Cuando, en los primeros años de crisis, los responsables públicos eran interrogados sobre por qué no se había aprovechado la bonanza para hacer las reformas que se necesitaban, su respuesta fue que en lo mejor del guateque tú no quieres ser el que apague el radiocasete. Así que, al llegar la crisis, algunos esperaban que esas reformas se pusieran en marcha. La crisis se acaba y la casa sigue sin barrer: muchos de los principales problemas del país no se han abordado.

¿Es tan difícil reformar las instituciones y las políticas? Sabemos que factores como la competencia partidista, la forma en que un país se organiza territorialmente, la visibilidad de la reforma y la opinión ciudadana sobre ella, o la propia arquitectura de las políticas existentes y los intereses generados en torno a ellas pueden afectar a la capacidad y a la voluntad política de reformar. Pero también sabemos que la ideología importa.

Quedan muchos temas pendientes, tanto en materia de reforma del propio Estado como en la mayoría de sectores de política pública, pero la desatención al área social parece una cuestión ideológica. Precariedad laboral, desigualdad o pobreza infantil son problemas centrales en España. Hemos hablado tanto de ellos, de su magnitud comparada con otros países, de sus consecuencias y posibles soluciones, que no se entiende que el Gobierno no los aborde.

Las reformas estructurales del tipo “como Dios manda”, como Rajoy las llama, no han solucionado estos problemas sociales. El presidente quizá piense que la recuperación logrará revertir por sí sola la desigualdad. No será así. Esta se explica en gran parte por la precariedad laboral y el abandono escolar. Por un lado, la incipiente recuperación está acabando con las modestas noticias positivas sobre el descenso del abandono escolar; por otro, la idea de que “el empleo” (precario) “es la mejor política social” no funciona. Además, si para cumplir con otro apriorismo ideológico “como Dios manda”, el que reza que “no hay que gastar lo que no se tiene”, recortamos en lo que es obvio que hay que invertir, educación, debemos preguntar al Gobierno en qué tipo de futuro está pensando para nosotros.

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Fuente: El País