior del vehículo. Uno de los impulsores de esta revolución imperceptible para el viajero han sido los centros de gestión, unos espacios que centralizan la información de las flotas de vehículos de los principales medios de transporte para reducir retrasos, aumentar la eficiencia del servicio y ahorrar costes.

AENA trabaja en 48 aeropuertos donde está pendiente de más de 750.000 pasajeros diarios repartidos en unos 6.500 vuelos. España cuenta con una red de aeropuertos pública centralizada, un modelo poco común entre los países de la OCDE, que optan en su mayoría por la descentralización para estimular la competencia entre las diferentes instalaciones. Centralizar la información de esta gran maquinaria supone un reto que la empresa aborda desde sus orígenes.

El principal centro de gestión de su aeropuerto más concurrido —el de Barajas— se inauguró en la T4 en 2006, una sala de 1.500 metros cuadrados con capacidad para 90 trabajadores en la que se controla la actividad que tiene lugar tanto en las zonas interiores de sus cuatro terminales como en las pistas de despegue y aterrizaje. De esta manera, es posible monitorizar los flujos de pasajeros, coordinar todo tipo de operaciones con mayor precisión y garantizar la seguridad en las instalaciones.

Las ventajas del control centralizado en los sistemas de transporte van más allá de los focos de entrada y salida de viajeros y atañen al propio trayecto. El caso de RENFE es un buen ejemplo de ello. Desde su centro de gestión de operaciones se controlan los movimientos de una flota de más de 1.500 trenes, así como al personal encargado de ponerlos en funcionamiento.

Estamos más preparados y somos más capaces de minimizar los retrasos

José Espada, gerente de tráfico en el centro de gestión de operaciones de RENFE

Una veintena de personas distribuidas en dos hileras de mesas —apenas una cuarta parte de los empleados de estas oficinas— teclea concentrada en sus ordenadores. Frente a ellos, una docena de pantallas reflejan la posición de los vehículos que se encuentran en circulación y recogen información sobre sus conductores, los pasajeros que transportan y tiempo de retraso. La herramienta con la que trabajan se llama Copérnico, un software de desarrollo propio para la gestión de sus recursos en tiempo real.

La información se recoge a través de una serie de sensores integrados en los trenes que permiten diagnosticar problemas técnicos y alertan de necesidades concretas de mantenimiento. “Este tipo de herramientas nos permiten detectar los problemas mucho antes y mejoran nuestra capacidad de respuesta”, aclara José Espada, gerente de tráfico en el centro. “Estamos más preparados ante cualquier incidencia”.

Centro de gestión de operaciones de RENFE

La centralización también permite una mejor gestión del gasto. Una de las herramientas con las que trabajan está centrada en la optimización de recursos. En concreto, han sido capaces de reducir los gastos en las operaciones un 5%.“No es lo mismo tener en actividad 15 trenes que 13”, explica Espada. “Te ahorras dos trenes, que tienes parados y no gastan energía”.

Fuente: El País