La polémica en torno a la presencia de dispositivos móviles en las aulas aún parece lejos de calmarse. La transición hacia un modelo educativo que integre la tecnología exige no solo una puesta al día del profesorado, sino también una inversión que no todos ven como un esfuerzo rentable. En frente, quienes mantienen que educar a los niños y jóvenes de espaldas a las plataformas tecnológicas es enseñarles un mundo que no es el actual.

Recientemente, Francia ha prohibido los teléfonos móviles en los colegios, señalados como culpables directos de la falta de concentración de los alumnos. El caso de Suecia, en otro tiempo referente en materia educativa y últimamente en retroceso en los informes PISA, puede servir para cuestionar la efectividad de la tecnología en los centros de enseñanza.

Inger Enkvist, catedrática emérita de Literatura Española en la Universidad de Lund y autora de distintos estudios sobre educación; Joaquín García, profesor de Secundaria y doctor en Didáctica de las Ciencias Sociales; el ingeniero de telecomunicaciones español y profesor de Universidad en Suecia David Cuartielles

“En Suecia llevamos más de cincuenta años con experimentos pedagógicos y veinte años con la tecnología dentro de las aulas, hay que pensar en dinero y en tiempo: la compra de ordenadores conlleva mucha inversión y no es seguro que haya sido un dinero bien utilizado”, cuestiona Inger Enkvist, catedrática emérita de Literatura Española en la Universidad de Lund y autora de distintos estudios sobre educación, en el Foro de la Cultura clausurado este domingo el Burgos.

La especialista no rechaza los métodos basados en la tecnología, pero advierte del peligro que encierra olvidar esa base imprescindible que tiene que ver la formación de los niños como seres humanos y como ciudadanos. Por no cerrar del todo la puerta, Enkvist reconoce la posibilidad de que la tecnología resuelva algunos de los problemas educativos, aunque haya demostrado que no los ha resuelto todos “después de 20 años de una fuerte inversión”. “Ha servido para que los alumnos sepan más de tecnología, pero no de matemáticas o de lengua”. Hay pruebas: en un estudio con dos grupos de estudiantes, uno exclusivamente con herramientas tecnologías y el otro basado con métodos tradicionales y ocasionalmente, con nuevos dispositivos, se puso en evidencia que la tecnología no fue un factor decisivo. Lo fue “el conocimiento previo de los alumnos y su disposición a aprender”.

El ingeniero de telecomunicaciones español y profesor de Universidad en Suecia David Cuartielles representa la postura contraria. Es partidario de desterrar los libros de texto en papel, “aunque no sus contenidos” y defiende que en un contexto de dependencia de las plataformas tecnológicas, “educar sin laa comprensión profunda de esas plataformas es no educarlos en el mundo tal como es hoy en día”. La tecnología, añade, es una herramienta, pero puede ser también la base para algunas asignaturas”.

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Para Cuartielles hay que acabar con la imagen del dispositivo móvil como un juguete y reivindicar la tecnología también “como una base para una nueva organización del sistema educativo”. El cofundador de Arduino, una compañía de desarrollo hardware, llama la atención sobre las posibilidades de herramientas como los repositorios de internet, otro recurso que dejaría fuera de juego el libro de texto físico.

Llevados al extremo de plantear si dejar o no la enseñanza en manos de las máquinas, Enkvist recuerda que en el caso de los alumnos con dificultades de aprendizaje “es necesaria la persona físca”. Cuartielles matiza: “el profesor, como humano, también puede equivocarse”.

Fuente: El País