En un rincón de la tienda, en el madrileño barrio de Las Salesas, entre vestidos y bocetos, Juanjo Oliva (Madrid, 1971) esconde un espacio para atender a las clientas de costura, ultimar sus creaciones y exponer sus ideas, aunque confiesa que para dibujar las colecciones, prefiere la tranquilidad de su casa por las noches.

El diseñador defiende que la moda, al igual que las ciudades, las viviendas y el transporte, tiene que adaptarse a la forma de vida de los ciudadanos. “En los años cuarenta se llevaban mucho los guantes, ahora no, entre otras cosas, porque no podríamos contestar el teléfono”, ilustra. Por ese motivo, ha hecho una colaboración con Samsung que acaba de presentar en la pasarela Mercedes-Benz Fashion Week: una serie de accesorios para llevar el Galaxy S10+ y el reloj Galaxy Watch Active. “Hay cosas que ya no hacemos porque estamos siempre con el móvil en la mano”, bromea sin dejar de repasar sus bocetos.

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Precisamente, esa evolución constante es una de las cosas que le atrae de este mundo. “La moda es una de las disciplinas que más evidencia cómo es una sociedad”, por eso no entiende que siga habiendo barreras hombre-mujer o que se asignen determinados colores con el género del bebé. “La moda es siempre una elección, no debería imponerle a la gente lo que se tiene que poner. Que no estemos todavía en ese punto es algo que me supera”, reconoce. Aunque se han hecho avances en este sentido, el diseñador insiste en que es un tema que debería avanzar mucho más rápido. “No hay que dar un paso atrás ni para coger impulso”.

También apuesta por un armario atemporal y colecciones que no varíen tanto de una temporada para otra. “Una prenda que te vas a poner dos veces y después desechar es algo que no me interesa ni diseñar”, apunta. Por eso invita a hacer compras más reflexivas, y por tanto, más sostenibles. “Empecé en Zara, por eso sé de lo que hablo”, ironiza. Y aunque cree que nadie en la industria pensó que podría llegar a acelerarse tanto, le parece preocupante que el progreso tecnológico vaya por delante de la sociedad. También teme que la situación política afecte a los hábitos de consumo y recuerda 2018 como su peor año, más duro incluso que la última crisis económica, pues le subieron un 35% el alquiler de un espacio que era vivienda, taller y oficina sin ninguna explicación. “Hay mucha más gente en esta misma situación, hay más gastos y los sueldos no suben”, critica el creativo, que considera que debería revisarse la ley del alquiler y controlar las fianzas que se piden. “Estoy con muchos más proyectos, pero tengo que estar al pie del cañón como no lo he estado nunca porque si no tengo la sensación de que no se llega”, alega.

A la hora de trabajar, detesta las rutinas y cree que “un diseñador no debería necesitar nada más que su cabeza para trabajar”. Y su equipo, integrado por ocho personas, para desarrollar los proyectos. Prefiere el lápiz por la calidez del papel, aunque está descubriendo el mundo de las tabletas: “Soy muy desordenado y estoy siempre perdiendo los dibujos, así que me parecen muy prácticas”. También celebra el buen momento de la creatividad española y la nueva generación de diseñadores: “Creo en el reemplazo, no podemos ser siempre los mismos”. A sus espaldas, 20 años con su marca y 30 desfiles.

Fuente: El País