Los datos sobre altas y bajas en la Seguridad Social vienen mostrando desde tiempo atrás intensas variaciones que se producen con independencia de la tendencia general al crecimiento constante de la afiliación de los últimos años. Caben varias explicaciones.

Primero, nuestro mercado de trabajo resulta mucho más sensible que los de otros países a los cambios del ciclo económico: las crisis provocan una destrucción de empleo mucho mayor en proporción a la caída del PIB, mientras que cuando repunta el empleo crece igualmente con mayor intensidad respecto al crecimiento económico. Así, durante la última crisis se perdieron más de tres millones de cotizantes y ya estamos a punto de recuperar los niveles previos a la misma.

Nuestro patrón económico se concentra en actividades de baja productividad, de reducida cualificación profesional que, en consecuencia, destruyen y crean empleo de manera más inmediata e intensa. Mientras que no orientemos la economía hacia actividades de superior innovación y productividad no lograremos que el impacto de los cambios de ciclo sea menos traumático. Hasta que no implantemos un modelo eficiente de flexibilidad interna, todo el peso de la gobernanza laboral se centrará en despidos y jubilaciones anticipadas, con el coste indirecto que supone para la Seguridad Social.

Además, mantenemos un mercado de trabajo con exceso de estacionalidad. Ello provoca procesos anuales de montaña rusa, de intenso crecimiento de las altas a partir de la primavera y correlativas caídas a finales del verano. Entre el pico más bajo y el más alto de cada año se produce una diferencia de en torno a 700.000 cotizantes. Ello se refleja en la presencia de elevadas tasas de temporalidad y rotación laboral. Pero esos contrastes anuales no se explican solo por la tradicional estacionalidad, sino que también se deben a patologías en las prácticas contractuales. Por ello, las campañas dirigidas a cortar el uso desviado de la contratación temporal están plenamente justificadas, incluso deberían adoptarse otras medidas que desincentiven las tendencias a la temporalidad causalmente injustificada para empleos estructurales y permanentes en la empresa.

Hay que penalizar a los que practican altas y bajas sucesivas haciendo ingeniería contractual

Finalmente, se detectan caídas incomprensibles de la cotización, con correlativas altas espectaculares, concentradas en solo dos días, que en ocasiones llegan a superar el medio millón de cambios afiliativos. Es un fenómeno que no casualmente suele coincidir con final de mes y con el último día laborable de la semana. En paralelo, el primer día laborable del mes siguiente se produce un inmediato incremento muy llamativo de altas. Esto justifica que se deba atender a las medias mensuales de cotización para valorar la evolución del mercado de trabajo, sin tomar en consideración los cambios el último o primer día de mes.

No obstante, los cambios bruscos en días concretos requieren también su explicación, porque pueden constituir un fenómeno patológico que no debe ocultarse. Estos cambios puntuales tienen varias explicaciones. De un lado, la facilidad técnica en el procedimiento de altas y bajas, que se puede realizar con un simple clic online, con el añadido de que apenas supone costes. Se detecta así un incremento inusitado de contrataciones de muy corta duración, con altas de apenas uno o dos días. En algunos casos ello puede valorarse positivamente, pues permite microcontrataciones en el pasado no formalizadas, que se movían en el empleo sumergido, que ahora se realizan con pleno cumplimiento de la legalidad.

Pero se debe además a una arbitraria celebración de muchos contratos a principios de mes y conclusiones a finales del mismo. También presentan gran impacto ciertas prácticas de ingeniería contractual ficticia, con elusión de la normativa laboral y reducción indebida de costes. Por ello, es oportuno proceder a introducir mecanismos adicionales de penalización a quienes adopten estas prácticas de bajas y altas sucesivas, pues de manera generalizada provocan efectos perjudiciales tanto sobre la seguridad en el empleo como sobre los ingresos de la Seguridad Social e incluso sobre la solidez general de nuestra estructura productiva.

Jesús Cruz Villalón es catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de Sevilla.

Fuente: El País