El transporte aéreo incide directamente en el crecimiento de la economía española y tiene un papel relevante en el turismo, un sector vital en la buena salud del país y que, durante los últimos años, está batiendo récords: según el Instituto Nacional de Estadística (INE), 2017 finalizó con la llegada de 87,6 millones de pasajeros procedentes de aeropuertos internacionales, una cifra que supera en un 8,3% a la registrada durante el año anterior.
Ante este crecimiento de los desplazamientos en avión, refrendado también por datos de Aena, el sector se enfrenta a un panorama disruptivo. En él, por un lado, se encuentra un nuevo perfil de consumidor, que presenta nuevas necesidades; por el otro, las aerolíneas, que deben afrontar nuevos retos para adaptarse a estas nuevas demandas y continuar creciendo.
Entre estos desafíos, las compañías aéreas se enfrentan a la obsolescencia de sus flotas, lo que les impide avanzar en materia de competitividad y modernizarse. Esta problemática perjudica a la experiencia de cliente y dificulta la reducción de sus costes de operación.
La diferencia entre aviones antiguos y flota nueva puede suponer un 30% de consumo de combustible, por lo que es conveniente para las aerolíneas beneficiarse de las mejoras que, anualmente, los fabricantes de aviones introducen en los motores, haciéndolos más eficientes en términos de consumo de combustible. Asimismo, existen otros desarrollos que permiten optimizar el consumo de los aviones, como los sharklets.
Por otro lado, el consumidor actual requiere de un servicio de calidad, que se distinga por la puntualidad, como sucede con otros medios de transporte que, incluso, en caso de no llegar en hora bonifican a los clientes por retraso. Este aspecto, que hace años era secundario para las compañías aéreas, les supone en la actualidad importantes costes, ya que implica mayores horas para la tripulación, reclamaciones o el aumento de las horas de estacionamiento en el aeropuerto. Por ello, las aerolíneas han de tomar medidas para aumentar la puntualidad, para no perder competitividad y para mantener la confianza de sus clientes. Entre estas acciones, la planificación y la renovación de flotas, que forman parte de las estrategias a largo plazo de las compañías, deberían estar contempladas con antelación, así como tener definida la tipología de aviones óptima para los desplazamientos.
En este sentido, las aerolíneas están mejorando en su flota de aviones algunos aspectos relativos al confort del pasajero, incorporando, por ejemplo, asientos más cómodos y también con menor peso, lo que reduce el consumo; luces ajustables según la luminosidad de la cabina; o tecnología a bordo, como pantallas en los asientos o wifi, lo que mejora la experiencia final del viajero.
Por último, el factor precio de los vuelos es un elemento clave que influye en el crecimiento del sector y que incentiva la demanda. El sector aéreo cuenta con márgenes muy justos, por lo que las aerolíneas tienen como reto ser capaces de ofrecer el mejor precio para la tarifa que mejor se adapte al pasajero. Para ello, juegan un papel destacado los ancillaries, que son todos aquellos productos o servicios complementarios al billete. Hace años, el pasajero compraba un billete por una cantidad, lo que incluía unos servicios básicos, como cambios o anulaciones, maletas de mano o equipaje facturado. En la actualidad, existe una diversidad de tarifas -básica, estándar, Premium, flexible, turista Premium o Business-, que pueden ser complementadas con una variedad de productos o servicios: seguros, selección de asiento, segunda maleta, etc.
Con la aplicación de todas estas medidas, se conseguirán solventar algunas dificultades que presenta el transporte aéreo, lo que incentivará notablemente el crecimiento de un sector estratégico para la economía española.
Vicente Segura es Socio de consultoría, estrategia y operaciones y responsable del sector transporte de la industria THLT de Deloitte
Fuente: Cinco Días