Guadalupe tiene 84 años y fue pescadera en el mercado de La Boquería de Barcelona. «Se levantaba todos los días a las cuatro de la mañana para ir a la lonja a comprar el pescado y luego venderlo. Tuvo dos hijos, pero uno de ellos falleció con 64 años por una enfermedad. Su gran ilusión hubiese sido tener una hija, para que la cuidara y no estar sola. Doy las gracias por esta experiencia tan bonita». Es el testimonio de María del Mar Rastrojo, una voluntaria que ha participado en una iniciativa solidaria consistente en visitar en sus domicilios a personas mayores solas para hacerles compañía durante unas horas y entregarles un regalo de Navidad. La peculiaridad de esta acción es que ha sido promovida por la empresa en la que trabaja María del Mar, DKV Seguros.

La aseguradora es una de las compañías que se ha sumado a una corriente cada vez más extendida entre las empresas cuando llegan las fechas navideñas: la de ofrecer a sus empleados la posibilidad de participar en actividades solidarias. «La Navidad es una época especial, en la que somos más sensibles ante situaciones difíciles y las empresas hacen un esfuerzo especial por estar al lado de los colectivos más vulnerables», destaca Esmeralda Fernández, directora de Voluntariado Corporativo e Innovación Social en Empresas de la Fundación Hazloposible.

Visitas a hospitales infantiles, recogida de regalos, colaboración en comedores sociales… Se trata de darle la vuelta a las tradicionales cenas con los compañeros y al reparto de cestas de Navidad. «Todo negocio tiene la obligación moral y ética de contribuir y devolver a la sociedad parte de lo que recoge de ella», asegura Beltrán de Ocio, director de Recursos Humanos de GroupM España. Hace seis años, este grupo de comunicación puso en marcha un plan interno de RSC con el que se pretendía potenciar la vertiente social de sus profesionales. Una de sus iniciativas es «El Árbol de los Deseos», una idea que ofrece a los empleados la posibilidad de pedir un deseo solidario para una persona, colectivo o institución de su elección que, más tarde, la empresa se encarga de hacer realidad.

Reyes Magos corporativos

Por tercer año consecutivo, la Fundación Toda Ayuda ha puesto en marcha la campaña «Ningún niño sin su juguete», una iniciativa en la que participan más de 40 empresas como Dragados, Red Eléctrica de España, GMP, Irea, Sacyr o GlaxoSmithkline, entre otras. «Se trata de una recogida de juguetes que aportan los propios empleados de estas empresas para niños de familias en situación de exclusión», explica su presidente, Antonio Gimeno. El año pasado, se recogieron más de 5.000 juguetes para ellos.

«Nuestros interlocutores en las empresas y mayores aliados son los responsables de Recursos Humanos, de Responsabilidad Social Corporativa o de Obra Social», dice Gimeno. «Suelen ser personas jóvenes que a lo mejor no tienen el poder para firmarte un talón de 6.000 euros, pero que sí tienen una mentalidad muy abierta y son muy receptivos a este tipo de acciones. Les gusta ayudar y son capaces de movilizar a toda la organización para que esa ayuda sea un éxito».

Ejercicio de imagen

Algunas compañías siguen planteándose este tipo de actuaciones como un ejercicio de imagen perfectamente calculado. Desde la Fundación Hazloposible, sin embargo, opinan que la visión filantrópica y un tanto paternalista de la acción social comienza a estar desfasada. «Ahora lo que se busca es alinear esas actividades con las competencias e inquietudes de la plantilla, tratando, al mismo tiempo, de establecer una buena relación con las comunidades en las que se integran. Ya no se trata solo de hacer el bien o de devolver a la comunidad, sino de que el voluntariado corporativo genere mucho valor a las empresas», asegura Esmeralda Fernández.

Una fórmula, agrega Fernández, en la que, además, ganan todos. «Los beneficiarios porque reciben esa ayuda tan necesaria; las empresas porque contribuyen directamente al bienestar social y de su entorno, y los empleados porque viven experiencias únicas, en las que además desarrollan habilidades y competencias que podrán aplicar, tanto a nivel profesional como personal». De hecho, continúa, el voluntariado es un espacio idóneo para «experimentar y fortalecer actitudes y competencias que dentro del puesto del trabajo resultan más difíciles de cambiar».

Las ventajas para la organización no terminan ahí. «Desde el punto de vista del equipo, se fomenta el orgullo de pertenencia a una empresa que es solidaria y contribuye a mejorar la sociedad en la que opera», señala De Ocio. En la misma línea, Jorge Serrano, consultor de Go Consulting, sostiene que la implicación en proyectos sociales mejora sensiblemente el clima laboral y dispara el nivel de compromiso. «Lo que a veces es muy difícil de lograr con sistemas de reconocimiento y retribución, se consigue con creces cuando se generan oportunidades de ayudar a los colectivos más desfavorecidos. «Porque las personas descubren que vale la pena trabajar en esa empresa por las cosas que hace, y no por las que dice».

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Serrano recuerda que un equipo de trabajo no es otra cosa que «un pacto alrededor de un proyecto. Y los proyectos que generan mayor complicidad, cohesión y compromiso son, precisamente, los altruistas». Según este experto, poner todas las competencias y energías del equipo en el servicio a los demás activa la motivación intrínseca. «Y la motivación intrínseca mueve montañas, mientras que la motivación extrínseca necesita de montañas de dinero para moverse».

Aprovechar las fechas navideñas para iniciarse en la generosidad con el prójimo puede ser la vía para que esa colaboración puntual acabe convirtiéndose en algo sostenido en el tiempo. En ese sentido, Francisco Peña, del departamento de Recursos Humanos de DKV Seguros, recuerda cómo en una ocasión una de las personas mayores a las que visitaron sus voluntarios les pregunto qué es lo que había hecho para merecer tan buena compañía. «Se veía reflejada la necesidad de acompañamiento y cariño que tienen muchas personas mayores que se encuentran solas». Y, sin embargo, concluye, «al final son los voluntarios los que se marchan a casa con la sensación de que son ellos quienes reciben mucho más de lo que dan».

Fuente: El País