La dirección bicéfala que encarnan Carlos Torres y Onur Genç en Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) ha rendido cuentas este fin de semana por vez primera ante la junta de accionistas de la entidad, y no lo ha hecho como le hubiera gustado. Las circunstancias llevaron a ambos ejecutivos a asumir sus funciones de gestión antes de la cuenta por el adelanto que el ya expresidente Francisco González hizo de su relevo, y por añadidura a enfrentarse a uno de los episodios menos claros del sistema financiero español de los últimos lustros, cual es el supuesto encargo de tareas de espionaje desde el banco al excomisario José Manuel Villarejo, encarcelado preventivamente por presuntos delitos relacionados con infinidad de escuchas ilegales. La renuncia forzada del ya expresidente de honor de la entidad, aunque se trate de una retirada temporal, es la primera decisión de urgencia que necesitaban Torres y Genç para afrontar una junta en la que la demanda de explicaciones por el asunto del espionaje amenazaba ya absorber todas las inquietudes de los accionistas, tanto institucionales como particulares.

Solo lo lograron en parte, porque la exigencia de transparencia es el norte de todas las brújulas en las sociedades cotizadas, y BBVA corría ya el riesgo de convertir el enquistamiento de esta cuestión en un daño reputacional difícil de reparar. Los nuevos gestores de la entidad han hecho notables esfuerzos por conocer la verdad sobre las escuchas realizadas por Villarejo y supuestamente financiadas con dinero del banco, pero los accionistas quieren más premura en las explicaciones, ya que cuanto más se retrasen más alargada se hará la sombra de la duda. Una duda que no puede enturbiar ni descuidar una gestión que se antoja muy exigente en una etapa de tipos bajísimos, márgenes mínimos, regulación estricta, necesidades de capital elevadas, y en medio de una descarnada competencia de la banca clásica y las fórmulas nuevas de financiación en la era digital. El nuevo equipo de BBVA debe cerrar cuanto antes la conclusión de sus investigaciones y ofrecer explicaciones convincentes que quiten el lastre que hoy arrastran por este oscuro episodio, y que seguramente pasan también por hacer definitiva la baja de Francisco González en la entidad.

El banco está bien anclado geográficamente, con presencia de áreas de elevado potencial de crecimiento (aunque también de más riesgo) como Turquía y México y una posición fuerte en España, como demuestran los buenos resultados de 2018 y como reconoce su tirón en Bolsa este año. Pero ambas cosas solo son sostenibles con una ajustada gestión de márgenes y riesgos en los próximos años, así como la transparencia que exigen los tiempos.

Fuente: Cinco Días