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¿Qué pueden tener en común una pieza de automóvil, una chaqueta con sensores de movilidad para videojuegos, una cosecha de quínoa o un software para la gestión del ganado lechero? Todos son bienes o servicios hechos en las Américas, un concepto que busca promover la participación de las pequeñas, medianas y grandes empresas del continente en las cadenas de valor regionales y globales.

Analizar el papel de esas cadenas de valor será uno de los temas centrales de la III Cumbre Empresarial de las Américas, que tendrá lugar en Lima (Perú) los días 12 y 13 de abril. El encuentro contará con la presencia de jefes de Estado y los principales directores ejecutivos de la región. Se promoverá el crecimiento económico, las inversiones público-privadas y la facilitación del comercio con el fin de impulsar el desarrollo sostenible, transparente e inclusivo de América Latina y el Caribe.

Hoy los procesos de producción están enormemente fragmentados. Cada vez más productos se fabrican en distintas fases y en diferentes partes del mundo. Esto permite a muchos países participar en los procesos de producción y acceder a tecnologías y conocimientos que antes no estaban a su alcance. Sin embargo, en general, América Latina y el Caribe no ha podido aprovechar esta oportunidad: a las pequeñas y medianas empresas no les resulta fácil entrar en estas cadenas de producción.

En general, los países latinoamericanos tienen una menor participación en las cadenas globales comparado con sus pares europeos o asiáticos. La participación puede medirse por el contenido importado promedio de las exportaciones. Comparativamente, el mismo es 33% en Europa, 29% en Asia-Pacífico y 18% entre los países de nuestra región.

La realidad difiere según las naciones. México y algunos Estados centroamericanos, por ejemplo, tienen una mayor participación en las redes de producción, especialmente en vinculación con América del Norte, y tienden a hacerlo en las fases finales de la fabricación. Los países de Sudamérica, por su parte, lo hacen normalmente en los primeros estadios, proveyendo materias primas gracias a su abundancia de recursos naturales.

Las empresas que fragmentan internacionalmente su producción necesitan reducir los riesgos asociados a la incertidumbre y a los retrasos en la entrega de cualquier componente para no alterar la cadena de fabricación de los bienes finales. Ello requiere, por una parte, simplificar, homologar y centralizar los trámites administrativos necesarios para mover las mercancías a través de las fronteras.

Las alianzas público-privadas son indispensables para lograr que el movimiento de mercaderías sea cada vez más ágil y eficiente

Para ello existen las Ventanillas Únicas de Comercio Exterior (VUCE), un mecanismo de facilitación del comercio exitoso, que permite reducir hasta un 50% los costos administrativos y el tiempo requerido para importar y exportar, los cuales, a su vez, representan entre el 3,5% y 15% del valor total del mismo producto.

Por otra parte, las empresas insertas en cadenas de valor buscan proveedores que cuenten con infraestructuras logísticas y de transporte adecuadas. Pero la mejora de la calidad de las redes de transporte domésticas no es una competencia exclusiva del sector público, de hecho, las alianzas público-privadas son indispensables para lograr que el movimiento de mercaderías sea cada vez más ágil y eficiente.

Asimismo, la calidad del transporte y de la logística no depende solo de las infraestructuras físicas, sino también de un extenso conjunto de servicios con amplias posibilidades de negocio para el sector privado: puertos y aeropuertos auxiliares, servicios de almacenamiento, aprovisionamiento, reparaciones o abastecimiento de combustible, que pueden mejorar sustancialmente con la participación privada.

Otra de las barreras a la exportación de productos que forman parte de una cadena internacional de suministro es la falta de información. Una estrecha colaboración entre los sectores público y privado es esencial para diseñar programas de formación para potenciales exportadores: capacitaciones en las que los vacíos de información puedan ser satisfechos por compradores internacionales o las clásicas rondas de negocios y giras comerciales que fomentan el networking y las asociaciones.

El BID ha contribuido a la capacitación de pymes a través de foros de negocios cara a cara (como LAC Flavors y Outsource2LAC, entre otros) y además ha lanzado la red empresarial en línea ConnectAmericas.com para que las pymes de la región puedan acceder a contactos, compradores y conocimientos claves para hacer negocios.

Asimismo, las certificaciones de calidad, medioambientales y de equidad de género que obtienen las empresas y sus productos aumentan las posibilidades de competir en el mercado internacional. Estas certificaciones representan elementos diferenciadores que han demostrado ser claves para abrir oportunidades externas para muchas compañías.

Lo cierto es que, favorecido por las cadenas de valor, el comercio de bienes intermedios representa en la actualidad un 60% del total del comercio exterior global. Esta es una tendencia que los países de América Latina y el Caribe no pueden desaprovechar. La acción conjunta de los sectores público y privado en este campo permitirá que la región pueda participar cada vez más en los mercados globales, afiance su crecimiento económico y mejore la calidad de vida de sus ciudadanos.

Fabrizio Opertti es jefe de la división de comercio e inversión del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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Fuente: El País