Han pasado 30 años desde que tres catedráticos de Economía de la Universidad Autónoma de Madrid (Emilio Ontiveros, Ángel Berges y Francisco José Valero) decidieron coger sus bártulos y, sin dejar las tareas docentes, crear Analistas Financieros Internacionales (Afi). La idea partió de una propuesta de Gesmosa, agencia de valores de un grupo de 20 cajas de ahorros que pasados los años se integraría en Ahorro Corporación. En principio, su objetivo era que Ontiveros fuera su director de Estudios; pero la cosa derivó en la constitución de una empresa de asesoramiento y consultoría a la que se incorporaron también los dos compañeros de universidad citados, un informático, una secretaria y un becario. Total, seis personas para iniciar el proyecto.

Justo en aquellas fechas acababa de producirse el lunes negro (19 de octubre de 1987), en el que el Dow Jones perdió 500 puntos, lo que en ese momento supuso la peor caída desde el crack de 1929 y mucho trabajo para las firmas de asesoría. Fue un bautizo de sangre, que, de repente, les hizo adultos con “la misión principal de interpretar lo que ocurría e incorporar las conclusiones a los trabajos de asesoramiento, consultoría y formación”, según explica Ontiveros, presidente de la entidad, en la que Berges es consejero delegado.

Desde entonces, Afi ha sido testigo de excepción de una etapa en la que se han producido las mayores transformaciones de la economía global y española: la frustrada opa del Banco de Bilbao sobre Banesto y la guerra del pasivo lanzada por el Banco Santander; la invasión de Kuwait por Irak; el tratado de Maastricht; la crisis del Sistema Financiero Europeo (SME); las sucesivas devaluaciones de la peseta; el acuerdo de pensiones del Pacto de Toledo; la entrada en vigor del euro y la consecuente desaparición de la peseta tras 133 años de historia; la ampliación de la UE; el ascenso imparable del precio del petróleo; las burbujas tecnológica e inmobiliaria; las crisis de las subprime en EE UU y la quiebra de Lehman Brothers; los sucesivos planes de rescate; la reestructuración de las cajas de ahorros; la salida del Reino Unido de la UE (Brexit); la victoria de Donald Trump en EE UU; la crisis catalana…

De seis empleados que había al inicio ha pasado a los 145 que tiene en la actualidad

Todo eso y mucho más. Un sinfín de movimientos en los mercados caracterizado por un proceso constante de globalización, liberalización y desregulación que ha obligado a Afi a adaptarse continuamente durante estos tres decenios. “Entonces, cuando nacimos, teníamos la complicidad del entorno, España acababa de comenzar un proceso imparable de modernización tras la entrada en la Comunidad Europea [en 1986]. Era el momento más álgido de la economía, es cuando Botín [presidente del Banco Santander] rompe el statu quo del sistema financiero con las famosas supercuentas. Y allí estábamos nosotros”, recuerda Ontiveros. Que añade: “La dinámica de los ochenta ofrecía algo más que un banco de pruebas y la oportunidad de participar más activamente en la serie de transformaciones que se producían o se auguraban”.

Y Afi se puso a ello. La hoy considerada el MacKinsey español (es genuinamente española con el 100% del capital) comenzó como una compañía especializada en asesoramiento financiero y empresarial; pero pronto fue dando entrada también a la formación y a la tecnología. El crecimiento de las tres actividades, que se reparten hoy en partes casi iguales, dejó las oficinas pequeñas y obligó al grupo a trasladarse a una sede en el corazón financiero de Madrid.

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Los primeros clientes fueron las cajas propietarias de la empresa; pero, en seguida, entraron bancos y compañías de seguros, y, más tarde, las Administraciones Públicas y las direcciones financieras de las grandes empresas, para dar paso después a las medianas. En total, hoy puede presumir de tener más de 200 clientes, una cifra que se ha visto mermada por la reestructuración financiera que llevó a la desaparición de más de 30 cajas de ahorros (ya en los noventa también vivió la reducción de cajas de casi 90 a 45), lo que supuso la caída de los ingresos un 20%.

De esa forma, la entidad, que había nacido centrada en el sistema financiero español, fue aumentando su radio de acción a una esfera más internacional. En el exterior, cuenta como clientes con el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los Gobiernos de Marruecos y Argelia, la Bolsa de México y la Asociación bancaria de este país, donde ha abierto su primera oficina en el extranjero. Hoy factura fuera en torno al 15% de un total de 18,5 millones de euros (cifra prevista para este ejercicio) y cuenta con unos márgenes aceptables que no se han resentido demasiado durante la crisis. De hecho, en ese periodo no ha habido ninguna baja en la plantilla, que hoy cuenta con 145 empleados (más de la mitad, mujeres) entre economistas, matemáticos e informáticos, algunos de ellos doctores y académicos.

De los 27 socios, ninguno tiene más del 10% del capital. La dirección implantó la política de que los veteranos se desprendieran paulatinamente de acciones para dar entrada a nuevos. El grupo es una “combinación de excelencia y espíritu grupal, con una gran calidad del capital humano, un nivel técnico alto y orgullo de pertenencia”, resalta Ontiveros, que presume de haber tenido una cantera de gente muy preparada que, en algunos casos, ha pasado a entidades mayores. Para la selección se valió de la facultad (al principio, el 60% de los empleados eran alumnos suyos).

Un sambenito que no ha logrado quitarse de encima es la cercanía al PSOE, algo que no extraña a Ontiveros porque sus comienzos fue en la etapa socialista de Felipe González. No obstante, recuerda que Afi ha trabajado para distintas Administraciones de un color y otro sin ningún apriorismo.

Ontiveros ha disfrutado de una labor divulgativa en artículos e intervenciones en radio, principalmente del grupo PRISA (en EL PAÍS y Cadena SER), que comenzó en el suplemento Negocios, incluso antes de que se creara Afi. Fue contratado para suministrar las cotizaciones de las empresas y comentarlas, lo que le sirvió de catapulta para darse a conocer. El primer artículo que escribió se titulaba El reciclaje de los petrodólares, título que cambiaron por La reconversión de los petrodólares, rememora, para terminar: “Le debo mucho, EL PAÍS, me enseñó a divulgar”.

Fuente: El País