El público estaba tan acostumbrado a verle hacer de ligón, rubio y cachas en comedias románticas de medio pelo, que muchos no le reconocieron cuando, a los 45 años, se metió en la piel del personaje que acabaría dándole su primer Oscar. Para interpretar a Ron Woodroof, el electricista enfermo de sida que protagoniza Dallas Buyers Club, Matthew McConaughey tuvo que perder 21 kilos, a razón de tres por semana, y renunciar a su característico bronceado. Aunque la verdadera transformación del actor tejano en esta película no fue la de su aspecto físico, sino la de sacudirse de encima el sambenito de galán de comedia amable que le había acompañado durante buena parte de su carrera. Demostró que podía dar la talla también en papeles dramáticos.

Como McConaughey, muchos profesionales de toda índole sienten en algún momento de su carrera que se han quedado encasillados, enganchados en un registro en el que han demostrado solvencia en el pasado. Y sienten la tentación de salir de ahí. “Las personas nos aburrimos si hacemos siempre lo mismo durante mucho tiempo. Sentimos la necesidad de ampliar el espectro de actuación, de salirnos del territorio”, explica Fernando Botella, presidente de Think&Action. Padecen lo que el especialista en marca personal Andrés Pérez Ortega denomina “síndrome del renacentista”. Porque, dice este experto, “todos somos un poco poliédricos, nos gustan muchas cosas y nos da pena tener que descartar algunas de ellas para centrarnos sólo en una”.

‘Algo’ concreto

Y sin embargo, elegir un área de especialización puede ser la mejor estrategia para abrirse un hueco en el mercado laboral. “Hoy día las puertas están abiertas para aquellos que saben mucho de algo concreto, siempre que ese ‘algo’ aporte valor añadido a los objetivos de negocio”, sostiene Susana Roselló, directora corporativa de Selección y Captación de Talento de Montaner&Asociados. Un análisis con el que coincide Carlos Recarte, socio director de Recarte & Fontenla: “Los perfiles tienden más hacia la especialización y la cualificación. Si somos los mejores en nuestro oficio, siempre tendremos trabajo. Incluso si somos unos especialistas mediocres, nos puede ir razonablemente bien si existe una gran demanda de nuestros servicios”.

El arquitecto de la Historia

No lo buscó, pero lo cierto es que al Medalla de Oro de la Arquitectura Española 2016, Víctor López Cotelo (Madrid, 1947), siempre se le ha considerado un especialista en conservación del patrimonio histórico. “Te encargan un trabajo que sale bien y empiezan a llamarte para otros similares; te conviertes en experto. En mi caso, en un momento dado rehabilite una pequeña iglesia románica en un pueblecito de Soria, después otra en Valladolid y estos trabajos me condujeron a un proyecto ya de envergadura como el de La Casa de las Conchas de Salamanca”, rememora.

Él, sin embargo, no se tiene por arquitecto de un solo registro, como demuestran sus trabajos en la Filmoteca Española en Pozuelo de Alarcón (Madrid) o en la Biblioteca de Zaragoza. “Es el mercado el que te pone en un determinado cajón, y a medida que pasa el tiempo y sigues haciendo proyectos en ese campo, la etiqueta se agranda”. No lo lamenta; al contrario. López Cotelo cree que el hecho de no partir de una formación específica como restaurador le ha permitido abordar su labor como rehabilitador con una perspectiva más amplia, menos historicista. “Estás más abierto a innovar y eso acaba arrojando resultados sorprendentes”.

¿Qué si las etiquetas cierran puertas? “¡Claro!”, concede Botella. “Pero también abren otras. Porque suponen una ventaja competitiva que, además, es sostenible en el tiempo. A un escritor que lleve toda la vida escribiendo biografías nunca le encargarán una novela romántica por mucho que a él le apetezca. Pero el día que alguien necesite una biografía, hay muchas posibilidades de que se acuerden de él”, argumenta.

Quedar encasillado puede ser un problema cuando el grado de especialización es tan alto que se convierte en irrelevante porque no genera apenas demanda. “Durante la crisis más de un ingeniero de caminos intentó cambiar de sector sin éxito. Tenían experiencia en infraestructuras, manejando presupuestos elevados, dirigiendo equipos multidisciplinares en entornos internacionales…. Pero los clientes les demandaban, además, experiencia especifica en el sector”, recuerda Carlos Recarte.

Muchas etiquetas se forjan durante los primeros años de carrera. “Pasar demasiado tiempo en el mismo puesto, empresa o sector en la etapa inicial nos puede pasar factura porque después será más complicado hacer virar al barco”, advierte Recarte. O no… Porque lo que para unos es un callejón sin salida, para otros puede significar un pasaporte a una larga y fructífera carrera. En palabras de Susana Roselló: “En el caso de las ingenierías de tecnologías de la información es bueno especializarse pronto con una base muy técnica para más adelante ir desarrollando otras competencias adicionales. Para un recién licenciado en ingeniería industrial o marketing, en cambio, la recomendación sería que en sus primeros años laborales tocara un poco todos los palos y adquiriera cierta experiencia global”.

Andrés Pérez Ortega piensa que es conveniente especializarse cuando el profesional todavía no es muy conocido. “Pero a medida que alcanzas cierto prestigio puedes tocar otros campos porque ya has generado suficiente confianza y crédito profesional para poder permitírtelo”. Además, continúa, elegir un área de especialización no es firmar un pacto con el diablo. “Los profesionales evolucionamos y podemos cambiar de sector o materia. Tú tienes una serie de cualidades que pueden aplicarse a diferentes campos. Lo importante es que haya un elemento común que dé coherencia al proceso”.

¿Cómo quitarse de encima esas etiquetas? Pérez Ortega recomienda mantener un perfil bajo durante un tiempo mientras se construye la nueva orientación con comunicaciones paulatinas. “Así se va creando una cierta expectación”. Roselló, por su parte, anima a llamar la atención de jefes y clientes sobre habilidades que han podido permanecer ocultas bajo una especialidad. “Por ejemplo, enseñando un proyecto que hayas desarrollado de principio a fin en ese campo e incluyendo sus resultados”.

Fernando Botella sugiere un camino alternativo para alcanzarla la ansiada diversidad sin tener que renunciar a la especialización. “Hacer las mismas cosas pero de un modo diferente, incorporar nuevos elementos al día a día. Apostar por la formación continua para seguir creciendo y combatir, así, la obsolescencia. Porque el especialista que no está actualizado, deja rápidamente de serlo”.

Fuente: El País