La necesidad de salir de la zona de confort se ha convertido en un mantra para el mercado laboral. Una exigencia que se repite en ofertas de trabajo, en procesos de selección y en cualquier charla sobre desarrollo profesional. Y más allá del debate sobre si ese confort es sinónimo de indolencia o no, hay una receta que presume de ser perfecta para dar ese salto: irse a trabajar al extranjero. Optar por desarrollar una carrera profesional internacional es, sin embargo, mucho más que hacer las maletas y lanzarse a la aventura. Exige una visión estratégica y un plan a largo plazo que arranca siempre en un mismo punto, el de la formación.

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La opción de probar suerte en un país extranjero ha sido la única posible para muchos jóvenes españoles que terminaron sus estudios el punto más álgido de la crisis económica. Marta Puig-Samper lo sabe bien. Esta experta en recursos humanos, responsable de la consultora International Careers, hizo su propio viaje de ida y vuelta, primero a Reino Unido como expatriada y después de regreso a España, en 2011, en plena recesión. Aquel año empezó asesorar a ingenieros que querían probar suerte fuera y cuenta que, desde entonces, la situación ha cambiado. «El mercado laboral en España ha repuntado y aunque entre los españoles todavía hay esa parte de: ‘Me voy si no hay más remedio…’, en general la gente que se va ya no es porque no les quede otra opción».

Los que se fueron empiezan a volver y los que ahora optan por irse lo hacen, al menos en un mayor porcentaje, por iniciativa propia. El 87% de los estudiantes españoles están dispuestos a desarrollar su carrera profesional en el extranjero, según un estudio de la consultora Círculo Formación. Y hay mil formas de afrontar ese reto. Hay quien se lo toma como una excusa para ver mundo, quien lo ve como una oportunidad para aprender idiomas y quien se plantea trabajar fuera a modo de trampolín para después regresar en una mejor posición. «El mercado laboral en España paga muy poco a los recién titulados en comparación con otros países, pero para los profesionales con cierta experiencia los sueldos se igualan. Muchos se van para luego volver con mejores condiciones», explica Ramón Aragón, director de servicios estudiantiles y de carrera de la escuela de negocios ESCP Europe.

Con independencia de los motivos y del objetivo que se persiga, el valor que aporta trabajar fuera parece claro: expandir fronteras y abrir la mente, en el ámbito profesional pero también en el personal. Ver nuevas formas de trabajar, de comunicarse, de hacer… y aprender a adaptarse al cambio. «El crecimiento no se puede dar de forma teórica, sino de manera experiencial», apunta Marta Puig-Samper, de International Careers. Aunque el coste es alto, advierte Consuelo Castilla, presidenta de la consultora de recursos humanos AdQualis: «Hay que ser consciente de que va a haber que sacrificarse. No es un premio, es una etapa de crecimiento personal y profesional».

El requisito básico antes de intentar dar el salto es dominar la lengua del país hacia el que uno quiere dirigir sus pasos. La formación, más allá de los idiomas, también desempeña un papel clave. Es fundamental mirar hacia países y sectores donde se requieran profesionales con los conocimientos que uno ya tiene. Y si el cambio de país implica también que haya que ampliar la formación, habrá que manejar tiempos más largos. «Si hablamos de conocimientos duros, hay que valorar si en ese mercado hay cabida para gente que vaya a aprender una habilidad, en lugar de a demostrar que la tiene», aconseja Gerardo Kanahuati, director en Madrid de la consultora de recursos humanos Hays. «Hay personas que optan por hacer un movimiento suave. Si se es joven, vale la pena irse primero por un periodo más corto, con un trabajo de verano por ejemplo».

El momento idóneo para planteárselo es mientras aún no se han terminado los estudios. Conseguir esa primera oportunidad en el extranjero es la parte más complicada, sobre todo si se intenta desde España, por lo que irse mientras uno todavía es estudiante (para terminar allí la carrera, cursar un máster o aprender idiomas) es la estrategia más eficaz. Pero aunque algo más complicado, conseguirlo una vez ha terminado la etapa formativa o incluso tras varios años de experiencia trabajando también es factible. La clave está en diseñar un plan de carrera en cuatro pasos:

1. ¿Quién soy y cuál es mi objetivo?

El salto internacional empieza en el mismo punto que comienza cualquier plan de carrera profesional: con una fase de autoanálisis. Es importante tener clara cuál es tu formación, tus competencias, tus logros, tus objetivos de carrera… «Y analiza cómo puedes exportar eso a otro país», añade Marta Puig-Samper, de International Careers.

«Se trata de realizar una planificación mental de dónde quieres estar a largo plazo», señala Ramón Aragón, de ESCP Europe. «Normalmente nos da miedo o incluso pudor hacer esa proyección a futuro, sobre todo en el caso de los jóvenes, pero una vez superado ese pudor no es complicado. Es un ejercicio de prospectiva, se trata de tener una visión global y de futuro». El experto pone el ejemplo de una universitaria que estudie marketing en España y que en el futuro quiera trabajar como directora de marketing digital de una empresa cosmética: «Tendrá que buscar el camino. Para llegar ahí en 10 años, dentro de uno quizás tenga que estudiar algo fuera de España y dentro de cinco igual debería estar trabajando como product manager en una compañía farmacéutica, por ejemplo».

2. ¿Dónde quiero ir?

Afrontar el cambio

¿Cuáles son los países a los que prefieren ir a trabajar los españoles? Estados Unidos e Inglaterra son la apuesta clásica, pero según explica Consuelo Castilla, presidenta de la firma de recursos humanos AdQualis, Canadá está creciendo en popularidad. En suelo europeo, Holanda gana enteros porque muchas multinacionales tienen allí su sede y Francia es otra opción recurrente por su proximidad. Alemania, sin embargo, es «muy duro por el idioma», explica la experta.

Ramón Aragón, director de servicios estudiantiles y de carrera de la escuela de negocios ESCP Europe, añade que lo que más se valora en el extranjero de los profesionales españoles es su habilidad para afrontar el cambio: «Tenemos la capacidad de orientarnos al cambio y buscar alternativas de una forma más rápida que otros perfiles más enfocados a la planificación, como por ejemplo el de un alemán».

Una vez que tengas claras tus fortalezas y lo que te define como profesional, el siguiente paso consiste en decidir un destino. Aquí, los expertos recomiendan tanto elegir primero país como empezar por identificar empresas en las que te gustaría trabajar, sin olvidar que el idioma es la puerta de entrada y el requisito indispensable para escoger destino. «Hay que investigar el mercado laboral de destino», aconseja Puig-Samper. «Se trata de estudiar la cultura, el entorno económico y legal y la demanda que haya en ese momento». Lo fundamental es detectar las oportunidades reales que haya en ese momento en el mercado. «Hay que analizar dentro de tus intereses. Si quieres trabajar en automoción, Alemania puede ser la primera opción, pero quizás tienes que ver si por ejemplo ese sector se está moviendo hacia China…», ejemplifica Maria Obiols, directora de carreras profesionales en la escuela de negocios ESADE.

Esa investigación incluye también las cuestiones prácticas, que por ser las más obvias a veces se pasan por alto: los requisitos de acceso a ese país, si la formación que se tiene se puede homologar o no, el coste de la vida… e incluso aspectos más cotidianos, como las costumbres, el clima o la comida.

3. ¿Cómo puedo buscar ofertas?

Para definir una estrategia de búsqueda, sobre todo si se hace desde España, las herramientas online son el primer aliado. Habrá que hacer un rastreo en portales de empleo, en webs de las propias empresas que nos interesen e incluso en las embajadas, que según indica Gerardo Kanahuati, de Hays, también publican ofertas de trabajo. Además, es recomendable intentar tocar a headhunters y agencias de reclutamiento e incluso enviar el currículum directamente a las compañías por propia iniciativa. «Las autocandidaturas funcionan, sobre todo en el caso de los jóvenes», asegura Consuelo Castilla, de AdQualis.

El primer lugar al que todos los expertos recomiendan acudir es, sin embargo, LinkedIn. «Es una herramienta muy potente, tanto por el contenido de tu perfil como por cómo la utilices para contactar con otros profesionales, aunque esta es una de las partes que más nos cuesta a los españoles», asegura Marta Puig-Samper, de International Careers, que recomienda invitar a perfiles que trabajen en las empresas de tu interés y conectar con otros profesionales que estén trabajando fuera a través de los grupos. Ojo de todas formas a las peculiaridades de cada país. «En Rusia, por ejemplo, no se puede acceder a LinkedIn. En Holanda funciona muy bien Monster y en Reino Unido es más habitual recurrir a portales nicho y no tanto a los generalistas», añade la experta.

No hay que olvidar tampoco la parte offline de la búsqueda: ferias de trabajo, eventos de networking… e incluso algo tan sencillo (y obvio) como coger un avión y plantarse en el país elegido para estudiar sobre el terreno las oportunidades.

4. ¿Cómo me enfrento a la selección?

Una vez detectadas las ofertas, y antes de presentarse, lo aconsejable es adaptar a lo que exija cada país lo que Marta Puig-Samper denomina «las herramientas de marketing«: currículum, perfil en LinkedIn, argumentario para las entrevistas… «No se trata solo de hacer una traducción, hay que adecuarlo a lo que allí quieren ver», advierte.

Después, hay que tener en cuenta que en los procesos de selección internacionales van cobrando fuerza las vídeoentrevistas y las conversaciones por Skype. Y, sobre todo, las soft skills, un concepto que hace referencia a ciertas habilidades blandas (comunicación, negociación, liderazgo…) más allá de los conocimientos técnicos o duros. «Cada vez más, las empresas van a buscar la combinación entre la cultura de las compañías y la persona seleccionada para así establecer relaciones a largo plazo», señala Maria Obiols, de ESADE.

Para Marina Santalices, la herramienta más eficaz es, sin embargo, la actitud. Esta lucense de 27 años contesta al teléfono desde Singapur donde lleva unos meses trabajando para Google como experta en marketing, después de haber estudiado en Reino Unido y haber encontrado su primer trabajo en París. Ya desde el instituto tenía claro que su futuro estaba fuera. «La actitud siempre ha sido la mejor carta que he podido jugar», resume. «Y no hay que esperar el momento perfecto para hacerlo porque nunca va a llegar».

Fuente: El País