La semana de Davos no arrancaba con buenas noticias para China. Los datos correspondientes a 2018 constataban el ritmo de crecimiento más lento en 30 años y las perspectivas presentadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) apuntaban a que la tendencia seguirá igual para 2019, con el 6,6% y 6,2%, respectivamente. El organismo alertaba, no obstante, de que las cifras pueden cambiar en caso de que persistan las tensiones comerciales con Estados Unidos. Y si ocurre, no será para mejor.

El propio vicepresidente chino, Wang Qishan, que encabezaba los más de cien participantes que componían la delegación de China —frente a unos 800 de EE UU, la más numerosa—, defendía los datos. “El 6,6% es una cifra muy razonable y el mercado nos recuerda que crecer es importante, pero más lo es hacerlo con calidad y eficiencia”, aseguraba desde el plenario del centro de Congresos del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). Una afirmación que deja ver el nuevo foco de los dirigentes chinos.

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Varios expertos del país asiático han incidido a lo largo de la semana en la sostenibilidad de las nuevas bases de crecimiento. “La desaceleración no es un colapso”, lanzaba a modo de mensaje de calma el vicepresidente del regulador de mercados, Fang Xinghai. “Hace unos años, en este mismo Foro, se hablaba de China como de una bomba de deuda que amenazaba la economía mundial. La actual debilidad es consecuencia del éxito deliberado del Gobierno en frenar el déficit y la deuda pública”, esgrimía en otro debate sobre los riesgos financieros Jin Keyu, profesora de la London School of Economics. Siguiendo la máxima china, de que una crisis puede ser una amenaza o una oportunidad, Jin defendió que “la guerra comercial va a ser un elemento positivo” para el gigante asiático, porque “aumenta la presión externa para una mayor apertura y las reformas en el sector financiero”.

Un optimismo que no se compartía en los debates y las conversaciones en Davos, públicas o privadas. “He de confesar que las dudas que provoca la guerra comercial han surgido en el 90% de las reuniones en las que he estado”, explica Carlos Pascual, antiguo embajador estadounidense y actual vicepresidente de la consultora de riesgos IHS Markit.

“Es lo que está moviendo el mercado del petróleo, por ejemplo. En octubre, con el barril en 86 dólares, el FMI alertó en Bali de que, si entraban en vigor todos los aranceles comerciales anunciados por Estados Unidos y China, estos restarían al crecimiento de la economía del gigante asiático 1,6 puntos porcentuales. Hoy el Fondo prevé un precio del barril de crudo entre 55 y 60 dólares para este año”, recalcaba en una pausa para el café.

Hacer frente a la situación la vista de las intervenciones de esta semana, nada en el Foro Económico, ni fuera de él, hace prever una rápida resolución de este enfrentamiento.
Las autoridades de Pekín están convencidas de tener herramientas suficientes en la recámara para hacer frente a un agravamiento de la situación, si llega el caso. Por ejemplo, solo con reducir el coeficiente de reservas de los bancos —14,5% para las grandes instituciones financieras, 12,5% para las más pequeñas— puede suponer un importante impulso para la economía, mayor incluso, según Fang Xinghai, que una bajada de los tipos de interés.

Como ya hiciera en su día en el mismo escenario el presidente chino Xi Jinping, su segundo ha defendido esta semana en Davos el compromiso del gigante asiático para “construir la paz mundial, promover el crecimiento económico y defender el orden internacional”. Solo que el vicepresidente chino se ha brindado a hacerlo desde “el socialismo con características chinas”, es decir, globalización y apertura económica sí, en ningún caso política.

Uno de los ataques más duros contra China llegaba en la noche del jueves de la mano del especulador reconvertido a filántropo, George Soros, que en su cena anual en el Foro advertía del peligro que supone la China de Xi para las sociedades abiertas. Esta guerra sí que no ha hecho más que empezar.

Menos debates y políticos, más negocios

La edición del WEF que se cerró el viernes en Davos es una de las que menor presencia de líderes políticos ha tenido en buena parte de los 71 años de trayectoria del evento. Tanto que algunos analistas se preguntaban si Davos ha llegado ya a su cima e inicia el declive.

Pero si el éxito de la reunión se mide por la marcha de los negocios, no parece que se pueda hablar de fracaso. “Como la gente no tenía que escaparse a escuchar a los líderes hemos tenido más trabajo que nunca”, aseguraba una ejecutiva. “Para nosotros ha sido una de las mejores reuniones en años”, confesaba un ejecutivo español.

Fuente: El País