Wall Street trata de hacer pie tras vivir una semana de vértigo, la peor desde octubre de 2008, en plena crisis financiera. El índice Dow Jones arrancó la sesión del viernes con un repunte del 1%, pero en principio es insuficiente para curar las heridas tras el desplome del 4,15% en la jornada previa. La del jueves fue la segunda caída de más de 1.000 puntos en una semana y se dejó por el camino más de 2.700 puntos desde el máximo histórico el 26 de enero.

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Al igual que el Dow Jones, el S&P 500 está también en zona de corrección. Los rebotes, además, no están siendo lo suficientemente convincentes como para que se sostenga una remontada, lo que implica que no será fácil recuperarse de estos niveles. Los analistas insisten, pese al choque emotivo, que no se está viviendo el mismo nivel de pánico que tras el derrumbe de Lehman Brothers.

El atragantón refleja el poder de intimidación que tiene el mercado de bonos, donde el tipo de interés de las letras a 10 años supera el 2,8%, su nivel más alto en cuatro años. Se convierte en el puerto seguro para los inversores cuando sube el precio del dinero. Este trasvase del mercado de acciones al de renta fija se ve alimentado por una escalada del índice de volatilidad, que está asentado en los 30 puntos, tras triplicarse desde comienzos de año.

Esta especie de círculo vicioso provocó que los tres índices de referencia de Wall Street entraran en zona en negativa para el año, al bajar a niveles de mediados de noviembre del pasado año. El desplome provocó que se evaporara el equivalente a 2,6 billones de valor bursátil en el S&P 500. Poniendo en perspectiva el desplome, suma aún 3,5 billones en valoración desde las elecciones presidenciales.

La volatilidad se comió así un 40% de lo ganado en la era Trump. Google, la segunda compañía cotizada, es el mayor perdedor en términos absolutos con más de 114.000 millones desde el máximo. Le sigue Apple, la mayor del parqué, con 83.000 millones. Las dos están en zona de corrección. Microsoft les sigue con 69.000 millones, Berkshire Hathaway con 63.000 millones y Exxon Mobil con 54.000 millones.

Cambio de guardia

La remontada de los últimos nueve años en Wall Street estuvo, de hecho, subvencionada por una política monetaria extremadamente laxa por parte de la Reserva Federal. Los bancos centrales son los que tiene la mano en el grifo de la liquidez y los que, por tanto, manejan el riesgo. Los inversores tratan de entender si el cambio de guardia en la Fed implica que se va a pisar más fuerte el freno de los estímulos.

El dato de empleo de enero mostró que el crecimiento es sólido y que los salarios suben, lo que se interpreta como un incentivo para subir los tipos con más agresividad para contener la inflación o desprenderse más rápido de los activos que acumuló durante la crisis. A esto se le suma que el plan económico de Donald Trump es a la vez inflacionista y obliga al Tesoro a emitir más deuda para financiar el gasto.

Moody´s advertía tras aprobarse el acuerdo presupuestario que el perfil de crédito de Estados Unidos podría sufrir una presión a la baja porque espera que genere más déficit. A diferencia de Standard & Poor´s, le mantiene la máxima calificación en la triple A. Los veteranos del parqué aseguran que está viviendo una situación similar a la de 2008 por el exceso de incertidumbre, pero en versión reducida.

Los estrategas de Bank of America consideran, por todo esto, que el mercado de bonos entró en un punto de no retorno y anticipan que habrá “un tira y afloja” entre la renta fija y la variable que seguirá generando volatilidad. Si los tipos suben, se venden acciones. Pero si venden demasiadas, la corrección es mayor y los bonos se hacen más atractivos. La clave, indican, está en el riesgo que se esté dispuesto a tolerar.

Fuente: El País