Hace 50 años el ser humano pisó la Luna: comprobó que allí no hay dragones ni gaiteros y que no está hecha de queso. Nuestro satélite, en realidad una enorme roca gris, esférica y polvorienta, enamorada (gravitacionalmente) de la Tierra, fue por primera vez hollada por el pie de unos señores que dejaron allí su huella: en la Luna no hay atmósfera, ni viento, ni ningún selenita que pase la mopa, así que las suelas de los astronautas permanecerán allí marcadas por los siglos de los siglos.

Para lograr este hito científico-tecnológico, uno de los más grandes de la historia, hubo que acumular mucho conocimiento. Investigaciones sobre la gravedad y el movimiento como las de Galileo, Kepler y Newton. La balística y la física ayudaron a poner cohetes (los Saturno) en el espacio exterior, a más de 40.000 kilómetros por hora para escapar de la Tierra y aupados a base de quemar 2.700 toneladas de combustible.

La electrónica fue fundamental: a mediados del siglo XX se inventaron ingenios como el transistor o el circuito integrado, que permitieron desarrollar computadoras más pequeñas, más potentes y más ligeras, aptas para montar en una nave espacial. La computadora de vuelo de la nave tenía una memoria RAM de 4 kilobytes, un disco duro de 74 y pesaba 32 kilos: cualquier móvil es miles de veces más potente. La ingeniera Margaret Hamilton fue la autora del software de navegación que permitió a la nave hacer el viaje. 400.000 personas por todo el planeta estuvieron implicadas en el éxito de la misión Apolo 11.

La nave tardó cuatro días en llegar a la Luna, y cuando los tres astronautas alunizaron en el Mar de la Tranquilidad alucinaron con lo que vieron, tanto que en vez de echarse la siesta que estaba programada, salieron de inmediato a darse un paseo. Una cámara diseñada para las temperaturas extremas del satélite captó las precarias imágenes en blanco y negro y el desarrollo de las telecomunicaciones permitió la locura de telefonear a la Tierra desde la Luna.

Fue cuando Neil Armstrong dijo la célebre frase: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”. Esta señal, por cierto, fue recibida por la base de la NASA en Robledo de Chavela, Madrid, que era la que en ese momento estaba de cara a la Luna. Luego fue escuchada por 530 millones de personas en todo el planeta.

Fuente: El País