La imprenta permitió que el papel sustituyese a las monedas metálicas e Internet hará que las criptomonedas sustituyan al papel. Pero independientemente del medio, el dinero seguirá teniendo el mismo fin. El ser humano ha usado dinero para el intercambio de bienes y servicios desde hace milenios. A finales del siglo XVIII, León Walras, un economista matemático, desarrolló la teoría del equilibrio. Consistía en un sistema de ecuaciones determinado con n-1 variables. Walras definió al dinero como un bien numerario con el que valorar el resto de bienes y facilitar el intercambio. Alfred Marshall, maestro de Keynes, definió como condición que ese bien numerario fuera estable.

El bitcoin es la criptomoneda más famosa. Si Marshall levantará la cabeza le sorprendería que un medio de pago tenga una volatilidad tan brutal, lo mismo que el bolívar en el mercado negro en Venezuela. El bitcoin tiene un sistema encriptado finito, y para generar una nueva unidad se necesita un consumo de energía desproporcionado. El bitcoin no puede sustituir al dólar como moneda de reserva al ser finito, pero si pudiera sustituirlo, necesitaríamos consumir varias veces la energía del planeta tierra para conseguirlo.

Para crear el bitcoin se desarrolló el blokchain, y hoy esa cadena de bloques usa una nueva criptomoneda llamada token y hay muchas más en circulación. Keynes, especulador en la City de Londres y amante de los casinos, seguramente le habría encantado invertir en el bitcoin. Pero como economista habría recomendado la intervención del Estado para que el sistema financiero y los medios de pagos no sean un foco de inestabilidad que provoquen un fuerte aumento del desempleo en las crisis, como propuso en 1945 en Bretton Woods.

Como nos enseñó Walter Bahegot en 1873 en su célebre obra Lombard Street, los bancos centrales nacieron para garantizar la estabilidad financiera, y por eso ya están estudiando el fenómeno de las criptomonedas. Según vaya avanzando su uso, acabarán regulándolas para mantener el control sobre la oferta de dinero. Los billetes de papel empezaron como emisiones de bancos privados que quebraban y provocaban recurrentes y profundas depresiones económicas. Por eso, se crearon los bancos centrales y el Estado se hizo con el monopolio de la emisión de dinero. La estabilidad financiera es tan determinante para el bienestar humano que no se puede dejar en manos de los mercados.

Lo que si generaría interés para Walras, Marshsall y Keynes sería el blockchain y el resto de sistemas similares que cambiará buena parte de los intermediarios actuales entre la oferta y la demanda, eliminará fricción en el intercambio de bienes y servicios, mejorará la eficiencia del sistema de pagos reduciendo la morosidad y la vulnerabilidad financiera de las pymes, etcétera. Sin duda, un aliado de los bancos centrales para reducir la inestabilidad financiera y las grandes depresiones.

No obstante, viendo la codicia y el casino en el que se ha convertido el bitcoin, confirma que, a pesar de la Gran Recesión y la peor crisis en ochenta años, la inestabilidad financiera continuará con nosotros. La excesiva confianza de Davos y los mercados en los bancos centrales recuerda a la burbuja del crédito internacional anterior a la crisis.

Fuente: El País