Quién gana, el Barça o el Madrid? O dicho en serio, ¿cuál es la pauta crecimiento económico normal, la catalana o la madrileña?

Aunque este concurso entre ambas capitales es el que levanta más (lógicas) pasiones, la pista más objetiva para dirimirlo no está en España sino en Europa.

La liga continental de Cataluña se juega en el espacio de los llamados «cuatro motores de Europa», equipo completado por Baden-Württemberg (Stuttgart); Rhône-Alpes (Lyon) y Lombardía (Milán).

Se trata de cuatro regiones de parecida población (entre 6 y 11 millones de habitantes); posición relativa (en los primeros puestos de cada uno de sus Estados, España, Alemania, Francia e Italia); y estructura económica (fuerte peso industrial manufacturero, diversificado y con apertura a las nuevas tecnologías).

Las cuatro firmaron en 1988 un prometedor convenio de cooperación que, sin embargo, ha arrojado resultados modestos.

Desde el principio de siglo hasta la Gran Recesión, y abanderando el despegue español, el crecimiento catalán lideró el grupo de los cuatro motores, ganando más de siete puntos en el PIB per cápita sobre la media de la UE (a 28), mientras el resto perdía posiciones o se estancaba.

Desde la crisis, el movimiento fue en sentido inverso. De 2008 a 2015, Cataluña descendió del 117% al 107% sobre la prosperidad media de la UE; como Lombardía (del 140% al 127%); cayendo menos que Rhône (del 108% al 106%), mientras Baden se disparaba del 134% al 143% (Eurostat Regional Yearbook 2017).

Esas curvas fueron pues, normales, oscilaron cerca de los ciclos nacionales tanto en la expansión como después, en la recesión: el español y el italiano, peores; el francés, plano; el alemán, al alza.

Incluso el descenso de Madrid fue normal en este parámetro: bajó del 134% al 123% sobre la media europea, un 8,20% sobre sí misma, caída solo ligeramente más suave que la catalana (9,32% negativo entre 2008 y 2015).

En la liga doméstica, también la evolución de Cataluña ha sido normal, sin sobresaltos. El tamaño de su economía (PIB) ha pasado en casi cuatro décadas del 18,88% al 19% del PIB español. Lo distinto ha sido la evolución de Madrid, que ha saltado del 15,6% en aquella fecha al 18,9% (Cinco Días, 25/10). El PIB per cápita ha dado un salto parecido.

Así que el actual cuasiempate se debe no a un mal registro catalán sino a uno excelente —y persistente—madrileño.

¿Causas? Todas las capitales políticas europeas han sido campeonas nacionales en crecimiento (salvo Berlín y Roma), destaca Eurostat; la globalización favorece a las capitales; el peso de la terciarización, a los centros financieros por encima de los industriales; la inversión pública española ha seguido priorizando la estructura radial…

A esta competencia ya desigual se le añade ahora un factor más artificioso. La política, y no la economía, está a punto de deshacer el empate. Quizá con estrépito.

Fuente: El País